Violencia vicaria y violencia de género institucional: «un laberinto perverso contra las madres»

Un estudio de la Asociación de Mujeres Psicología Feminista pone de manifiesto «la desprotección de los hijos e hijas de padres agresores. Una realidad que requiere acciones urgentes».

La violencia vicaria, término acuñado por Sonia Vaccaro, psicóloga clínica y forense, coautora del estudio, es un fenómeno que afecta a mujeres en todo el mundo, y España no es una excepción. Este tipo de violencia es la que se ejerce un hombre violento, sobre los hijos y las hijas con la intención de dañar a la madre.

Puede ir desde manifestaciones verbales tendentes a deteriorar la imagen de la mujer ante sus hijos/as hasta las agresiones físicas, y el asesinato y el secuestro y desaparición de las niñas y los niños. Un estudio realizado por la Asociación de Mujeres Psicología Feminista, con la colaboración de varias asociaciones de ámbito nacional y financiado por el Ministerio de Igualdad, Delegación de Gobierno contra la Violencia de Género, concluye que este tipo de violencia tiene «consecuencias graves y duraderas, tanto para las madres como para los hijos e hijas involucrados».

Los niños y niñas que son víctimas de violencia vicaria sufren daño psicológico, emocional y, en los casos más extremos, pueden enfrentar situaciones de violencia física directa e, incluso, ser asesinados o llevados a cometer conductas autolesivas.

«La situación se agrava porque las instituciones, lejos de protegerles, facilitan el acceso y el contacto del maltratador» a los hijos e hijas

Según el estudio, difundido por la asociación en una nota de prensa, «la situación se agrava porque las instituciones, lejos de protegerles, facilitan el acceso y el contacto del maltratador a ellos». Esto se deduce al conocer que el 58% de las madres habían interpuesto una denuncia por violencia de género, pero solo en un 12% se establecieron medidas de protección hacia las hijas y los hijos. Este porcentaje refleja el alto nivel de desprotección en que se deja a las hijas e hijos de las madres que denuncian al progenitor por violencia de género.

Sonia Vaccaro asegura que «hay una connivencia perfecta entre las dos formas de violencia, Violencia Vicaria y Violencia de Género Institucional, y no podrían existir por separado». Añade que esos tipos de violencia son posibles porque «las instituciones lo permiten». La manera en que lo hacen es la siguiente: «Por una parte, los tribunales defienden el derecho del ‘páter familia’ a quien el Derecho Romano, hace 25 siglos, otorgaba la potestad del dominio sobre el hogar y la prole. Por otra parte, disocian el delito sobre la mujer de sus efectos sobre los hijos e hijas».

En el 98% de los casos, los agresores hablan mal de ellas delante de las hijas o hijos y se inventan relatos que el niño o la niña no pueden comprobar, acerca de que la madre no los quería cuando eran pequeños/as o antes de nacer

El estudio muestra que «la violencia vicaria ataca donde más duele a las madres: en la relación materno-filial». En el 98% de los casos, los agresores hablan mal de ellas delante de las hijas o hijos y se inventan relatos que el niño o la niña no pueden comprobar, acerca de que la madre no los quería cuando eran pequeños/as o antes de nacer.

De este estudio se desprenden otros datos preocupantes, como el hecho de que el 82% de las entrevistadas manifiesta haber recibido amenazas en relación con dañar (o hacer desaparecer) a sus hijas o hijos. Una de las más habituales es la de impedir verlos. De hecho, el 80% imposibilita el contacto con la madre cuando los hijos están con él. Ante todo esto, el estudio advierte que la amenaza, es la primera señal de aviso claro de la violencia vicaria. 

La investigación se ha llevado a cabo a través de un muestreo de encuestas y entrevistas a mujeres, y es en ese contacto directo con las madres donde reside su mayor fortaleza.

A partir de este estudio, se podrán desarrollar herramientas, intervenciones y evaluaciones de riesgos para mejorar los estándares de protección hacia las madres y sus hijas e hijos, una necesidad que se incrementa después de la separación de un hombre violento.

A continuación, se señalan otras conclusiones del estudio: 

  • La violencia vicaria se identifica e intensifica cuando la madre inicia (o plantea) la separación con el agresor. Cuando un hombre violento no ejercer poder y control sobre ellas, lo hacen a través de las hijas e hijos, utilizándoles para seguir haciendo daño a la madre. Dentro de las consideradas como negligencias básicas, es destacable que el 81% de las mujeres, expresó que los agresores no se hacen responsables de las obligaciones escolares o interrumpen rutinas de sueño y alimentación (86%) o tratamientos médicos (72%) cuando las hijas o hijos están con él.
  • Los procesos judiciales terminan empobreciendo a las madres. Los datos del estudio muestran un empobrecimiento del poder adquisitivo de las madres y, por tanto, en su solvencia económica, una vez iniciados los procesos judiciales para proteger a sus hijas e hijos, ya que son procesos que se alargan durante años, como los iniciados por el impago de pensiones (el 57%) o por el pago de la parte correspondiente de la vivienda (el 70%). Al empobrecimiento de las madres también influye la violencia de género institucional, al no actuar las instituciones con la diligencia debida.
  • La criminalización de las madres. Los resultados muestran que las madres son cuestionadas en su rol materno, tanto por el agresor como por las instituciones. La mayoría (el 88,2 %), tiene que recurrir al ámbito privado para obtener los informes que precisa para defenderse y proteger a sus hijos e hijas, a pesar de ser solicitados en el ámbito público. El mayor obstáculo al que se enfrentan en este sentido es la falta de autorización paterna.
  • Un maltratador NO es buen padre. Con respecto a las características del agresor, destaca que el 71% de las madres manifiesta que ellos tienen un historial de comportamientos adictivos, con y sin sustancias. Un hombre violento, que deshumaniza a sus hijas e hijos para utilizarlos como objetos contra la madre, que los priva del contacto con ella y no antepone el bienestar de las criaturas a sus rencores, jamás podrá ser un buen padre.
  • La violencia vicaria se extrema manteniendo el régimen de visitas a maltratadores qué, a su vez, quebrantan las medidas de alejamiento. Analizando y profundizando en la situación de violencia de género vivida por las madres, es necesario señalar que los agresores se saltaron las medidas de alejamiento y, a pesar de ello, esto no se tuvo en consideración a la hora de valorar la suspensión del régimen de visitas y, en su caso, una retirada de la custodia.
  • Las instituciones y/o profesionales que intervienen carecen de formación especializada en la temática de violencia de género y/o violencia vicaria. En relación con las custodias de las hijas e hijos, los datos reflejan que cerca de la mitad de las madres no tiene la custodia exclusiva de sus hijas e hijos. En el 79% de los casos, fue retirada de forma abrupta y sin preparación previa de la criatura, y en el 39% se retiró por vía administrativa con la intervención de Servicios Sociales. Este último dato se asocia a la valoración que las madres hacen de la respuesta institucional de dicho servicio, siendo uno de los peores valorados, después de los juzgados o las diversas instancias judiciales.
     
    IndeGranada
    FOTO: Detalles de los carteles de una concentración
    http://www.elindependientedegranada.es/ciudadania/violencia-vicaria-violencia-genero-institucional-laberinto-perverso-madres.
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