La filósofa María Zambrano Alarcón fallecía el  6 de febrero de 1991. María fue la primogénita de Blas Zambrano y Araceli Alarcón, ambos dedicados a la enseñanza. 

María Zambrano nació en 1904 en Vélez-Málaga. Fue discípula de Ortega y Gasset y una de las pocas mujeres que figuraron en los círculos intelectuales masculinos con voz propia. Critica el racionalismo que condena todo lo que no es explicable desde la razón: la poesía, la mística, el mito y las religiones, y apela a un saber intuicional que llama razón poética

María empezó sus estudios de bachillerato en 1913 en el Instituto de Segovia. Después se trasladó a Madrid para matricularse en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid. Empezaba entonces una vida intelectual que la llevaría a conocer a Ortega y Gasset, Luis Cernuda o Camilo José Cela. Mientras preparaba su tesis doctoral, La salvación del individuo en Spinoza, María trabajó como profesora en la Universidad Central y el Instituto Cervantes. Empezó a escribir artículos en distintas revistas en 1928. Dos años después se publicaba su primer libro, Horizonte del liberalismo.
 
En 1936 se casó con el historiador Alfonso Rodríguez Aldave. Poco después de contraer matrimonio, la pareja se marchó a vivir a Chile donde Alfonso había sido designado secretario de la embajada de España. En 1937, regresaron a España para ayudar a los republicanos que luchaban en la Guerra Civil. María fue nombrada Consejera de Propaganda y Consejera Nacional de la Infancia Evacuada. Desde 1939 hasta 1984, María Zambrano vivió en Francia, Italia, Cuba, Puerto Rico, dedicada a la escritura de su amplia obra y a dar cursos y conferencias.

En 1984 nuestra filósofa regresó a España tras ser operada de cataratas en la clínica ginebrina de Beaulieu y se instaló en Madrid, ciudad de la que ya apenas saldría. Comienza una nueva etapa de actividad intelectual dedicándose a la reedición de obras ya publicadas y a la escritura de numerosos artículos, pero apenas siete años más tarde, el 6 de febrero de 1991, muere y es enterrada en el cementerio de Vélez-Málaga entre un naranjo y un limonero, habiendo dejado tras de sí un legado maravilloso.

Como decíamos antes hablando del análisis de M.ª Teresa Montes Sampedro, Zambrano nos muestra a la Antígona que fue juzgada por amor al prójimo, a su hermano, y que fue capaz de dar lo más valioso que tenía: su vida. Entendiendo bien a Sófocles, gracias a María, vemos a una Antígona de gran riqueza espiritual y fuerte sentido del deber, que solo pretendía cumplir con la ley escrita en el corazón: dar sepultura a los muertos y cumplir con los ritos del enterramiento, y que como ella, no podemos obedecer a los hombres si eso implica desobedecer las leyes «que llevamos escritas en el corazón, leyes que nadie sabe cuándo empezaron a existir, pero que todo el mundo conoce desde siempre».

María Zambrano, junto a tantos otros investigadores, poetas, matemáticos y escritores, se sacrificó con el exilio por la libertad de su patria, igual que Antígona daría la vida por el deber. Sin embargo, en esta tesis vemos también que María Zambrano rechaza la idea de una Antígona que muere ahorcándose en su cueva a favor de la mujer joven que en La tumba de Antígona está entre la vida y la muerte, y «nos engendrará la conciencia al ser humano, una vida ofrecida por los demás».

La filosofía es una preparación para la muerte, y el filósofo, el hombre que está maduro para ella (María Zambrano

 
La extensa obra de María Zambrano fue reconocida con muchos galardones, como el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades o el premio Cervantes.
 
La Revolución de las Invisibles. Mujeres en la Historia de España
 
FOTO: https://www.huellasdemujeresgeniales.com/maria-zambrano/
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