Locales, pubs y tiendas de discos conforman un itinerario ‘no oficial’ que atrae a cada vez más personas interesadas en la música granadina

Granada está de moda. La ciudad ejerce de nuevo, décadas después de la primera explosión musical, un enorme poder de atracción. No es solo que sus grupos -los renacidos 091, Los Planetas, Lori Meyers, Niños Mutantes, Eskorzo y tantos otros- se hayan convertido en referencia ineludible y protagonicen carteles a lo largo y ancho del país, es que la misma ciudad -los rincones en los que su música se ha construido y se sigue construyendo- se ha colocado en el centro del foco. La Granada rockera, la que atrajo a Strummer y vio nacer a inmortales músicos es la que despierta pasiones y son muchos los que la recorren, de tienda en tienda y de pub en pub, en un itinerario ‘underground’, fuera de la oficialidad.

«Por aquí pasan muchos; los veo con un papelito en el que llevan anotados los sitios relacionados con la música: Planta, Ruido, Amador, Peatón, el Bar de Eric… o nosotros, Bora Bora», explica Gonzalo Tafalla, confundador junto a María José de la Cruz de la célebre tienda de música de la Plaza de la Universidad. Su local se ha convertido en epicentro de la escena granadina: presentaciones de discos, conciertos, conversaciones entre vinilos y un público heterodoxo en el que se mezclan músicos, fans y visitantes han hecho que su fama se acreciente hasta el punto de llamar la atención de televisiones extranjeras. «Hace unos meses grabaron aquí unos brasileños un documental sobre la tienda y todo lo que había alrededor y alucinaron», reconoce.

Bora Bora es punto obligatorio de esa ruta, itinerario que tiene otro punto bien cercano en la calle Escuelas. Allí El Bar de Eric atrae cada vez a más gente que viene preguntando por el local que abrió el batería de Los Planetas, el lugar que acoge a más músicos de Granada por metro cuadrado. «Los bares, pubs y locales de Granada somos también oficinas de turismo», afirma convencido Eric Jiménez. El músico admite la existencia de ese tipo de turismo interesado en los sitios relacionados con los grupos granadinos. «Lo estamos viendo mucho últimamente». En su barra, acodados con una cerveza, o sentados a la mesa contemplan el mosaico de fotografías de leyendas como Enrique Morente, Kiko Veneno o Joe Strummer que pueblan las paredes y aguardan a que pasen algunos de los muchos personajes de la escena granadina que hallan aquí acomodo.

La explicación a ese interés, más allá del fenómeno fan, lo encuentra Eric Jiménez en el papel que los locales han jugado y están jugando en la historia de Granada. «La ciudad tiene un potencial musical enorme y parte de esa riqueza está en los pubs, en los bares, en las tiendas de discos; son sitios en los que fluyen las ideas y no hay movimiento cultural, no solo musical, que no tenga su origen en ese intercambio».

No solo de conversaciones estelares está plagada la historia de los bares granadinos. También de producciones míticas. «Creo que si los bares no existieran, no tendríamos discos. Así de claro. No conozco una producción que no se haya cerrado en un bar», sentencia Eric. Entre las más famosas, la de ‘Omega’. El mítico disco de Enrique Morente y los Lagartija Nick partió del interés del maestro por los rockeros granadinos y de sus contactos con ellos. «Con Enrique Morente coincidimos en el bar El Local y empecé a hacer percusiones en la barra. Me dijo: «Estas ‘pasao’ de vueltas’. Y le dije: ‘¿Eso es bueno o es malo…?’. A raíz de ahí empezamos a quedar con él para hacer cosas con Lagartija», recuerda.

Historia viva de la música

Peatón es otro de esos lugares obligatorios en esta ruta. En la calle Sócrates, a un paso de aquella Pedro Antonio que inundó de música el panorama nacional en los 80 y 90, el local es historia viva de la ciudad. Aquí se cerró, por ejemplo, el debut maquetero de los Mamá Baker y aquí finalizan los Niños Mutantes las producciones de todos sus LPs. «No hay disco que no hayamos cerrado en el Peatón; aquí hacemos la prueba de sonido, es una tradición», asegura el ‘mutante’ Andrés López.

El músico siempre ha entendido el bar como una extensión de su hogar. «Se puede decir que es como mi segunda casa», confiesa. A ello ayuda la relación afectiva que su banda mantiene con los dueños del local, Jesús y Pedro Haro, hermanos de uno de sus componentes.

Ambos regentan un local plagado de historias y que, a comienzos de los 80, era uno de esos pubs en los que bajaban del cielo aquellos ángeles con chupa de cuero. «Ahí encerraron a Joe Strummer y le obligaron a pinchar algunas canciones cuando el local pertenecía a Jose, de Producciones Peligrosas», recuerda Jesús Haro.
Arriba, Planta Baja. Tony Moreno (izquierda) y José Gustavo Cabrerizo (derecha) regentan la mítica sala de conciertos. / Abajo a la izquierda, el Bar de Éric. El local de Eric Jiménez se ha convertido en uno de los sitios de referencia para los amantes de la música. Y a la derecha, Peatón. Pedro y Jesús Haro mantienen con vida uno de los pubs míticos de la ciudad.Arriba, Planta Baja. Tony Moreno (izquierda) y José Gustavo Cabrerizo (derecha) regentan la mítica sala de conciertos. / Abajo a la izquierda, el Bar de Éric. El local de Eric Jiménez se ha convertido en uno de los sitios de referencia para los amantes de la música. Y a la derecha, Peatón. Pedro y Jesús Haro mantienen con vida uno de los pubs míticos de la ciudad.Arriba, Planta Baja. Tony Moreno (izquierda) y José Gustavo Cabrerizo (derecha) regentan la mítica sala de conciertos. / Abajo a la izquierda, el Bar de Éric. El local de Eric Jiménez se ha convertido en uno de los sitios de referencia para los amantes de la música. Y a la derecha, Peatón. Pedro y Jesús Haro mantienen con vida uno de los pubs míticos de la ciudad.

El británico es uno de esos dioses que aparecen en cada rincón de Granada. El músico trajinó en multitud de locales fascinando a aquellos jóvenes de los 80 a los que catapultó a otra dimensión. 091 y Lagartija, cuyas bases estaban en Ruido Rosa y Factoría, pasaron también por esta sala peatonal que hoy vive una segunda juventud a pesar del golpe del botellón, las discotecas masivas y la normativa que regula los espectáculos en directo. «Por aquí pasa mucha gente que le gusta la música, que quiere escuchar buenos temas y que desea conocer el pub al que vienen (o han venido) grupos como Niños Mutantes, 091, Lagartija Nick, Lori Meyers…».

 

Escenarios de leyenda

Otros puntos de enorme relevancia en la historia musical de Granada han visto también con sorpresa y agrado el despertar del interés exterior. El principal, el Planta Baja. Este local esconde el que es probablemente el escenario más legendario de la capital nazarí. En los 80 y 90 fue lugar de reunión de todo tipo de intelectuales: rockeros, poetas, actores y periodistas llenaron la sala. Lo más granado de la generación pasó por ella. Hoy ese tesoro -la sala de los Cero, Lagartija, García Montero, Alberti, Morente, Planetas y tantísimos- es el principal motivo de orgullo de sus propietarios. «Podemos decir que no hay banda granadina que no haya tocado aquí ni escritor que no haya pasado alguna vez por la sala», asegura José Gustavo Cabrerizo, más conocido como ‘Pepegu’.

El músico, miembro del grupo Eskorzo, regenta junto a su compañero Tony Moreno un establecimiento que, más de 30 años después de su nacimiento, sigue siendo el paraíso de la música. El mismo lugar que vio surgir a Los Planetas en el 93 hoy ve nacer a multitud de grupos que encuentran entre estas paredes su trampolín. «Desde hace unos años organizamos el Emergentes, que está sacando a bandas de una enorme proyección», señalan sus dueños.

La sala sigue acogiendo conciertos que mezclan los sonidos ‘indies’ con el trash, el rock o el funk. Aquí las puertas están abiertas a todos los géneros y ese afán innovador atrae por igual a profesionales de la música y a visitantes. «Viene gente de todo tipo, desde jóvenes a mayores, y lo mismo te encuentras a un músico que a uno de Cuenca… Lo importante es la música», dicen al alimón Pepegu y Moreno.

Lejos quedan los problemas con la administración a cuenta de la insonorización, aunque el camino -como admiten los propietarios- debe seguir adelante. «Tenemos la percepción de que fuera se valora más la música que aquí, pero lo lógico es que Granada poco a poco vaya entendiendo que en la música tiene un potencial enorme y que hay que encontrar un equilibrio entre los locales, los políticos y los vecinos. Si miro adelante creo que el futuro es positivo», asegura Moreno.

ADN noctámbulo

El Ruido Rosa es otro de esos rincones que atrae el interés de los amantes de la música. El mítico bar, regentado por Víctor García Lapido, sigue siendo punto de encuentro entre profesionales y fans, un lugar en el que poder charlar sobre lo último que suena.

Su ADN es noctámbulo. Al bajar las escaleras se entra en un recinto cavernario donde la música no conoce límites. Allí suenan por igual Los Módulos, el Grupo de Expertos Solynieve o Toulouse. Antaño fue territorio de los 091, una vinculación que no ha perdido , y hoy es parte también del imaginario de bandas como los Lori Meyers. Noni, voz del grupo, fue de hecho parte del staff del bar y otra cantante como Soleá Morente ha hablado en alguna entrevista del genial ambiente del Ruido. Ese lazo con la música hace que por su barra pasen, como en una procesión, muchos visitantes que buscan por igual codearse con los músicos y disfrutar de una buena cerveza.

Como el Ruido Rosa, otros bares y locales granadinos aparecen en el mapa: Discos Marcapasos (en la calle Duquesa), Subterránea Cómics (frente al Planta), el Provincias (junto a la Catedral), el Candela y el Papaupa (en el Realejo), el Soria (en Lavadero de Tablas, antes en la plaza de la Trinidad), La Porrona (en el Albaicín), Boogaclub (en Triunfo), Pata Palo y Enano Rojo (en Elvira) o Amador y Polaroid (en Gran Capitán) son otros de esos rincones ineludibles. Todos ellos, y tantos más, conforman una red que explican la música granadina y que cada vez más atrae la mirada de los que vienen de fuera buscando algo más que los monumentos históricos.

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