Lola Herrera: la actriz y el otoño
El otoño se nutre de los recuerdos del verano anterior. El otoño desconfía del invierno que le va a suceder. Con recuerdos y desconfianzas está elaborada la comedia ‘Adictos’, que el viernes pasado, recién estrenado el otoño, se representó en el Centro Medina Elvira de Atarfe, totalmente abarrotado de público.
Al frente del reparto una actriz en su mejor otoño: la incomparable Lola Herrera. Arropada, en sus recuerdos y desconfianzas, por otras tres mujeres que la enaltecen sin ella sombrearlas: Ana Labordeta y Lola Baldrich, actrices que le dan acertada réplica sobre el escenario, y Magüi Mira, esta vez directora, la que aplaudimos el año pasado en este mismo Centro encarnando a Molly Bloom.
Una vez más la actriz supera la comedia. Texto y argumento son bastante pobres, manoseando una vez más temas futuristas coagulados a base de terrorismo, organizaciones secretas y regímenes genocidas. Cuando el tremendismo suena más que la translucidez de los personajes uno ha de apararse en la interpretación de esa mujer de pelo plata, dirigida por otra de similar joyel.
La directora está a punto de naufragar en el tedio de lo visto a diario en televisión, con ese bombardeo de diapositivas, que no por tremendamente veraces también cansan, debiendo aquilatar que el teatro, arte, debe alquitarar la noticia y no reciclarla como desperdicio. Pero Lola, con su comedida y breve interpretación, subyuga nuestras miradas y concita nuestros afectos. Principio y final vestida de otoño, añadiendo a sus níveas guedejas un atuendo del color que pronto tomarán, a golpes de foliolos, los pavimentos del bosque. Muy acertados los micrófonos personales, para que no se pierda un átomo de lo dicho. Muy lúcido el decorado que propone un crucigrama de blanca opacidad, con escaques perfectamente ordenados, para un argumento que pretende gustar atrincherado en el desorden de datos, al menos inicial. Y la cama como cuarta protagonista. La cama sobre que se pare y se muere. La cama sobre la que se place y se sufre. Sobre su leonado colchón, Lola revide al Hans Castorp de ‘La Montaña Mágica’ logrando escapar de aquella prisión hospitalaria gracias al recuerdo, al seso cuerdo, que sigue cosechando para Lola tantos aplausos como los oídos el viernes en el teatro atarfeño.
Andrés Molinari
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