La increíble aventura del auténtico inventor del futbolín
No podía jugar al fútbol: había quedado malherido cuando se desplomó un edificio de Madrid abatido por un bombardeo. Tampoco podía correr la mayoría de los jovencitos que se restablecían, como él, en el hotel Colonia Puig de Montserrat durante la Guerra Civil española.
A Alejandro Campos Ramírez, un gallego de 17 años con muchas ideas, se le ocurrió que, igual que existía el tenis de mesa, podría haber fútbol de mesa; así podrían jugar al fútbol los niños heridos.
Le pidió a su amigo Francisco Javier Altuna, carpintero de profesión, que construyera el fútbol de mesa que había diseñado. Así nació el futbolín, un juego ahora esparcido por el mundo, con campeonatos, ligas y federaciones.
Es un juego tan popular que le han surgido varios padres. Además de Alejandro –que adoptó el apellido Finisterre porque se crio allí: su padre trabajaba como radiotelegrafista en el faro– hay varios inventores que se atribuyen la idea del futbolín, como el británico Harold Searles Thornton, el francés Lucien Rosengart o los alemanes Broto Wachter –que dijo inventarlo en 1930, pero su versión no incluía muñecos que recrean a los futbolistas con realismo, como los que ideó Finisterre– y Fritz Möhring, creador del juego Knall den Ball (‘golpea la pelota’).
Hoy en día hay unanimidad en que el auténtico creador del futbolín fue Alejandro Finisterre, un tipo, además, con una vida regada de increíbles aventuras.
Alejandro patentó el futbolín y otra idea genial: un pasapáginas para partituras que se accionaba mediante un pedal, en Barcelona en 1937. Pero perdió la documentación de las patentes durante su periplo al exilio. Tras una temporada en Francia se mudó a Ecuador, donde trabajó como editor y poeta, su gran vocación. Finisterre escribía versos y publicaba los de otros exiliados, fue miembro de la Real Academia Galega y albacea de León Felipe.
También vivió en Guatemala, donde se dedicó a vender futbolines y se comprometió a llevar a México unos papeles de contenido político. Pero lo pilló de lleno el golpe de Estado del coronel Castillo Armas y unos agentes españoles lo capturaron y lo metieron en un avión rumbo a Madrid.
Secuestro de un avión
Durante el vuelo, Finisterre fue al baño del avión, cogió el jabón, lo envolvió en papel de aluminio y salió gritando «soy un exiliado español» y amenazando con detonar la bomba que sostenía en la mano. Protagonizó uno de los primeros secuestros aéreos de la Historia. Logró que el avión aterrizara en Panamá y de allí marchó a México, donde editó más de 200 títulos de exiliados españoles guatemaltecos y mexicanos. Luego, durante la Transición, regresó a España; reivindicó a León Felipe; vio la expansión de su futbolín rescatado por fabricantes valencianos; y registró 50 inventos, como el juego Hundir a la Flota. Finisterre murió a los 87 años declarado como el verdadero padre del futbolín. Así lo reconoció el generoso obituario que le dedicó el periódico The Guardian.
Bicicletas y utilitarios
Según la revista belga Le Soir Ilustré, el padre del futbolín es el francés Lucien Rosengart, que diseñó el juego para entretener a sus nietos. Rosengart fue un inventor muy ocurrente: patentó el cinturón de seguridad y la tracción delantera en los coches, ideó piezas para ferrocarriles y bicicletas e incluso un cohete militar. En 1927 abrió su propia fábrica de automóviles: el primer modelo fue un auto pequeño, precursor de los utilitarios.