Un gran abrazo de los más pequeños para alegrar Atarfe
Los alumnos de Infantil de la Sagrada Familia regalan cariño y amor a los vecinos del pueblo para espantar sus penas y problemas cotidianos a través de un proyecto solidario.
La Plaza de España de la localidad granadina de Atarfe rebosa felicidad. Más allá del ambiente en las terrazas de las cafeterías colindantes y del trajín de gente entrando y saliendo del Ayuntamiento a media mañana, más de setenta niños abrazan, cosquillean, corretean o juegan con los vecinos bajo una misma premisa. «¡SAFA reparte alegríaaaa!», chillan todos al unísono. Se trata de una jornada especial con una misión más que destacada: regalar felicidad para alegrar la vida del pueblo.
Se trata de una actividad solidaria realizada por los alumnos de Educación Infantil del colegio atarfeño Sagrada Familia. Dentro del programa ‘Jóvenes Solidarios Siglo XXI’, las clases de 3, 4 y 5 años salieron a la calle para repartir alegría entre unos 400 vecinos que necesitaban una dosis extra de serotonina este pasado miércoles 14. «Es una actividad que ha surgido de los propios niños. Les pusimos un vídeo en el que el erizo Tico les informaba de que la gente del pueblo estaba estresada y triste. Ellos mismos decidieron levantarles el ánimo con diversos premios», explicaba Manolo Montesinos, uno de los profesores responsables, a IDEAL.
Abrazos, masajes, ‘choca esos cinco’… y hasta cosquillas completamente gratis. Son algunas de las recompensas que los infantes habían preparado para repartir amor a espuertas por las calles de la localidad. «También hemos regalado girasoles de colores, flores hechas a mano o piedras decoradas con pintura», aclaraba Ángela. Con seis años cumplidos en abril, forma parte de la clase de Manolo. Junto a sus compañeros, espera detrás de su puesto a que Mari Carmen meta la mano para sacar una papeleta. Como en la feria, el premio está asegurado… ¡Abrazo!
Automáticamente, al menos diez niños se levantan como una exhalación para cumplir con su cometido y fundirse en un abrazo sincero y lleno de ternura. Una imagen que sana a cualquiera. «Soy la abuela de otro chico llamado Martín. En principio no iba a bajar hoy a la plaza, pero sabía que iba a estar mi nieto. ¿Cómo no iba a pasarme?», afirmaba la afortunada mientras mostraba orgullosa una de las rocas que había ganado minutos antes, obra de los alumnos de cuatro años. «Es una iniciativa muy divertida y alegre. El abrazo de un niño vale por todo el oro del mundo», añadía.