6 diciembre 2024

La ola de calor en las aulas: así hay que reformar los colegios para combatir la crisis climática

El infierno en las aulas y por la ola de calor obliga a tener una mirada profunda sobre el problema real: el calentamiento global. Hay formas de readaptar las clases para que sean habitables, porque hay estudios que confirman que el calor complica el aprendizaje.

«Ahora estamos con la II Guerra Mundial y no me aguanto ni yo. Y miras a los alumnos y están con el encefalograma plano, hasta los buenos estudiantes. Otros años he vivido lipotimias de alumnos a los que hemos tenido que echarles agua», relata Jose, profesor de Historia del instituto público Miguel de Cervantes de Granada. Esta semana, la ciudad rondará los 39 grados de máxima y las clases, recibirlas e impartirlas, se vuelven un calvario. 

Jose Guillermo Cedeno Laurent, experto en Salud Pública y profesor asistente en las universidades de Harvard y Rutgers, realizó un estudio en 2016 en el que constataba que el calor afecta a las capacidades cognitivas de los estudiantes. «Utilizamos una ola de calor real en Boston y lo que hicimos fue usar una poblacion de estudiante jovenes entre 18 y 25 años asignados en edificios con y sin aire acondicionado. Cada mañana enviábamos un link con dos pruebas cognitivas (pruebas artiméticas sencillas y un test stroop) y se les medía el tiempo de reacción. A mayor temperatura, los estudiantes se volvían más lentos en su respuesta», cuenta a Público.

Una ola de calor recorre España, con temperaturas impropias para estas fechas. La decisión inminente para salvaguardar a profesorado y alumnado depende de cada comunidad autónoma, pero el calor derivado del calentamiento global requiere de una respuesta profunda y estructural. María Carmen Morillas, vicepresidenta de la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnado (CEAPA): «Llevamos solicitando desde hace años un Plan de Salud Ambiental Escolar a nivel nacional para la climatización de los centros educativos. Todavía hay nuevas construcciones con patios de cementos, sin sombras y la falta de la climatización. Los centros deberían tener toldos, persianas, ventanas de doble acristalamiento con puente término, patios con zonas verdes y fuentes…», apunta. 

Este mismo profesor de Historia relata el ambiente que se genera en una clase formada por adolescentes, altas temperaturas y baja ventilación. No parece ser un sitio agradable, que además ha quedado alterado por la normativa de prevención de la covid: «Normalmente bajas las persianas y cierras las ventanas. Huele a cuadra, pero se queda fuera gran parte del calor, lo que no quiere decir que no entre. Pero ahora con el coronavirus hay que tener las ventanas abiertas. Y los edificios no estan aclimatados, el aislamieto es nulo… hace muchísimo calor y no tienes manera de evitarlo», apunta.

Los estragos del calentamiento global se dejan notar y las aulas no son ajenas a ello. El final de curso en los colegios e institutos atraviesa una quincena de calor extremo en el que las aulas se convierten en altos hornos. Hay ciudades que están algo más acostumbradas al calor y lo combaten con recetas salomónicos. Por ejemplo, este año 120 colegios de Extremadura han aprobado acortar las jornadas para que finalicen entre las 12.00 y las 12.30 de la mañana, siempre con la posibilidad de que los menores se queden en el centro si no hay familiares que puedan hacerse cargo. Del mismo modo, la Región de Murcia reduce el horario lectivo los meses de junio y septiembre hasta las 13.00 horas.

Estas medidas sirven para tapar el problema, pero no para solventarlo. Ni Ministerio de Educación ni comunidades autónomas han enfrentado esta problemática, tan grande como una crisis internacional y a la vez tan pequeña como un alumno que suda en un aula a una temperatura tan extrema que, de ser un lugar de trabajo, no cumpliría la legalidad impuesta por un Real Decreto. «La temperatura de los locales donde se realicen trabajos sedentarios propios de oficinas o similares estará comprendida entre 17 y 27 ºC», reza el decreto de 1997. Pero las clases parecen quedar al margen. 

En la Comunidad de Madrid, durante este lunes 13 de junio en muchas aulas, a las 10.00 de la mañana, se habían alcanzado los hasta 38ºC, según denuncia Comisiones Obreras, pero el Gobierno de Ayuso no ha actuado contra ello.

No todo se arregla con aire acondicionado, dado que sería alimentar aún más la huella de la contaminación que provoca estas olas de calor infernales. «Eso sería como tomarse un paracetamol para el dolor de cabeza. Nosotras queremos que nos deje de doler la cabeza», apunta Nuria Espinosa, de Madres por el Clima. «No queremos una solución puntual, queremos acabar con el problema de raíz. Esto es claramente consecuencia del cambio climático. Para combatirlo hay que renaturalizar los patios de los colegios y plantar muchos más arboles, poner fuentes para que los niños puedan hidratarse, hacer barreras vegetales en las zonas escolares para generar microclimas y que les rebaje la temperatura», apunta Espinosa. 

Entre las soluciones, la organización ECODES propone la mejora del aislamiento de tejados y fachadas, el cambio de ventanas, el uso de técnicas pasivas de ventilación, la instalación de equipos de climatización, la instalación de paneles solares fotovoltaicos para el autoconsumo de energía comunitario o el incremento de la vegetación en los patios de recreo para generar zonas de sombra. 

«No es solamente poner ventilación mecánica, la solución debe ser holística», apunta el profesor Cedeno Laurent. «Materiales y pinturas que pueden disipar el calor, mejores ventanas y el uso de vegetación es importante. La temperatura no es el único efecto negativo, la calidad del aire también. Si tenemos sociedades que respetan la naturaleza y hacemos espacios accesibles a vegetación, tendremos buenos resultados», asegura.

Jose Carmona

FOTO: Imagen de archivo de una menor en un instituto. CHARLY TRIBALLEAU / AFP
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