Estamos inmersos en lo que Israel ha llamado su 11-S particular. Algo que cambiará el mundo. Y no será a mejor.

‌El castigo colectivo a la población civil es el arma a la que Israel nos ha acostumbrado desde hace demasiado tiempo en Gaza y esta vez, espoleado por el ataque brutal de Hamás, se dispone a llevarlo hasta sus máximas consecuencias. “Sin electricidad, sin comida, sin combustible”, es la orden del gobierno de Netanyahu para bloquear totalmente la franja y asfixiar a Hamás. Según sus palabras, su reacción va a cambiar Oriente Próximo.

‌Sus tropas bombardean Gaza y han recuperado territorios que los islamistas habían ocupado en Israel. En respuesta, Hamás ha amenazado con el arma más poderosa que hoy tiene en su mano: los rehenes. Asegura que ejecutará a uno en público por cada nuevo bombardeo.

‌Algo feo ha pasado en Europa: La UE, que es la principal donante de Palestina, anunció ayer que suspendía las ayudas. Pero rectificó después por el malestar de varios países, entre ellos España. No es cuestión de castigar a la población civil. Nosotros, al menos, no.

BERNA GONZÁLEZ HARBOUR

FOTO: Un niño herido en el campo de refugiados de al-Shati, en Gaza. / Ali Jadallah/Anadolu Agency via Getty Images

 

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