¿Cómo será la moda del futuro? Diez innovaciones que algún día vestiremos
Si hemos de creer lo que nos muestra el cine, nos encaminamos irremisiblemente hacia una humanidad en pijama. Tal vez porque en los últimos siglos nos hemos desprendido de aditamentos aparatosos como gorgueras, chorreras y miriñaques, uno de los patrones “más importantes y recurrentes” en los atuendos del cine futurista es un simple mono.
Según la experta en moda y cine Esther Yance, profesora de la Universidad de Arte y Diseño Parsons de París. Yance explica que esta imagen de la moda futura basada en una prenda uniforme, “igual para hombres y mujeres”, se remonta a la ciencia-ficción de la década de 1930, con películas como Just Imagine (David Butler, 1930) en Estados Unidos, Cosmic Journey (Vasili Zhuravlyov, 1936) en la Unión Soviética, o Things to come (William Cameron Menzies, 1936) en Reino Unido.
En torno a 1939, los diseñadores estadounidenses hacían sus apuestas sobre cómo sería la moda en el cambio de milenio. Bajo el título Eva, año 2000, un documental de British Pathé exponía las propuestas: vestidos que se transformaban para distintos momentos del día, confecciones con materiales metálicos o transparentes y la tecnología incorporada rudimentariamente a la vestimenta en forma de cinturones eléctricos para calentarse o linternas en la cabeza. Al hombre se le imaginaba ataviado con un esperpéntico mono; eso sí, muy práctico, con teléfono, radio y bolsillos ad hoc.
Al ser humano le gusta soñar con el mañana y la moda no es ajena a este ejercicio de especulación. Sobre todo porque nuestra puerta principal hacia esas ensoñaciones, el cine futurista, debe vestir a sus personajes de alguna manera y eso ha hecho que en cada época se reflejara nuestra visión de la moda futura. El estudio de este género permite recopilar las predicciones que en su día fueron y las que aún son. Respecto a las primeras, Yance destaca que “hubo aciertos”. Como ejemplo, “la indumentaria que el astronauta de 2001: Una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968) lleva mientras se entrena en el interior de la nave. Hoy, durante las largas estancias en la Estación [Espacial] Internacional, los astronautas se visten también con camisetas y pantalones, casi como si estuviesen en su propia casa”, menciona esta experta.
Frente a esta visión más actual y cotidiana, muy a la altura de una ficción científica seria como fue la película de Kubrick, los diseñadores han tirado de todo tipo de recursos a la hora de ejercer como visionarios. El uniforme, incluso en el traje formal, ha marcado las propuestas de una imagen más austera. “La estética de líneas simples y colores neutros representa una parte del cine futurista”, dice Yance. Pero junto a esta sobriedad aparecen otras líneas que abundan en fantasía, como Brazil (1985) de Terry Gilliam (Monty Phyton) o la saga Los juegos del hambre. El carácter cíclico de la moda, que recicla y refunde modelos del pasado, también ha encontrado su hueco en una estética “basada en el pastiche, entendido como un conjunto de elementos procedentes de tiempos o culturas distantes”, apunta Yance, poniendo como ejemplo otro icono del género: “En Blade Runner (Ridley Scott, 1982) los personajes se construyen a partir de prendas sacadas del pasado (gabardinas y abrigos inspirados en las formas de los años 50) que a su vez conviven con otros que visten prendas derivadas de la vanguardia contemporánea (medias rotas y pelos teñidos procedentes del punk)”.
Y cómo no, la electrónica también está presente, como un avance de eso que hoy se conoce como tecnología ponible (wearable technology). “Otro de los patrones más recurrentes es el uso de cascos, gafas y cables que conectan al individuo con otros mundos virtuales u otros tiempos (pasado-futuro)”, señala Yance, citando como ejemplo típico The Matrix, de Andy y Lana Wachowski (1999). Pero si hay un aspecto en el que la innovación está muy presente en la moda, no es en algo tan visible como cascos y gafas; la novedad va por dentro, en los tejidos y materiales.
También en este campo el cine futurista nos mostró el camino antes de que lo hiciera el progreso real: “El cine mostró estos trajes antes de que la televisión retransmitiese la llegada del hombre a la Luna”, afirma Yance. “Destination Moon (Irving Pichel, 1950) fue la primera película estadounidense en vestir a los astronautas con la hoy clásica escafandra, aunque los rusos ya lo habían hecho antes en Cosmic Journey (Vasili Zhuravlyov, 1936)”. Es en los atuendos de los astronautas donde encontramos por primera vez los guiños hacia los tejidos del futuro. “Las condiciones tan adversas del espacio obligaron a crear tejidos que protegiesen a los astronautas del impacto de micrometeoritos, por ejemplo”, precisa la experta.
En resumen, no sabemos qué estilos nos traerá la moda del futuro, y ni siquiera Yance se atreve a aventurar una predicción: “Esto es algo regido por reglas muy arbitrarias”. Desde luego, a ningún responsable de vestuario cinematográfico del siglo XX se le ocurrió jamás que los jóvenes de comienzos del XXI llevarían los pantalones un palmo por debajo de los calzoncillos, aunque podríamos aceptar los bolsillos hacia fuera de Regreso al futuro II (Robert Zemekis, 1989) como una atinada parodia. En cambio, en el apartado de nuevos textiles sí se pueden apuntar tendencias. “Supongo que en el futuro esos nuevos tejidos basados en la nanotecnología estarán mucho más presentes en la vida cotidiana”, predice Yance. “Al mismo tiempo, tal y como aventura la ciencia ficción, creo que habrá grupos que vistan prendas hechas con estas últimas tecnologías y otros que vistan second hand, es decir, los restos desarmados de estas tecnologías; quizás estos harapos del futuro estén hechos de fibras que cambien de color o que generen calor automáticamente y te digan hola”.
He aquí diez innovaciones, algunas presentes o al alcance de la mano y otras más fantásticas, que nos depara la tecnología textil, incluso sin que a veces seamos conscientes de lo que se esconde en el grosor de la capa de ropa sobre nuestra piel.
1. CALCETINES QUE PINCHAN LAS BACTERIAS
Los productos antibacterianos se han convertido en algo habitual en los estantes del supermercado, pero ¿cómo lograr este efecto en la ropa que se lava una y otra vez? La respuesta es integrar el componente antimicrobiano en la propia trama textil. El sistema Aegis Microbe Shield, perteneciente a la compañía Microban, consiste en unos micropolímeros que forman parte de la prenda y que actúan como diminutas espadas, pinchando las bacterias y destruyéndolas por acción mecánica, sin perder actividad ni funcionalidad durante toda la vida del tejido. Marcas como Adidas, Nike o Reebok emplean o han empleado esta tecnología.
También en el campo de los antimicrobianos, otro posibilidad son los tejidos que contienen metal. Según Javier R. Sánchez, catedrático de Escuela Universitaria en Ingeniería Textil de la Universidad de Salamanca, “cualquier vestimenta con fibras de base metálica o acabados de tipo metálico es antibacteriana”. Sánchez destaca que esta tecnología tiene especial aplicación en el ámbito sanitario, donde se requieren condiciones asépticas. “Por ejemplo, existen trajes de hospital con un hilo recubierto de plata por cada diez hilos, suficiente para impedir el crecimiento microbiano”.
2. PRENDAS QUE CALIENTAN
Desde que el ser humano comenzó a vestirse, sabemos que un tejido grueso nos aísla del frío. Ya conocemos la existencia de prendas térmicas como el famoso Thermolactyl de la francesa Damart, que supera los 60 años de vida (nació en 1953) y que se basa en el calor producido por el frotamiento de la piel contra la ropa por un efecto llamado triboelectricidad. El Thermolactyl se desarrolló como una mezcla de tejido acrílico y rhovylon, entonces llamado rhovylactil, una fibra sintética de cloro o clorofibra, derivada del PVC (policloruro de vinilo) e inventada por Rhovyl, entonces una filial de la compañía Rhône Poulenc. Aún de antes (1941) data el PET (tereftalato de polietileno), desarrollado para abrigar a los soldados británicos en la Segunda Guerra Mundial y que desde 1976 se emplea para envases de bebidas como las botellas de agua que utilizamos a diario. Por la misma época el PET comenzó a aplicarse a la fabricación de lo que conocemos como forros polares, como el Polartec. La ventaja de esta fibra es que puede crearse a partir del reciclaje de envases, pero no es transpirable y se funde al fuego.
3. O ENFRÍAN
Contra el frío podemos abrigarnos, pero ¿qué hay del calor? Para este caso se diría que la mejor prenda es ninguna. Afortunadamente, la tecnología de los llamados tejidos inteligentes viene a suplir este hueco gracias a las microcápsulas PCM, siglas en inglés de Material de Cambio de Fase. Consiste en un material, envuelto en una membrana, que es capaz de pasar de sólido a líquido o viceversa en un rango de temperaturas próximo a la corporal. Según Sánchez, que ha investigado en el campo de las PCM, “establecen una barrera, hasta ciertos límites, entre el cuerpo y el medio ambiente”. “Te pones una camiseta deportiva y, cuando empiezas a sudar, se funden los alcanos (parafinas con entre 18 y 20 carbonos), absorbiendo el calor latente de fusión sin cambiar de temperatura, tomando así el calor que le sobra al cuerpo. Si luego te sientas en un banco del parque y empieza a hacer frío, las microcápsulas empiezan a congelarse y sueltan el calor latente de fusión, cediéndolo al cuerpo”. Sánchez precisa que el sistema funciona mejor con cambios de temperatura bruscos.
La NASA se interesó por estos materiales en la década de 1980 para proteger los instrumentos de las naves espaciales, pero posteriormente quiso incorporarlos también a sus trajes espaciales, sobre todo a los guantes. Para este fin, la compañía Triangle Research and Development Corporation desarrolló microcápsulas de PCM aptas para tejidos, que hoy comercializa la empresa Outlast bajo el nombre de Thermocules.
FOTO: Outlast. Imagen al microscopio de microcápsulas de cambio de fase
Sánchez señala que los soldados españoles destinados en Irak llevaron PCM en sus uniformes, y que esta tecnología se ha extendido no solo a los atuendos deportivos o militares, sino a terrenos más domésticos como la ropa de cama o las tapicerías de automóvil.
Otra tecnología utilizada para regular la temperatura corporal es la de los llamados materiales con memoria de forma, “un campo muy prometedor”, dice Sánchez. Consiste en tejidos plásticos con bolsas de aire que aumentan de volumen con el frío para proporcionar más aislamiento al cuerpo, o con poros que se abren con el calor para facilitar la transpiración. La marca de ropa de montaña Mammut comercializa prendas de abrigo confeccionadas con un material con memoria de forma llamado c_change que reacciona al sudor, permitiendo la evaporación sin perder la impermeabilidad a la lluvia. La tecnología Sphere React de la marca deportiva Nike se basa en un principio similar.
4. ROPA QUE HUELE, RELAJA O CAMBIA DE COLOR
Algunos tejidos llevan componentes que no se ven, pero sus efectos sí saltan a la vista, el olfato o el tacto. Son muchos los productos que hoy se pueden microencapsular para incorporarlos a la tela: aromas como lavanda o limón, aloe vera u otros cosméticos, o incluso pigmentos que cambian de color con la luz, la temperatura o la humedad. Las aplicaciones de estas tecnologías son más recreativas que útiles, pero cuentan con el inconveniente de que los aromas y las cremas deben liberarse para actuar, por lo que su duración es limitada. En el caso de la ropa crómica, los colorantes utilizados envejecen, por lo que dejan de funcionar con el tiempo.
La microencapsulación es también un terreno propicio para la venta de prendas con presuntas propiedades beneficiosas o cuasimilagrosas, como tejidos adelgazantes, anticelulíticos, retardantes del vello, inmunoestimuladores o que ejercen los pretendidos efectos saludables de la aromaterapia —un concepto que se ha extendido sin suficiente aval científico que lo respalde—. La puerta está abierta para toda clase de proclamas de dudosa fiabilidad. En los últimos años han aparecido y desaparecido del mercado algunos de estos cosmetotextiles, por ejemplo, prendas con aloe vera. “Hay productos que científicamente defraudan y dejan de producirse”, sentencia Sánchez.
5. ELECTRÓNICA PARA LLEVAR
Pensar en ropa con dispositivos electrónicos incorporados y que además se pueda lavar es hoy algo fácil de imaginar, pero que sería impracticable de no ser por dos avances: la miniaturización y la flexibilidad. Ya no es necesario tender cables a través de las costuras, sino que se pueden emplear polímeros textiles conductores de electricidad que pueden conectarse con dispositivos variados. Sus aplicaciones son diversas, desde las más prácticas a las puramente lúdicas. Entre estas últimas se incluye la ropa luminiscente, con LEDs o fibra óptica, o incluso con pantallas flexibles que pueden cambiar el diseño mostrado a voluntad del usuario. Un ejemplo divertido es la camiseta para jugar al Tetris inventada por el luxemburgués Marc Kerger con motivo del 30º aniversario del popular juego.
En opinión de Sánchez, en esta tecnología ponible está uno de los campos más calientes de la investigación textil, y es el de la ropa biométrica, que recoge datos biomédicos del cuerpo. La principal innovación consiste en que ya no es necesario acoplar electrodos a la prenda, sino que estos forman parte del tejido mediante circuitos electrónicos en miniatura que se imprimen con tinta. Aún queda comprobar si estos productos rompen la barrera del laboratorio para llegar al mercado o si se quedan en el camino. Casos de esto último ya existen: la compañía californiana Vivometrics desarrolló la camisa Life-Shirt, que vigilaba 30 parámetros del organismo y soportaba más de 100 lavados, y cuyo uso estaba principalmente destinado a los soldados en el campo de batalla o a las fuerzas de seguridad en misiones arriesgadas. Sin embargo, el producto ya no se encuentra a la venta.
FOTO: Vivonoetics. Imagen promocional de Life-Shirt
Sánchez apunta el caso de una prenda similar fabricada en su día por la multinacional holandesa Philips: «Era una chaqueta que medía el pulso y la temperatura». El alto precio impidió que el producto progresara comercialmente, pero la campaña fue publicitariamente muy rentable para la marca.
Una apuesta en este campo es la de la empresa española Nuubo, que ha patentado una camiseta con electrodos textiles capaces de capturar el electrocardiograma del usuario y transmitirlo por vía inalámbrica a un ordenador que vigila las constantes. Pero este desarrollo ya cuenta con ideas competidoras, como la israelí HealthWatch Technologies, la canadiense Hexoskin, o incluso el gigante estadounidense Ralph Lauren, que el pasado verano presentó la camiseta de compresión Polo Tech, diseñada para el campeonato de tenis US Open, pero que la marca del caballo quiere llevar a la ropa de calle.
Con todo, esta tecnología aún tiene sus limitaciones; la principal es la fuente de energía, que aún requiere coser baterías a la ropa. En el caso de la camiseta de Ralph Lauren, la empresa OMsignal, responsable del invento, ha logrado empaquetar la pila, el emisor Bluetooth, un acelerómetro y un giróscopo en una cajita negra del tamaño de una tarjeta de crédito, pero esta debe llevarse acoplada a la camiseta por unos viejos corchetes de presión. Las soluciones a esto están también en marcha. Los investigadores trabajan en tecnologías que aprovechen la energía solar o incluso la producida por el movimiento del usuario, no solo para alimentar los dispositivos incorporados a las prendas sino incluso para recargar teléfonos móviles, ordenadores y tabletas.
6. NANOTECNOLOGÍA ANTIMANCHAS
Al pasar de lo micro a lo nano, es decir, a la escala del átomo, es posible manipular las superficies para lograr polímeros de nanofibras o materiales recubiertos de nanopartículas. Entre las aplicaciones de la nanotecnología textil que más se manejan están los tejidos antimanchas y los que repelen el agua. Estos últimos permiten obtener prendas impermeables que se alejan de la típica apariencia plástica de los tejidos tradicionales. Por otra parte, las superficies rugosas a escala nanoscópica no dejan penetrar la suciedad, por lo que se mantienen siempre limpias. Los ingenieros experimentan con nanotubos de carbono integrados en el tejido para confeccionar ropa ligera y resistente que no se ensucia, pero el precio de esta tecnología aún la hace inviable como artículo de consumo.
7. ROPA QUE NOS CURA
Las aplicaciones médicas están en el punto de mira de la investigación textil, ya que la ropa inteligente puede ayudar a la dispensación de medicamentos o la cicatrización de heridas, por citar dos ejemplos. La empresa de prendas deportivas Lurbel ha desarrollado un calcetín que, aseguran, promueve la coagulación y la regeneración de la piel en las heridas, evitando además las infecciones.
FOTO: Lurbel. Uno de los calcetines Regeneractiv comercializados por la firma
También se ensaya la impregnación de los tejidos con hidrogeles, polímeros capaces de absorber gran cantidad de líquido y liberarlo de forma controlada. A uno de ellos, el quitosano, derivado de la quitina que recubre el cuerpo de los artrópodos y que en su versión industrial se extrae de las gambas, se le atribuyen propiedades cicatrizadoras y antimicrobianas. Otro campo en desarrollo añade a las prendas biométricas la posibilidad de reaccionar aportando elementos de absorción tópica que el usuario necesite, como ciertos medicamentos.
También en el terreno de la ropa saludable, se investiga con tejidos conductores que pretenden actuar como barrera electromagnética, actuando como una pantalla a las radiaciones de los aparatos que utilizamos. “Hay que ver si científicamente se sostiene”, advierte Sánchez. El catedrático apunta que otra aplicación de estos tejidos es servir de pantalla de dentro hacia fuera: “La marca italiana Soliani presentó una tienda de campaña con aplicaciones militares que evita la intercepción de las señales”. Algunos fabricantes proclaman virtudes antiestrés para las prendas conductoras; “habrá que verlo, pero en cualquier caso no tiene sentido si no hay una toma de tierra para descargar la electricidad estática”, comenta Sánchez.
8. IMITANDO LO DE TODA LA VIDA
La tecnología textil juega con la idea de sustituir las fibras tradicionales por otras sintéticas que consigan la misma apariencia y textura, evitando la huella medioambiental de las explotaciones agropecuarias. La seda natural se ha logrado imitar produciendo fibras sintéticas de sección triangular y de distinto grosor, mientras que la texturización por aire del poliéster forma microrrizos que confieren al tejido un tacto similar al de la lana. Entramos así en el campo de la biomimética: la imitación de la naturaleza en el laboratorio.
Una novedad en biomimética textil es la fibra que imita la tela de araña. En 2013 la compañía japonesa Spiber, nacida en la Universidad de Keio, presentó Qmonos (del japonés kumo-no-su, tela de araña), una fibra artificial basada en la seda de la araña. Para su debut, la empresa mostró un vestido de fiesta azul eléctrico confeccionado con ese tejido, que los investigadores han logrado fabricar cultivando bacterias modificadas para producir fibroína, una de las dos proteínas principales que constituyen la fibra de las arañas y los gusanos de seda.
FOTO: Imagen distribuida por Spiber. Vestido Qmonos
En su web, la compañía afirma: “Se piensa que una tela de araña hecha de hilos de un centímetro de espesor podría detener un avión Jumbo en vuelo. Las sedas de araña más duras son siete veces más resistentes que las fibras de aramida, utilizadas en los chalecos antibalas. Al mismo tiempo, la seda de araña es superligera, ya que pesa la sexta parte que el acero y un 40% menos que la fibra de carbono”. Spiber espera lanzar una producción piloto en 2015 y después escalarla para fabricar 10 toneladas al año. Sus aplicaciones son muy diversas, desde piezas de coches hasta vasos sanguíneos artificiales.
9. ¿PARA CUÁNDO UNA CAPA INVISIBLE?
Aunque parezca solo un producto de la imaginación, lo cierto es que la capa de invisibilidad es un activo campo de investigación en la física que estudia los metamateriales, un tipo de componentes con una estructura superficial muy compleja a escala microscópica y que son capaces de conferir trayectorias extrañas a los rayos de luz o a otras ondas que inciden sobre ellos. El objetivo de los físicos es doblar la luz alrededor de un objeto para ocultar éste a la vista y mostrar sólo el fondo, un propósito que no parece sencillo.
FOTO: Wikimedia Commons. Capa de camuflaje óptico desarrollada por Susumu Tachi
Uno de los principales obstáculos consiste en que, para doblar la luz de la manera adecuada, la trama del material debe ser más pequeña que la longitud de la onda. Esto es algo difícil de lograr con las ondas tan cortas de la luz visible, ya que requeriría una escala nanométrica. Hasta ahora se ha conseguido con ondas más largas, como las microondas, un principio demostrado en 2006 en la revista Science. Al año siguiente, otro experimento lo hizo con luz visible, pero solo en dos dimensiones y a tamaño microscópico. Otros intentos más recientes han logrado ocultar grandes objetos pero solo en una dirección, o incluso en varias direcciones pero utilizando un sistema de lentes en lugar de materiales que puedan adaptarse para vestir.
La capa de invisibilidad que podamos colgarnos de los hombros es todavía un logro pendiente, pero en 2009 el físico inglés John Pendry, pionero de los metamateriales, prometió que sería una realidad en diez años. Lo cierto es que más allá de los posibles usos recreativos de esta soñada prenda del futuro, existen también otros intereses menos lúdicos que promueven estas investigaciones. Por ejemplo, en el campo del camuflaje militar se estudian los metamateriales acústicos con el fin de hacer los barcos o submarinos invisibles al sónar.
10. ASÍ SERÁ LA MODA EN MARTE
En un repaso a la moda del futuro, no puede faltar una mención sobre lo que vestiremos cuando el ser humano se lance por fin a la conquista de otros planetas. El momento no está tan lejano: ya se plantean misiones de regreso a la Luna o de exploración de Marte para las próximas décadas. Hoy existen sofisticados atuendos para lucir en las pasarelas extraterrestres con seguridad. Pero otra cosa es la comodidad, y hay una diferencia entre desenvolverse en microgravedad –la de la órbita terrestre- o en una gravedad menor que la nuestra pero considerable, como ocurriría en la Luna y en Marte. El mayor reto es la necesidad de mantener una presión atmosférica artificial dentro del traje, lo que da a los astronautas actuales esa aparatosa apariencia de muñecos Michelin.
Buscando mejorar la vestimenta espacial, un equipo de investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts liderado por la ingeniera Dava Newman trabaja en el desarrollo del Bio-Suit, un traje que sustituye la presión de gas por la mecánica y que se ciñe al cuerpo como una segunda piel, al estilo de las mallas de los superhéroes.
FOTO: Wikimedia Commons. Un traje Bio-Suit, comparado con un traje de astronauta convencional
El Bio-Suit, para el que los ingenieros del MIT han contado con la colaboración de la compañía italiana de atuendos para motoristas Dainese, funciona con una especie de ligamentos artificiales que se ajustan en respuesta al calor cuando el traje se conecta a una fuente de alimentación. Estos falsos músculos están fabricados con una aleación de níquel y titanio que posee efecto térmico de memoria, un material que recuerda y recupera su forma original al calentarse. “Con los trajes convencionales, estás dentro de un globo de gas que te suministra la presión necesaria de un tercio de atmósfera para mantenerte vivo en el vacío del espacio”, explica Newman. “Queremos obtener la misma presurización, pero mediante contrapresión mecánica, aplicando la presión directamente a la piel”. La ingeniera destaca que las grandes ventajas son la movilidad y el bajo peso, pero otro beneficio evidente es la seguridad: con los trajes actuales, un pinchazo en el espacio es algo mucho más serio que en la carretera.
JAVIER YANES (EL HUFFINGTON POST)