10 diciembre 2024

Andan por ahí seguros de que todo les pertenece, de que la pleitesía hacia sus egos es una obligación ajena, de que no han de pedir porque todo les es dado.

Caminan por caminos de oro, en lo material, porque así paga esta sociedad a quien un día trabajó bien por ella. Pero los destellos de tanto brillo ciegan hasta las mentes más lúcidas, y dejan de ver que la evolución va más allá de grabar mensajes orales en un guasap.

Cuando quienes ahora muerden la mano que los alimenta, que los ha alimentado, sencillamente han dejado de tener derecho a los derechos. Saben que otros vendrán a resolverle sus problemas, si es que los tienen, que otros los adularán, porque precisan de la adulación para levantarse cada día, que otros les colgarán los cuadros en sus paredes porque hay quien necesita permanentemente poner los cuadros ajenos para tener algo ajeno donde mirar, porque lo propio perdió su valor entre otras razones porque ellos colaboraron en su destrucción. Y siguen caminando con pingües ingresos por lo que fueron e hicieron sin hacer nada, por no hacer nada.

Es el agradecimiento ganado, amparado y que debiera desaparecer en el momento justo en el que estas gentes encuentran o le son ofertados otros ingresos muy superiores a los que reciben de todos nosotros. A veces el silencio traslada el más poderoso mensaje, y además puede mostrar una sonrisa cómplice  que se rompe al mostrar unos dientes que muerden la mano que los alimenta que además fueron pagados por quien en su día los aplaudió.

FOTO: Antonio Rodríguez Agüera