“LA CANCIÓN DEL COLEGIO” por Remedios Sánchez
Cuando llega septiembre, el otoño se acerca con pasitos pequeños, un olor fresco de primeras lluvias alborota los atardeceres de septiembre y los colegios se llenan de alegría y cantan. Por fin termina el tiempo de silencio que fue agosto, esa soledad infinita de pasillos largos vacíos donde sólo respondía el eco y, los patios, recién enjalbegados, reciben a los habitantes de los recreos que, poco a poco, van reencontrándose entre abrazos o bien estableciendo vínculos de amistad que luego serán eternos. Albricias. Ya están aquí los niños y niñas, todavía con los ojos dormidos llenos de la inmensidad del mar o del verdor de los árboles donde cantan los pájaros escondidos hasta el atardecer y que, ahora, deberán acostumbrarse a la disciplina de los horarios, tal vez en un lugar diferente que tendrán que colmar de preguntas, de risas, de juegos y de ilusiones.
Esta primera semana algunos están un poco intranquilos porque todo es nuevo y hay que orientarse, organizarse en este universo que es el cole para aquellos niños que, a punto de cumplir seis años, ya son mayores y se incorporan a Primaria. Alguien debería decirles que no deben preocuparse; sólo hay que tener paciencia y conocer un secreto: los maestros verdaderos tienen un poco de magos y comprenden que se necesita un poco de tiempo para adaptarse. Hace mucho que estos docentes les explicaron que educar es una vocación que funciona si se desempeña desde el entusiasmo que da el conocimiento, sí, pero únicamente si se hace con cariño y dedicación. Por eso, a los niños que llegan mirándolos a los ojos, les sonríen cómplices, sabiendo que tienen una responsabilidad importantísima en la que no se puede fallar y que implica tratar a cada uno con la delicadeza que se merece y construirle, de esta manera, un universo habitableen la escuela, un espacio donde la gran fortuna que es aprender resulte una tarea grata y compartida. Y, como colaboradora imprescindible, tenemos la biblioteca escolar donde han esperado impacientes todo este largo verano los cuentos maravillosos con sastrecillos valientes o habichuelas mágicas que crecen y crecen hasta esconderse entre las nubes; o los poemas de piratas atrevidos que surcan mares donde la luna riela entre olas de plata y azul…
Decía mi maestra que los niños no son cántaros que se llenan sino luces que se encienden y tenía razón. Esas luces serán las que iluminen la verdad del mundo futuro, las que salven a algunos adultos de la monotonía que supone haber perdido la capacidad de imaginar, de soñar un porvenir distinto, tan transgresor y libre como aquella‘Gramática de la fantasía’ de Rodari. Nuestros flamantes aprendices no lo saben aún, pero en sus manos párvulas se guarda el porvenir de los adjetivos y las rimas, el valor de las sumas o las multiplicaciones, la posibilidad de cambiar la Historia evitandorepetir errores o la de descubrir misteriosos peces con forma de luna, prístinos arrecifes de coral o calamares gigantes allá en las aguas frías y profundas de los océanos. Hay mil aventuras que deben vivir (sin prisa, despacito) y habrá que procurar que cada instante resulte extraordinario, irrepetible e inolvidable cuando se les quede grabado en la memoria. Que esas monedillas de oro que son las palabras les sirvan para encontrar un camino de plenitud y esperanza.