24 noviembre 2024

He aprendido muchas cosas de mucha gente amable, con la capacidad que te da el sentir que hay personas capaces de hacerte sentir feliz

Decía el recordado y admirado Carles Capdevila, el gran periodista, antiguo director del periódico Ara y persona clave en el mundo educativo (en charlas, en la radio o en libros) que nada cura más que saberte y sentirte querido. Y es que el sentirse querido, en el amplio sentido del querer, es uno de los mejores tratamientos para la vida. Y encontrarse en la vida con proyectos como la escuela de pacientes y su gente o el programa pacient actiu y la suya, es de lo mejor que uno puede encontrar.

Bien sé que la vida se aprende viviéndola, a veces a batacazos, pero tratar de ordenar los aprendizajes por escrito los consolida.

En esta vida he aprendido que algunos somos tan pardillos que necesitamos un ultimátum de los gordos para priorizar de verdad. Y que cuando priorizas en serio, te coge un ataque de lucidez que darías las gracias al puto ultimátum.

Que la gente que en circunstancias normales es ya extraordinaria, en casos extraordinarios consigue el milagro que todo parezca normal. Que nada cura más que saberte y sentirte querido. Y que cerca de la gente que sufre, recibes un montón de lecciones de dignidad.

Que hacer ver que no ocurre nada acelera lo que no quieres que te pase. Y que una decisión tan simple como quedar con los que amas y huir de los que te hacen la vida imposible te acerca bastante a la felicidad.

Que perder el miedo a lo absurdo es una delicia. Y que los sentimientos bonitos por la gente que nos importa debemos expresarlos en la cara más a menudo.

Que cuando la vida se complica, se multiplican las oportunidades de aprender de increíbles personas. Y que no debemos desaprovechar ninguna buena ocasión para reír, llorar o darnos un buen abrazo.

Que aceptar las limitaciones tiene un punto doloroso y otro liberador. Que cuando se cierra una puerta se abren solitas un montón de ventanas. Que la amabilidad puede ser la idea más revolucionaria. Que en lugar de maldecirnos los huesos habría que celebrar ese esqueleto que nos aguanta.

Y en esta visión, digo que he aprendido muchas cosas de mucha gente, de mucha gente amable, con la capacidad que te da el sentir que hay tantas personas que con su experiencia y su vivencia son capaces de rellenarte la agenda y hacerte sentirte feliz ante situaciones diversas que dificultan el cambio. Son esas personas que te insuflan energía para darte la posibilidad de conseguir buenas maneras de ver tu vida.

Y todo porque los proyectos necesitan ternura, necesitan paciencia, necesitan apoyo, necesitan cariño, necesitan ayuda, necesitan sentimientos, necesitan creérselos, necesitan sentirlos, necesitan… cosas que les permitan crecer y desarrollarse bien.

Que hemos venido aquí, a amar y ser amados, y por tanto, a cuidarnos. Que hacen falta médicos, (enfermeras) y maestros con visión de cabecera, que en lugar de dedicarse al trocito asignado y suficiente, sean capaces de coger distancia y cuidar a personas enteras, de pies a cabeza.

Que la persona con la que no te sepa mal llorar y que te haga la compañía adecuada es a la fuerza un muy buen amigo. Que sin confianza no hay motivación, porque confiar a menudo da más fruto que vigilar. Porque sin confianza no hay convicción y sin convicción no existen resultados y sin resultados no hay motivos para mantener la ilusión.

Que priorizar significa descartar. Para poder decir el sí entusiasta y posible tendrás que decir lo no contundente y desculpabilizado a lo que no cabe. El miedo a sentir emociones fuertes nos hace fríos, el miedo al riesgo nos hace echar demasiadas toallas, y el miedo a morir nos puede impedir vivir.

Y por tanto, necesitamos un sistema sanitario diferente, con h-alma, donde los pacientes tengan el papel que se espera de ellos y que juntos trabajemos para conseguir una toma de decisiones compartida a partir de un trabajo con unos (profesionales) y con otros (pacientes). Es uno de los objetivos de este siglo XXI para conseguir un cambio en la relación entre pacientes y profesionales para conseguir que el entorno de su relación no sea superficial y permita que unos puedan contar cuestiones relacionadas con su intimidad y sus emociones y sean escuchadas y comprendidas por los otros.

Que somos más lo que hacemos que lo que decimos, somos más lo que decidimos que lo que pensamos, somos cuando actuamos y no cuando reflexionamos. Que la educación es el arte y oficio sublime de aprender mientras se enseña y de enseñar mientras se aprende.

Y simultáneamente ir arreglando con las manos el día a día, desde el inconformismo, con ambición y con la certeza absoluta de que es posible. Que la belleza está en la mirada, y no hay privilegio más bonito que ser observado desde el amor incondicional y la alegría de vivir. Que el optimismo es siempre la opción más recomendable y, cuando van mal dados, es imprescindible.

Y para terminar, es importante tener claro que lo positivo construye y ayuda a ver como viven las personas su enfermedad, con una visión positiva para afrontar con optimismo la vida. Es la mejor manera para conseguir el cambio. Apuntemos en esa dirección, en la buena senda de cualquier proyecto. Vivir bien, de forma saludable, con buenas relaciones familiares y sociales, afrontando las dificultades con buena actitud y consiguiendo tomar las riendas, es la clave.

FOTO: Sentirse querido, en el amplio sentido del querer, es uno de los mejores tratamientos para la vida | Foto: Remitida / J. C. M.