23 noviembre 2024

La Selectividad china bate récords de alumnos y presión: copiar acarrea siete años de cárcel

Casi 13 millones de estudiantes aspiran a conseguir una de las codiciadas plazas en las mejores universidades. Muchos centros instalan cámaras inteligentes para detectar trampas con dispositivos electrónicos

Un total de 12,91 millones de estudiantes chinos se juegan desde este miércoles su porvenir en el gaokao, el equivalente a la Selectividad en el gigante asiático. La exigente prueba de acceso a la universidad, que este año ha registrado un récord de inscripciones, está considerada la de mayor presión del mundo, no tanto por la dificultad de las preguntas, sino por lo que está sobre la mesa: para muchos jóvenes, especialmente aquellos procedentes de entornos rurales o desfavorecidos, es la única opción de ganarse un billete para ingresar en una de las universidades más prestigiosas del país, lo que se ha considerado tradicionalmente la llave hacia un futuro prácticamente garantizado.

En un momento en el que China se recupera lentamente de tres años de intensa lucha contra la covid-19, y en el que la cifra de desempleo urbano juvenil se sitúa en máximos históricos (20,4% en abril, según la Oficina Nacional de Estadísticas), la presión por obtener una puntuación cercana a 750 (la nota más alta) se ha vuelto incluso mayor que en ediciones anteriores. El incremento en el número de candidatos (980.000 más que en 2022, según el Ministerio de Educación) para tan pocas plazas (se estima que habrá menos de cinco millones) aumenta la incertidumbre entre una generación que ha crecido en medio de la prosperidad económica que trajo el vertiginoso desarrollo del país en las últimas dos décadas.

Las pruebas, que se extienden hasta este sábado en algunas provincias, serán también las más vigiladas hasta la fecha para evitar fraudes. Desde 2016, copiar en el gaokao es un crimen incluido en el Código Penal y punible con hasta siete años de prisión. Las autoridades educativas y de seguridad pública han alertado que se ha lanzado una operación especial de “tolerancia cero” hacia las trampas en el examen y, según recoge el diario Global Times, muchos centros han reforzado los controles instalando sistemas de reconocimiento facial y cámaras inteligentes para detectar dispositivos electrónicos (como teléfonos, relojes electrónicos, pinganillos o micrófonos).

Una preparación de 11 horas al día durante 4 años

Este mediodía, en la puerta del Instituto 17 de Pekín, Ning Jing corre hacia su madre, que la espera sosteniendo un ramo de flores. “Ha ido bien, ha sido más fácil que los modelos”, exclama la adolescente tras finalizar el primer examen de la jornada, el de chino. Ning Jing asegura haber dedicado alrededor de 11 horas diarias durante los últimos cuatro años para prepararse para el gaokao. Al igual que otros de sus compañeros entrevistados, lo único que tiene claro es que aspira a entrar en Tsinghua o Beida (la Universidad de Pekín). “Es muy difícil, pero hay que intentarlo”, expresa con determinación. La especialidad, en su opinión, es secundaria.

Contar con estudios superiores es motivo de orgullo social y, siendo la mayoría hijos únicos debido a la política de contención de la natalidad que rigió en China entre 1980 y 2015, sobre sus hombros están depositadas las esperanzas de sus familiares. Tanto es así que muchos padres desembolsan cientos de euros mensuales en costosas escuelas de formación extraescolar desde edades muy tempranas, una práctica tan extendida que se ha convertido en uno de los principales argumentos que muchas parejas esgrimen para no tener descendencia, el no poder permitírselo económicamente. En pos de disminuir la desigualdad ―y fomentar la natalidad―, el Gobierno prohibió en 2021 las clases particulares de asignaturas obligatorias en el plan curricular de primaria a secundaria.

“A mí me gustaría que estudiase Medicina, pero él quiere hacer algo relacionado con videojuegos o gestión deportiva”, comenta la señora Gao, ataviada con un elegante qipao rojo, traje tradicional con el que espera atraer la buena suerte para su hijo. “Ha hecho lo que ha podido. Estudiar todos estos años desde casa ha tenido consecuencias negativas para su rutina”, comparte con pesar. Los examinandos han cursado la mayor parte del bachillerato bajo estrictas restricciones anticovid, que finalizaron de forma abrupta en diciembre. “Yo creo que ha pasado más tiempo mirando Douyin [la versión china de TikTok] que un libro. No sé si podrá quedarse en Pekín”, murmura entre dientes.

La generación actual de jóvenes chinos es la más preparada en décadas, con cifras nunca vistas en el número de titulados universitarios y de ciclos formativos de grado superior. Sus expectativas, sin embargo, se ven frustradas en un mercado laboral que ofrece menos oportunidades después de los cierres durante la pandemia. El sector privado, que genera más del 80% de los puestos de trabajo en China, también se ha visto perjudicado en los últimos años por una campaña reguladora contra los sectores inmobiliario, tecnológico y educativo. La presión aumentará este verano, para cuando se espera un récord de 11,58 millones de graduados universitarios.

De acuerdo con un informe del Ministerio de Educación publicado en marzo, 5,46 millones de personas iniciaron en 2022 un grado de formación profesional, por encima de los 4,67 millones que empezaron una carrera universitaria. En los últimos meses, desde las altas esferas se ha instado a los jóvenes a dejar a un lado sus ambiciones profesionales y dedicarse al trabajo manual. El propio presidente Xi Jinping pidió en un artículo publicado en la portada del Diario del Pueblo con motivo del Día de la Juventud (4 de mayo) que se aprenda a “perseverar ante la adversidad”, y los medios estatales han aumentado la frecuencia con la que publican historias sobre jóvenes que se ganan bien la vida como repartidores, tenderos, pescadores o agricultores.

 

Inma Bonet Bailén

Participantes en el ‘gaokao’, la Selectividad china, este viernes en Shanghai.ALEX PLAVEVSKI (EFE)
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