Estamos esta semana imbuidos por el XIX Festival Internacional de Poesía.

Ya sé, de eso no se come, pero hay que respirar, hay que llenar cada día de la vida con una luz que nos permita seguir caminando. Y la poesía, que ciertamente estando al alcance de todos, no es por todos alcanzada, es una de esas luces que nos puede permitir ver las cosas de otra manera o, al menos, desde otra perspectiva.

Las sociedades se nutren de palabras, de hechos y de sueños. Y la poesía une los sueños con el vivir de la sociedad utilizando la palabra para que los hechos que en las calles y campos tienen lugar cobren el sentido que el alma humana precisa.

El alma, eso que según los clásicos nos permite ser diferentes a los otros seres vivos, o el espíritu, ese intangible que nos permite crear, gozar y también sufrir. Y ahí está entonces la poesía para recoger y canalizar esa sentimentalidad que a cada cual le hace levantarse cada día, mirar a su alrededor, ubicarse y situar a los aconteceres y gentes en el lugar que pueden estar. Y después, amar y odiar o ser sencillamente indiferente, que es la manera de aparentar que todo te da igual cuando en realidad quisieras que todo fuese de una forma distinta. Y es en ese justo momento cuando puedes agarrar un poema con los ojos y sumergirte en sus versos para poder vivir la vida que ansías, o alimentar el alma o el espíritu, o sencillamente darte cuenta de que cada día es una nueva oportunidad.

FOTOS TOMADAS DE IDEAL

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