EL PAIS publicó una información del primer barómetro de la Fundación Conocimiento y Desarrollo sobre la percepción de la universidad que tenían los españoles y los resultados invitan a reflexionar.

Aunque en su conjunto los encuestados valoran bien la universidad, al entrar en el detalle, el 39% afirma que no renta ni en dinero ni en tiempo cursar una carrera, aunque cualquier estudio resalta que formarse es una barrera contra la precariedad y para tener una mejor vida personal. ¿Por qué esta mala visión? El 70% de los entrevistados reprocha que es demasiado teórica y poco práctica, el 48% considera que no se adapta a las exigencias del mercado y para la mitad no ayuda a frenar la crisis climática. Y esos últimos dos datos, ahora que estoy preparando un reportaje sobre el gran nicho de empleo que supone la transición a una economía verde, me llevan a preguntarme: ¿no se amoldan las facultades a las necesidades de la empresa o son los alumnos los que no se decantan por esas titulaciones quizá por desconocimiento?

El director de la escuela de Minas de la Universidad de Cantabria, Julio Manuel de Luis, me explicaba la pasada semana que su centro cuenta con 95 plazas en primero de dos grados en Recursos Energéticos y Recursos Mineros. Llenan 50 de ellas, cuando las empresas están muy interesadas en contratar a estos titulados. Las compañías visitan la escuela, ven los perfiles de los estudiantes y les proponen en tercero y cuarto prácticas, que en muchos casos desembocan en contratos cuando titulan. Incluso las firmas se empiezan a interesar por los alumnos de segundo curso. Entonces, si un alumno busca luego encontrar un empleo —más allá de amueblar su cabeza—, ¿no debería plantearse otras opciones de carrera si las perspectivas son halagüeñas? El Gobierno calcula que en una década habrá que crear más de 400.000 puestos de trabajo en ese sector (no solo para universitarios).

Hace una década los rectores de las universidades públicas se llevaron las manos a la cabeza cuando el entonces ministro de Educación José Ignacio Wert —tras encargar un informe a un grupo de expertos— les propuso orientar más sus estudios a la empresa de cara a la empleabilidad. Los campus privados ya habían hecho el viraje con titulaciones más adaptadas a las necesidades del mercado con excelentes resultados. Ahora cualquier universidad pública hace esfuerzos por abrir cátedras de investigación con compañías de prestigio, firma acuerdos de colaboración o envían alumnos en prácticas. Algo falla en la orientación, porque aunque uno debe estudiar lo que le gusta, también necesita conocer toda la oferta.

Elisa Silió

FOTO: Campus de la Universidad Autónoma de Barcelona en Bellaterra. / CRISTÓBAL CASTRO

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