24 noviembre 2024

ENTREVISTA CON A. MASTROIANNI: Este psicólogo te explica por qué crees que el pasado fue mejor (pero te equivocas)

En un trabajo recién publicado en ‘Nature’, el investigador muestra que es mentira que se haya producido un declive moral. Tan solo es nuestra memoria la que nos engaña

 

«Antes podíamos dejar la puerta abierta de casa sin miedo«. Es probable que usted haya escuchado esta frase, o que la haya pronunciado. En lo que tal vez no haya reparado es que lleva circulando mucho más tiempo del que cree, mucho antes de la alerta Okupa, y que no solo se dice en España. La célebre sentencia puede oírse en las calles de Brasil, Rusia o Angola, países que tienen en común que su población considera que la decadencia moral de sus ciudadanos es un problema relativamente grave.

Quien también se hartó a escuchar la frase o equivalentes como «antes se podía confiar en los demás» o «la gente ya no se preocupa por el resto» fue el psicólogo experimental y responsable del blog Experimental History Adam Mastroianni, que decidió investigar con los datos disponibles de las últimas décadas si de verdad se estaba produciendo esa decadencia moral que anuncian los profetas del apocalipsis. Sus conclusiones son sencillas. ¿Cree la mayoría de gente en todos los países que somos peores? Sí. ¿Tienen razón? «Casi seguro que no», explica a El Confidencial.

Da igual que nos criásemos en democracia o en una dictadura, idealizamos el pasado

Para responder a esas preguntas, Mastroianni analizó junto a su compañero Dan Gilbert las respuestas que alrededor de 12 millones de personas habían dado en encuestas sobre moralidad durante las últimas décadas, de 1956 a 2017. El resultado acaba de ser publicado en la revista Nature. Si bien la mayoría de gente considera que nuestros principios morales han empeorado, las respuestas sobre el presente no han cambiado demasiado. Es decir, si le preguntásemos a alguien hace 40 años si su vecino es agradable o les ayuda, la respuesta sería muy similar a la que daría hoy. Lo cual quiere decir que nuestro problema no son los demás sino nuestra manera de recordar el pasado, lo que llaman «la ilusión del declive moral».

 

«Sospechábamos que era algo que la gente creía y en lo que seguramente estaba equivocada, y es un problema, porque si pedimos al gobierno que revierta una tendencia imaginaria, deberíamos poder decirles que no es un problema real», explica el investigador. Esta idealización del pasado ocurre en toda clase de sociedades, y no tiene relación con la historia reciente de cada país. Da igual que uno se haya criado en una dictadura o en democracia, lo más probable es que tienda a pensar que en el pasado la gente era mejor.

placeholder "Con Franco se vivía mejor". (EFE/Javier Lizón)
«Con Franco se vivía mejor». (EFE/Javier Lizón)

No es una percepción real, sino un sesgo cognitivo (o dos) que están alterando nuestra visión del mundo y, con ella, nuestras preferencias políticas o nuestra forma de comportarnos día a día.

El pasado es un lugar mitológico

El primero de los sesgos que nos hacen pensar que la gente era peor antes es el de exposición: como la gente presta más atención a los acontecimientos negativos (y los medios de comunicación estamos encantados de servírselos en bandeja), parece natural que consideremos el presente como un lugar en el que reina el crimen, la insolidaridad y la violencia. «Si sangra, manda» (if it bleeds, it leads), recuerda Mastroianni en relación al famoso principio periodístico.

No se trata únicamente de la prensa. Si te encuentras con un conocido, lo más probable es que te cuente lo malo que le ha pasado a él o a sus conocidos. El efecto «al amigo de un amigo lo atracaron el otro día, cada día estamos peor». «Nos enteramos de las cosas malas que les ocurren o que hacen los demás», recuerda el investigador. «Cuentan mentiras. Roban. Se matan. Así que el mundo parece un lugar peligroso». Esto ocurre solo con los desconocidos. Cuando se pregunta a alguien por su entorno inmediato, familiares, amigos o compañeros, estos siguen siendo tan buenos o mejores que antes. El infierno son los demás.

«Percibimos el presente con detalle y el pasado, como una caricatura»

El segundo sesgo es el de la memoria. Si hacemos un seguimiento de las cosas que le ocurren a alguien y cómo les hace sentir, al cabo de un tiempo tanto lo positivo como lo negativo se atenúan, pero esto último lo hace mucho más rápido. «Si en tu día te rechazan para bailar en la función del colegio te puedes sentir muy mal, pero seguramente veinte años más tarde te hará gracia», explica Mastroianni. «Si te cogieron, lo más probable es que te sintieras muy bien y décadas después seguramente aún guardes un buen recuerdo». Siendo proverbiales: no hay nada que el tiempo no cure.

El mejor ejemplo es el de la música. Aunque las encuestas suelen señalar que la mayoría de la gente considera que los grandes artistas de hoy son tan buenos como los grandes artistas del pasado, también aseguran que la música antigua, especialmente en los sesenta y en los setenta, era mejor. La razón es que hemos olvidado todos esos grupos olvidables (valga la redundancia) que encabezaban las listas de éxitos y nos hemos quedado con lo mejor. «Cuando hoy miramos las listas, no sabemos qué música superará el paso del tiempo y cuál no, mientras que pensamos que en el pasado todo eran los Rolling Stones«, recuerda. «Percibimos el presente con detalle y el pasado, como una caricatura».

placeholder No toda la música del pasado era como los Rolling Stones. (EFE/EPA/Clemens Bilan)
No toda la música del pasado era como los Rolling Stones. (EFE/EPA/Clemens Bilan)

La combinación de estos dos sesgos nos hace pensar que el pasado fue siempre mejor. Por un lado, seleccionamos la información negativa del presente para conformar una visión del mundo actual oscura y, por otro, suavizamos el pasado con la perspectiva del tiempo. Un cóctel peligroso.

Cuatro mitos

El trabajo desmiente otros lugares comunes:

1) No se trata de una lucha de generaciones. Cuando se pregunta a los encuestados sobre su opinión de los demás, no suelen cargar las tintas únicamente contra los más jóvenes, sino más bien, hacia la gente en general. En otras palabras, la investigación muestra que no solamente pensamos que las buenas personas han sido sustituidas por otras peores, sino que la gente buena se ha ido envileciendo con el paso del tiempo. «Pero no solemos referirnos a los que conocemos, que de hecho consideramos que son mejores personas que hace quince años», añade Mastroianni.

«Tendemos a pensar que el declive empezó cuando nacimos»

2) Los jóvenes también lo piensan. No, no son solo las generaciones mayores las que creen que la gente es cada vez peor. La razón, explica Mastroianni, es que «tendemos a considerar que el declive moral empezó en el momento en el que nació, lo que sugiere que aunque lo que podría pasar es que hemos escuchado cosas muy buenas sobre el pasado, son los recuerdos los que cambian. Todo antes de que llegásemos al mundo era bueno porque no lo vivimos, pero nuestros recuerdos tienden a cambiar».

3) Las cosas no cambian tanto como pensamos. Uno de los problemas de nuestra percepción sobre el pasado es que tendemos a sobrevalorar los cambios que se producen, pero en realidad, las encuestas muestran que nuestras opiniones tienden a mantenerse estables a lo largo del tiempo. «Es lo que llamamos una ilusión de foco, en la que nada es tan importante como lo parece cuando pensamos en ello», responde el investigador. «Es imposible tener en mente todos los detalles del mundo al mismo tiempo, así que tienes que centrarte en algo. Por ejemplo pensamos que todo es distinto porque existen las redes sociales, pero el resto de cosas que hace la gente siguen siendo las mismas que hace 30 años. Nos levantamos, nos duchamos, nos cepillamos los dientes. Vale, también miramos Facebook o Twitter, pero es solo una pequeña parte de nuestro tiempo».

placeholder Hay cosas que nunca cambian. (Pixabay)
Hay cosas que nunca cambian. (Pixabay)

4) En el pasado no todo era tan simple como nos parece. Tendemos a pensar que hace décadas todo era más sencillo, pero esto puede deberse a un sesgo cognitivo que hace que conozcamos el pasado a través de estereotipos. Piense en series como Cuéntame que resumen año a año la historia española a través de sus grandes acontecimientos, que seguramente tenga claros, e intente pensar cuáles seleccionaría usted de este mismo año. «Por eso la gente piensa siempre que vivimos en momentos únicos y sin precedentes, porque los percibimos con pleno detalle y vemos todo lo que ocurre, lo bueno y lo malo, mientras que el pasado está definido por un puñado de cosas buenas y un puñado de cosas malas».

No tienes ni idea del pasado

A Mastroianni no le preocupan solo nuestra incapacidad de recordar el pasado con precisión y no ser capaces de admitirlo sino, sobre todo, las consecuencias que esto puede tener en nuestro presente. Esto tiene claras implicaciones políticas: «La gente es sensible a las afirmaciones que señalan que vivimos una época dorada que pasó pero a la que se puede volver, y que son muy poderosas porque sugieren que es posible un futuro mejor», explica. «Teníamos algo bueno que hemos perdido pero lo podemos recuperar».

«No me extrañaría que esto fuese así también en la Antigua Roma o el Renacimiento»

A lo largo de la historia, los poderosos (o los que aspiran a hacerse con el poder) se escudan en que ellos son los únicos capaces de devolvernos a esa época dorada. La realidad es que probablemente nunca hubo un pasado dorado, que los tiempos pretéritos no eran tan diferentes a los actuales. Según esta visión del mundo, prosigue Mastroianni, hubo un momento en el que pulsamos el botón equivocado, y por lo tanto tan solo hace falta volver a darle al interruptor para que todo vuelva a ir bien. «En 2015 una encuesta mostraba que la mayoría de americanos querían que el gobierno hiciese algo para detener la descomposición moral del país, y en ese momento había muchos problemas, pero ese no era uno de ellos».

No se trata tan solo de la política, sino de la manera en que las personas se relacionan con su entorno. La nostalgia por un pasado mejor puede hacer que nos comportemos de manera que terminemos creando ese oscuro presente que en realidad no existe. «Si piensas que antes podías confiar en la palabra de la gente y ahora no, probablemente te haga un poco más cauto en la manera en que tratas a los demás, y eso puede generar esa clase de profecías autocumplidas«, explica Mastroianni. «Aunque no veo evidencias de que esto sea así, es plausible que si tratamos a los demás con sospecha, todos actuemos de manera más sospechosa».

placeholder En la Antigua Roma también eran muy de criticar a los demás.
En la Antigua Roma también eran muy de criticar a los demás.

El investigador también considera que es posible que esta distorsión se haya producido en todas las épocas de la historia del hombre. «Ojalá tuviésemos encuestas de la Antigua Roma o de la Florencia renacentista para responder esa pregunta, porque lo que sí que tenemos son las afirmaciones de gente de aquella época, que no podemos saber si era solo una minoría enfadada o el sentir general», responde. «Pero no me sorprendería fuese así, porque aun sin medios de masas la gente siempre ha hablado de forma negativa de lo que no conoce de forma directa, como de las intrigas palaciegas o de los reyes, y la memoria siempre ha funcionado igual».

¿Es posible cambiar esta tendencia o se trata de algo consustancial a la condición humana? «Cambiarlo sería difícil porque en sí mismo no es malo, es adaptativo y útil, tan solo tiene este efecto colateral», recuerda el psicólogo. «Una manera de atenuarlo sería explicar a la gente que debería ser un poco más escéptica cuando ve estas afirmaciones y darse cuenta de que llevamos escuchando esta historia desde hace miles de años, así que deberíamos inventarnos otra. Deberíamos ser un poco más modestos acerca de nuestro conocimiento del pasado. Está bien no tener ni idea de qué pasó.

Héctor García Barnés

FOTO: El investigador Adam Mastroianni.

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