Los elevados resultados de las entidades deberían destinarse a mejorar la solvencia y beneficiar al cliente

Los seis grandes bancos españoles obtuvieron cifras récord de beneficios en el ejercicio 2022. Alcanzaron en conjunto los 21.119 millones de euros. Este dato es en principio positivo tanto para las entidades financieras como para la economía, sobre todo si buena parte de esa cifra procede del área internacional, signo de una mayor competitividad. Resulta obvio que es mejor que las empresas ganen dinero en lugar de perderlo: las ganancias de hoy son las inversiones potenciales de mañana, y estas favorecen los empleos de pasado mañana.Las pérdidas privadas, sobre todo en un sector sistémico, suelen desembocar en costosos rescates públicos, como sucedió con el de 2012. Se había prometido sin coste pero aún hoy genera un déficit que de momento se sitúa en torno a los 70.000 millones de euros. El objetivo entonces fue evitar que la crisis de las cajas de ahorros dañase a clientes, familias y empresas aún más de lo que ya lo había hecho (con las abusivas preferentes), pero la inyección pública acabó redundando sin duda en favor de la banca.

Pero las críticas sin matices a los resultados de la banca carecen de interés —más allá de las batallas culturales e ideológicas—, excepto si comportan a la vez una recarga excesiva sobre los clientes. Las críticas atendibles o relevantes son aquellas que distinguen los beneficios obtenidos de su distribución y destino final, es decir, a qué se dedican. La discusión está en si el retorno está al servicio única (o principalmente) de la remuneración del accionariado y de sus grandes ejecutivos, o si se diversifica de modo inteligente y equitativo. En gran medida, los abultados beneficios se aplican, en varios casos en torno a la mitad del total, al pago de dividendos y a una revalorización de las acciones mediante maniobras contables. Cada acción vale más ahora para sus poseedores gracias a una elevada recompra y amortización de títulos

.Este uso privado inmediato sería menos discutible si no fuese en detrimento de la solvencia a largo plazo de las entidades. La banca española es la colista en capital de primera calidad en la UE, aunque cumple por encima de lo que se le exige, según datos del BCE. Exhibe el 12,48% de esos recursos propios en relación con los activos, frente a una media del 14,48%. Así, en caso de fuertes reveses cuenta con menos respaldo patrimonial para hacer frente a las sacudidas, y a sus obligaciones. También sería menos abusiva la situación si no fuese tan abismal el margen entre los beneficios generados por la aplicación de tipos de interés más altos (caídos del cielo del BCE) a los créditos empresariales, hipotecas y préstamos al consumo; y la remuneración de los depósitos de esa misma clientela. Los de plazo fijo a dos años se retribuyen en España al 0,69%, frente al 1,2% de la media europea.Todo ello sucede, además, cuando el beneficio global (no solo el referido al mercado doméstico español) de los grandes grupos cubre según el Banco de España, el coste de capital, es decir, el nivel de rentabilidad exigido por los mercados para atraer a los inversores. La cuestión está en confundir la codicia con el lucro responsable y legítimo.

EL PAIS EDITORIAL

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