Cuando la única patria conocida era la infancia en aquella España donde los televisores se acostumbraban al color, el juego de moda era “Hundir la flota”.

Provistos de lápiz, papel cuadriculado donde visualizar los aciertos o fallos y un tablero del mar organizado en escaques numerados para situar dos escuadras de guerra, el asunto consistía en ir eliminando los buques rivales aplicando habilidad estratégica y un poco de suerte. Y, así, entre risas y gritos de agua, tocados y hundidos se pasaban las tardes de sábado. Ahora, treinta y muchos años después y previo a la elección del nuevo gobierno que presidirá Pedro con el apoyo, entre otros, del partido de Puigdemont, los hijos de la democracia vemos con preocupación cómo empiezan a usarse términos como “lawfare” (o judicialización de la política), sin que nadie se vaya a renglón seguido al juzgado más cercano a ponerle la correspondiente denuncia al magistrado prevaricador. Porque resulta peligroso eso de mezclar los tres poderes que tan claramente define la Constitución (ejecutivo, legislativo y judicial) sin que haya una respuesta no sólo de un partido centenario y garante de la democracia (que es el PSOE) sino del resto de ideologías, que se han echado a las calles porque resulta más mediático y calientan más los ánimos las algaradas con antidisturbios de fondo.

Junts ha conseguido las concesiones económicas previsibles pactase con quien pactase, pero ha logrado añadir tres cuestiones muy sensibles: la amnistía que en su día y cuando se aplicó el artículo 155 no quiso aceptar de Rajoy (véase la prensa de aquel tiempo), un relator internacional para un problema interno en proceso de disolución y que parezca que el prófugo Puigdemont le tuerce el brazo al Estado de Derecho. Y nos lo tuerce, sí, pero no tanto como se ha dado a entender, porque lo que dice el documento sobre un posible nuevo referéndum es que PSOE y Junts están de acuerdo en que no están de acuerdo y que, para llegar a un posible entendimiento, van a seguir hablando. Esto es: que hemos pasado de Karl Marx a Groucho Marx, aunque con el problema gravísimo de la imagen del Napoleón gerundense explicando su versión delirante del pacto que tiene poco parecido con la realidad.  

Los sanchistas (porque esto va más de Pedro Sánchez y su habitual modo de proceder que del PSOE) no han sabido explicar bien que todo es un trampantojo para que los secesionistas entren al redil de los votos necesarios de investidura. Es decir, patada hacia adelante y, después, Dios proveerá porque el futuro, como decía mi abuelo, nadie lo ha visto. Pedro cree que su baraka es eterna y, con la prepotencia habitual, ha puesto encima de la mesa el modelo que tenemos asumido de España en vez de las figuritas de los barquitos. Es decir, la peor opción para el socialismo español que debe empezar a plantearse el porvenir desde las bases para reconstruirse y ver cómo sobrevivir a un líder que, como tiene ya la cabeza en otros lares, prefiere ignorar la épica. No se dan cuenta ni Sánchez ni sus escuderos/aplaudidores Bolaños, Montero o el ignoto Cerdán de que es el género literario que mejor nos caracteriza desde los tiempos del Cid, representado fielmente en la máxima de Méndez Núñez de que más vale honra sin barcos que barcos sin honra

foto: https://www.antena3.com/noticias/espana/puigdemont-arremete-sanchez-desafia-que-rajoy-tengan-valor-reactivar-euroorden_201802055a78ca170cf2389f9cc9c9a9.html

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