«MURIÓ JOSÉ MARÍA CASTILLO» por Juan Santaella
Se ha ido como vivió, sin hacer ruido, con esa humildad suya tan frecuente entre los sabios
José María Castillo, jesuita, teólogo y catedrático de Teología Dogmática en Granada, ha muerto. En 1980 fue apartado de la enseñanza de los cursos de grado, y en 1988 se le retiró la ‘venia docendi’, porque Juan Pablo II, más conservador, no compartía su doctrina. El 13 de mayo de 2011 fue investido doctor honoris causa por la Universidad de Granada.
Pepe Castillo se ha ido como vivió, sin hacer ruido, con esa humildad suya tan frecuente entre los sabios. Su visión de la Iglesia se forjó en el Vaticano II, al que acudió como perito personal del cardenal Tarancón. Allí debatió con los grandes teólogos y ayudó a la jerarquía eclesiástica a desmontar la teología preconciliar y abrir la Iglesia a los nuevos tiempos.
Cuando fue apartado de la enseñanza, los jesuitas lo trasladaron a la Universidad de El Salvador, para que siguiera ejerciendo su magisterio junto a su entrañable amigo Ignacio Ellacuría. Con el tiempo, como afirma José Manuel Vidal, «él comprendió que su Compañía no podía ir más allá en su pulso con Roma, pues sabía que sus libros, sus conferencias y sus entrevistas eran utilizadas por sus enemigos para atacar a los jesuitas, por lo que Castillo iba madurando la idea de abandonar la Compañía». Lo hizo en 2007.
Desde entonces voló solo, siguió comprometido con los pobres y con la teología popular. En esta etapa, y hasta su muerte, tuvo la suerte de encontrar la compañía de una mujer insuperable, Margarita, que lo acompañó en su andadura, le curó sus heridas, lo enseñó a amar, y lo cubrió de cariño para que siguiera entregado a su obra.
Nuestro teólogo distinguió siempre entre la religión, cuyo único objetivo es lograr la otra vida; y la vivencia del Evangelio, cuya finalidad es humanizar ésta. Jesús no fundó una religión. ¿Cómo iba a fundarla el más odiado por la religión y los religiosos de su tiempo? ¿Qué peligro vieron en su mensaje? Que antepuso la vida de la gente a los ritos y a las normas que la religión y el poder exigían.
José María, teólogo de renombre mundial, profeta de su tiempo y excelente persona, siempre fue un intelectual crítico, como ya los había habido en la Compañía de Jesús: el Padre Mariana, Baltasar Gracián, Francisco Suárez… Expulsado a los márgenes de la Iglesia, al final, gracias al papa Francisco, pudo recibir el reconocimiento que se le había usurpado. El Papa lo llamó a Santa Marta el 18 de abril de 2017 y le dijo: «Leo con mucho gusto sus libros, que hacen mucho bien a la gente». Castillo, emocionado, le regaló sus dos últimas obras: ‘La humanización de Dios’ y ‘La humanidad de Jesús’. Tras un saludo efusivo, el teólogo bromeó: «Santidad, somos dos jesuitas sin papeles». El Papa sonrió la ocurrencia. Al salir de Santa Marta, Castillo afirmó: «Tenemos que apoyar a este Papa; es una bendición de Dios».
Ojalá los cristianos sigamos la máxima de Pepe Castillo: «Mientras la Iglesia no ponga el Evangelio en el centro de la vida, el cristianismo no aportará la solución a este mundo». Descansa en paz, amigo Pepe, teólogo de los pobres, admirador y servidor del Evangelio de Jesús, al que entregaste tu vida y tu prestigio.
JUAN SANTAELLA
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