Nos hemos convertido en una sociedad Tiktok, en la que todo dura unos segundos, lleva publicidad aparejada y pierde su valor cuando la siguiente payasada llega al relevo.

Una sociedad en la que las ideas valen nada comparadas con las ocurrencias, donde lo importante es lo aparente y no lo meditado. Una sociedad en la que la mentira tiene más valor que lo cierto y en la que donde hoy dije Diego mañana puedo cambiarlo por lo que crea que quieres oír aunque sea la falacia más enorme que en esos segundos se le ocurra a algún asesor, que, por cierto, cobra mucho más, pero muchísimo más, que cualquier investigador mileurista con dos o tres carreras que está rompiéndose la vida para encontrar una solución a alguna enfermedad que aún no tiene cura.

Una sociedad banal porque hasta ahí la han llevado algunos políticos, no todos, aquellos que hacen de cabeza de carnero como ariete para destruir lo que les estorba en su camino e imponer los intereses de quienes los sostienen. Y la ciudadanía no reacciona, al contrario, pasa horas viendo videos de Tiktok, aspira a que sus hijos sean influencers, no valoran a quienes trabajan por mejorar al conjunto, apoyan a quienes callan en sus maquinaciones y se ocultan en otros intereses.

Una sociedad que cuestiona al maestro en la escuela, que golpea al médico en la consulta, que prioriza comodidad a urbanidad y que vuelve a sentir pálpitos cuando alguien grita arengas que solo
hacen ruido, pero que a ningún sitio llevan. Y esto ha ocurrido aderezado con una pandemia, un volcán, una guerra, un cambio climático… que al parecer solo son castigos divinos para hacer caer a un gobierno.

FOTO: https://semanariouniversidad.com/suplementos/loslibros/la-mentira-en-politica/

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