Cuando nos estaba alcanzando la astenia primaveral, esa sensación de hastío de quien está cansado de todo,  han llegado los políticos con su pegada de carteles virtual, sus mítines, sus fotos con sonrisa de primera comunión y las ofertas ilimitadas.

 Quien ya anticipa la derrota porque la tiene al alcance de la mano se ha echado al monte prometiendo lo que sea menester a ver si salva algún mueble, aplicando la curiosa idea de que el personal es tonto, de que no sabe el quién es quién en una capital donde todos nos conocemos.  Y el asunto tiene su gracia, porque no hay nada como un proceso electoral para que gente que no te ha saludado jamás se convierta en tu mejor amigo, para convertir lo antaño imposible en realidad. Es el milagro de los panes y los peces transmutado a la realidad del siglo XXI, con demasiados mercaderes en el templo de la democracia haciendo rebajas, tratando de vender ideas como quien pregona en una lonja de pescado fresco el sobrante de ayer y espera que se lo compren como recién sacado del mar.

A veces pareciera que no se han percatado que el personal no está para bromas, que la credibilidad no es el punto fuerte en muchas candidaturas, que ahora se va a tasar lo que vale la palabra de una persona que se compromete mirándote a los ojos. Porque aquí la cosa no va de ideologías, eso queda para las autonómicas o las nacionales. La verdadera celebración de la democracia es ésta, la que viene el día 28 de mayo, donde se escogerá lo que queremos ser y la persona que queremos que nos guíe en el camino de lo cotidiano.  Porque, no nos equivoquemos, lo que la ciudadanía granadina vota en las próximas elecciones es  un modelo de ciudad, un proyecto de futuro, la viabilidad y la confianza en lo realizable frente a propuestas irreales o que vayan a ser flor de un día.

Por eso no hacen falta mítines donde los hooligans te lo dan todo hecho, sino debates, contrastar opiniones desde el respeto contraponiendo modelos de progreso. Ahí, en la dialéctica del tú a tú es donde se percibirá quién tiene la ambición de porvenir que merecemos. Porque toca explicar hasta qué punto se comprometen con lo que somos por tradición e idiosincrasia y con lo que podemos ser, si nos esforzamos por conseguirlo, desde la radical independencia de anteponer los intereses de aquí a los de los mandamases apalancados en los despachos de Madrid.  Lo que somos es fácil verlo, a poco que se fijen un poco; Granada es cultura que requiere inversión, patrimonio material/inmaterial que hay que revitalizar y ubicar, turismo que requiere mejores conexiones para convertirnos en objetivo prioritario, no por cantidad de visitantes, sino por calidad y gasto que vayan a hacer en la ciudad. Y Granada puede ser también ciencia, investigación y desarrollo, un hogar de empresas, siempre y cuando seamos capaces de atraer talento y sumarlo al que ya hay –tan infravalorado- en nuestra tierra. En estas semanas que se nos vienen van a llegar soluciones para todo, la panacea en verso y habrá que elegir entre personas que han demostrado su valía y vendedores de crecepelo. Granada necesita estabilidad y, para que empiece de verdad la fiesta, hay que votar en serio.

FOTO: GRANADA HOY

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