Reescribir o censurar a Agatha Christie
Inolvidable la escena en la que Rick le dice a Ilsa: «Si ese avión despega y no estás con él lo lamentarás. Tal vez no ahora. Tal vez ni hoy ni mañana. Pero más tarde. Toda la vida…», a lo que Isla responde: «¿Nuestro amor no importa?», y finalmente sentencia Rick: «Siempre tendremos París», y la obediente Ilsa se sube al avión con su marido Víctor Laszlo, conforme con lo que Rick ha decidido por los dos. La novela original no se llama Casablanca, sino Todos vienen al café de Rick y fue escrita por Murray Burnett y Joan Alison en 1938. Y, siendo tan manifiestamente machista, ¿por qué no reescribirla? Pues porque entonces no habría historia de amor y porque sus autores quisieron escribirla así.
Se ha instaurado un movimiento erigido en estandarte de superioridad moral que pretende pasar por su castrante tamiz moral, ni más ni menos que a Agatha Christie. Así lo ha decidido su editorial Harper Collins, quien ha constituido una ‘comisión de lectores sensibles’ encargada de seleccionar y cribar de las novelas de Agatha Christie términos que pueden resultar ofensivos para las nuevas sensibilidades.
Idéntica operación se ha realizado con las novelas que escribió Ian Fleming sobre el machista, majadero y cretino James Bond. Allá por el año 1.953 la vida era así y los sueños de muchos hombres consistían en ser como James Bond, por lo que resulta más conveniente dejar al engreído Bond tal y como está y no tocar ni una sola coma ni de las novelas ni de las películas.
Reescribir novelas según el criterio de ‘comisiones de lectores sensibles’ recuerda peligrosamente a la Policía del Pensamiento de la novela 1984 de George Orwell, (Gran Hermano) en la que el autor ya dijo y predijo que «bien podía ocurrir que todos los libros de historia fueran una pura fantasía».
Cabe preguntarse cuándo la libertad de expresión se transfiguró en capacidad de ofenderse; cuándo la libertad de expresión fue atravesada por censores implacables; cuándo la libertad de expresión se impuso así misma el secuestro de sus comunicaciones.
Es peligroso que la sensibilidad sobre el lenguaje haya traspasado el vertedero de las redes sociales, realizándose una actuación material sobre obras literarias. Parece una hoguera de libros sin humo.
La comisión de lectores sensibles elimina de las novelas de Agatha Christie términos como ‘negro’ por ser racista, de tal forma que la novela Diez negritos ahora se denomina Y no quedó ninguno, además de ofender a los negritos, los lectores sensibles hacen spoiler. Hemos alcanzado un grado de puritanismo lingüístico que haría imposible que Clint Eastwood filmara esas películas catárticas en las que el Sargento de hierro podía declamar tranquilamente: «Con el debido respeto, señor, se me están empezando a inflar los cojones». Esperemos que la actuación de la editorial de Agatha Christie no constituya un ejemplo, porque, de lo contrario, a Rick y a Ilsa ya no les quedará París.
Aurora Gómez Campos
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