«PUEDO PROMETER Y PROMETO» por Remedios Sánchez
El 28m aplicar la sensatez, analizar racionalmente la viabilidad de los proyectos y no dejarnos embaucar
Decía Nikita Jruschov, perplejo ante esta actividad tan entretenida y tan occidental como son las elecciones, que los políticos son aquellas personas capaces de prometer que van a construir un puente incluso donde jamás hubo un río. Evidentemente, él, durante su mandato nunca necesitó utilizar tales argucias; en dictaduras como la rusa se cambia el curso del río para que pase por debajo del puente en cuestión y santas pascuas. Pero por esos lares no y, como tenemos la costumbre de escoger a nuestros líderes cada legislatura, los candidatos andan ejerciendo de genios de la lámpara y vienen cargados de ofrecimientos para todos. Basta poner la radio o coger el periódico.
– Puedo prometer y prometo que lloverá cada martes, que quitaré los semáforos, que pienso ampliar los parques; que Granada es de la ciencia -y si no de la cultura-, que se ha terminado el paro, que se acabó la apretura. Creo que bajar impuestos es la mejor solución: aunque nos suba la deuda, peor siempre es la abstención. Garantizo diez museos y siete carriles bici; conmigo habrá más empleos y acabaré con la crisis. Lo tengo muy bien planeado con mi equipo de campaña; está todo diseñado y no es ninguna patraña.
Y así el ripio podría seguir mucho rato. Estas, o promesas similares, se pueden escuchar en cualquier rincón de España; en nuestra capital, en cada pueblo de la provincia. Demasiados aspirantes a próceres se pasan el día afirmando una cosa y luego la contraria, explicando planes que son imposibles, desdeñando la responsabilidad que implica formar parte de una lista y esquivando la obligación de ponerse de verdad al servicio de la gente.
Es legítima la ilusión de ostentar un cargo pero, quien la tenga, no puede olvidarse de que con el nombramiento vienen las obligaciones, un modelo de gestión, y todo lo que se ha prometido hay que ir, como decía Eugenio d`Ors, a la pizarra, a demostrarlo. Pero cada vez con mayor frecuencia la ineptitud, la falta de ganas de esforzarse para cumplir la palabra dada, se está volviendo una constante en esta generación de políticos que se parece poco a la que abrió los caminos a la democracia. A la de aquellos que, como el Suárez del “puedo prometer y prometo”, miraban a los ojos de los españolitos desde la televisión en blanco y negro del año 1977 y solicitaban el apoyo colectivo para asumir la tarea de transformar España. Nosotros, quienes tenemos ahora la obligación ética de acudir a las urnas por respeto a aquellos que ambicionaron un porvenir en el que cupiésemos todos y en el que pudiéramos decidir lo que pretendemos ser y cómo, debiéramos tomar conciencia de que un gesto, meter el sobre en la urna el 28M, no resulta cuestión baladí. Estamos con ello definiendo nuestras esperanzas, el modelo de ciudad en la que podemos convertirnos si perseveramos y somos capaces de tomar un rumbo firme y no irlo variando a cada rato, al albur del viento. Querer a Granada, o al lugar donde cada cual resida, tal vez sea eso en este momento: aplicar la sensatez, analizar racionalmente la viabilidad de los proyectos y no dejarnos embaucar por quienes se obstinen en vendernos que, desde el día siguiente de ganar ellos, vamos a vivir una eterna primavera.
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