3 diciembre 2024

«Pueblos de Granada: pobres de pedir» por Agustín Martínez

En pleno siglo XXI y viviendo en un supuesto Estado de bienestar, no podemos aceptar situaciones como estas de la pobreza.

En mi lejana infancia los pobres se catalogaban por categorías. Mi abuela rezaba por los pobres que recorrían los caminos, para que sus plegarias los protegieran de la lluvia y del frío, como si, quizás tuviera razón, fuera siempre invierno. Eran los pobres de pedir, los que demandaban limosnas en las calles y en las plazas. Y en aquel país en blanco y negro, lleno de escaseces y miserias, acudían a casa de mis abuelos los pobres de los viernes, personas que no eran mendicantes pero no rechazaban un litro de aceite o de leche, un paquete de azúcar o arroz. Eran pobres de solemnidad que no evitaban un comportamiento que evidenciara su tremenda dignidad.

Pues con unas cuentas décadas más y cambiando el pobre individual, por el municipal como sujeto de la pobreza, el Instituto Nacional de Estadística nos ha dado una hostia de esas de las que es difícil recuperarse. Andábamos en Granada encantados de conocernos con nuestras cumbres europeas, nuestra inteligencia artificial, nuestro acelerador de partículas, con la universidad top y un turismo imparable y con eso de que somos la ciudad de la innovación, la tecnología, la música, la patria de Lorca y la de Manuel de Falla, etc, etc, cuando los bolivarianos del INE, nos han puesto frente al espejo y nos han bajado del guindo. Resulta que nueve de los treinta municipios más pobres de España, son granadinos, entre ellos dos de los tres más pobres. Semejante ranking sonrojaría a Fray Leopoldo de Alpandeire y le obligaría a hacer más horas extras que un reloj, pero no parece inmutar a Juanma Moreno, en cuyo territorio se produce semejante escarnio.

Según los datos del Atlas de Distribución de Renta de los Hogares dado a conocer el pasado lunes, el pueblo español con menor renta disponible es el sevillano Palmar de Troya, con 7.299 euros por habitante. A continuación aparecen dos municipios granadinos: Albuñol (7.371 euros) e Iznalloz (7.540 euros). Pero es que a renglón seguido figuran otros 27 de todo el país, entre los que hay otros siete de nuestra provincia. Son, por orden inverso a su riqueza disponible: Gualchos, Fuente Vaqueros, Zafarraya, Deifontes, Montejícar, Ugijar y Pinos Puente. En la lista aparecen, además, otros 14 municipios del resto de Andalucía.

Paradójicamente, la ciudad de Granada es la capital andaluza con más renta disponible, con una renta medida per capita de 14.035 euros. Le siguen, según el INE, Cádiz (13.608), Jaén 13.148, Sevilla (13.085), Córdoba (12.448), Málaga (11.902), Huelva (11.791) y Almería (11.789). Me barrunto que miles de granadinos capitalinos estarán buscando debajo de las piedras donde están sus 14.000 euros anuales, más que nada porque, según el mismo estudio, algunos de sus barios apenas si llegan a los 4.600 euros.

Semejante panorama haría saltar todas las alarmas en cualquier administración con la más elemental vergüenza torera, pero lamentablemente eso ni ha ocurrido, ni ocurre y mucho me temo que tampoco ocurrirá en Granada. Dicen los sesudos analistas que estos datos no deberían sorprendernos, porque reflejan una situación que viene desde hace mucho tiempo y eso es cierto, lo que no solo no es justificación, sino un agravante, por ser incapaces de evitar que las zonas más pobres de nuestra provincia lo sigan siendo «per sécula seculórum».

¿Saben ustedes la «reacción» de la Diputación provincial ante semejante vergüenza? Pues ni más ni menos que incluir a las ciudades de Granada y Motril, entre las beneficiarias del reparto de remanentes de la institución que supuestamente debe prestar ayuda a los municipios más pequeños y desfavorecidos de la provincia ¡Con un par!

Los Estados modernos suelen tener Gobiernos que impiden que la pobreza se convierta en pandemia, que los ciudadanos se instalen en la exclusión, existiendo mecanismos de protección social de los que no debemos abdicar, aunque la pobreza amenace con extenderse imparable. Pues bien, o el nuestro no es un Estado moderno, o a nuestros gobiernos les ha importado un carajo que las buenas gentes de Albuñol, Iznalloz, Gualchos, Fuente Vaqueros, Zafarraya, Deifontes, Montejícar, Ugijar y Pinos Puente, sean pobres de pedir como lo fueron sus abuelos y por lo que de nuestros gobiernos dependa, también lo serán sus nietos.

En pleno siglo XXI y viviendo en un supuesto Estado de bienestar, no podemos aceptar situaciones como estas, como tampoco volver al ejército de mendigos recorriendo los caminos del hambre en un invierno perpetuo, ni a tener que llamar a la puerta de los viernes para demandar una barra de pan, porque si nos resignamos a esa realidad, es que pobres de pedir, somos todos.

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