Las redacciones de todo el mundo nos hemos tensionado esta semana como no se recordaba desde que Putin invadió Ucrania.

Como contaba en esta crónica nuestro corresponsal en Washington Miguel Jiménez, el aroma resultaba demasiado conocido: hace solo 15 años las quiebras de algunas pequeñas entidades en Estados Unidos se propagaron como una pandemia cuando todavía no podíamos ni imaginar que nos esperaba una pandemia de verdad una década después.

Empezó como una crisis financiera, se contagió a la economía real provocando pobreza y sufrimiento, y acabó reflejándose en las urnas en forma de toda suerte de fórmulas populistas que han hecho tambalearse las democracias. Como para no tensionarse ante el primer temblor en los bancos cuando además cruzó el Atlántico en un par de días.

Nadie arriesga un pronóstico sobre si estamos ante episodios aislados o al comienzo de algo más serio en un sector en el que el miedo es un actor muy importante. Precisamente por eso, porque el miedo es determinante, hemos cuidado especialmente la forma de titular esta semana el pánico que veíamos en los mercados, sin dejar de hacer sonar la alarma, pero sin añadir ni una gota de dramatismo.

El remate de la semana fue la decisión del Banco Central Europeo de mantener inalterable su senda de subida del precio del dinero hasta el 3,5%. Ante el dilema entre esperar para ver en qué acaba esta turbulencia financiera o seguir adelante en su batalla contra la inflación, se impusieron los halcones y subieron los tipos medio punto. Veremos con qué consecuencias.

¿Cómo soportaríamos otra crisis financiera? No solo por sus implicaciones económicas, que podrían acabar llegando a todos los bolsillos, sino por la fatiga que provoca esta sucesión de acontecimientos extraordinarios que estamos viviendo en unos pocos años.

Los bancos han concentrado nuestra atención toda la semana, mientras el Gobierno de coalición de España y los partidos que le dan soporte parlamentario —la mayoría de la investidura— parecían empeñarse en elegir la peor manera de enfilar el final de la legislatura.

Tenían dónde escoger: por ejemplo, podían haber optado por dedicar este tiempo hasta las elecciones a defender una hoja de servicios notable. Esta misma semana se ha aprobado una reforma de la pensiones que ha puesto de acuerdo a Bruselas y a los sindicatos.

Acuerdo en España mientras en Francia, el presidente, Emmanuel Macron, tenía que recurrir al decreto para aprobar su reforma ante la imposibilidad de pactarla ni en la Asamblea Nacional ni en la calle. Una decisión que puede hacer caer al Gobierno galo.

Además de sacar pecho por lo conseguido, la coalición española podría aprovechar también esta etapa final para reconocer algunos errores y enmendarlos. Pero no, para enfilar el final de la legislatura parecen preferir sacrificar el altísimo valor simbólico de esta experiencia política y optar por el todos contra todos.

El último ejemplo es la llamada ley mordaza que aprobó el PP para reprimir protestas callejeras, ley que todos los socios de la investidura se comprometieron a derogar y que no han sido capaces siquiera de reformar. Esta vez por los intereses locales de las dos formaciones independentistas, ERC Y Bildu, que votaron en contra cuando había ya mucho acordado.

Podemos votó sí a la reforma de la ley, pero a la par hacía declaraciones a favor de quienes había votado no y contra el PSOE. Y, en paralelo, otros miembros de Unidas Podemos defendían a los socialistas. ¿Te cuesta orientarte? No me extraña. La batalla por el reparto de poder en Sumar, la plataforma que impulsa Yolanda Díaz, y, sobre todo, por el papel que tendrá dentro Podemos, explica muchas de las cosas aparentemente inexplicables que vemos y escuchamos estos días.

Empezaba esta carta recordándote la larga secuencia de la crisis financiera global de 2008. Cuando la gestión de aquella crisis empezó a dar su peor cara en España —2011, 2012, 2013—, yo estaba en la Cadena SER. Y en aquellos días terribles de paro, desahucios y gente sin ayuda de ningún tipo, buscaba noticias luminosas para compensar. Siempre las encontraba en la misma carpeta. Las llamaba “alegrías de la ciencia”. Esta semana he vuelto a recordarlo cuando en el periódico hemos contado esto:

Escalofríos financieros y alegrías de la ciencia
 

Una pastilla experimental logra la remisión completa del cáncer en 18 pacientes con una leucemia muy agresiva

Los resultados preliminares del fármaco revumenib sugieren que ha salvado la vida de enfermos desahuciados, como la joven arquitecta Algimante Daugelaite. Por Manuel Ansede

O cuando te contamos esto:

Escalofríos financieros y alegrías de la ciencia
 

Una mujer logra por primera vez librarse del VIH tras un trasplante de células madre

La llamada Paciente de Nueva York lleva dos años y medio sin rastro del virus. A diferencia de los tres anteriores curados, todos hombres, ella recibió células madre de cordón umbilical. Por Jessica Mouzo

O incluso otra ciencia (y arte) muy diferente, la del ajedrez: esta semana ha terminado La vida en jaque, el podcast de Leontxo García.

Escalofríos financieros y alegrías de la ciencia
 

‘Podcast’ | ‘La vida en jaque. Historias de ajedrez’

Leontxo García cuenta en esta serie de ocho episodios historias, anécdotas y descubrimientos que han rodeado a un deporte que se empezó a jugar hace 1.500 años. Por Leontxo García

El mundo avanza (y en ningún sitio está escrito que deba ser hacia el abismo).

 

PEPA BUENO

DIRECTORA DEL PAIS

 

FOTO: https://www.google.com/search?q=BANCOS+EN+CRISIS&tbm=isch&ved=2ahUKEwjzy6K_1ef9AhVgTqQEHWBIDSQQ2-cCegQIABAA&oq=BANCOS+EN+CRISIS&gs_lcp=CgNpbWcQAzIFCAAQgAQ6BAgjECc6BwgjEOoCECc6CwgAEIAEELEDEIMBOggIABCABBCxAzoECAAQAzoECAAQQzoKCAAQsQMQgwEQQzoHCAAQsQMQQzoGCAAQCBAeOgcIABCABBAYUN6byitY-cTKK2CPycoraAFwAHgCgAGDAYgBtxmSAQQyOC43mAEAoAEBqgELZ3dzLXdpei1pbWewAQrAAQE&sclient=img&ei=O9QWZLPCHeCckdUP4JC1oAI&bih=927&biw=1920&client=firefox-b-d#imgrc=fw2DB88zsGKCWM

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