«Muerte súbita» por Juan de Dios Villanueva Roa

Casi sin pedir permiso Alexéi Navalni se ha muerto.

Putin no ha hecho nada, salvo detenerlo por no ser de su cuerda y pretender gobernar Rusia, su Rusia, por enfrentarse a él y no resignarse (¡Ay la resignación!) a quedarse fuera de su país y pretender cambiar las cosas. Ser dictador es lo que tiene, que no gustan ni los carnavales ni tener oposición. Mandas a quienes no se signan ante ti y los tuyos a las prisiones árticas, a que se desmayen de frío y se mueran sin sentir el calor de los suyos. Y Navalni se ha muerto a pesar de los esfuerzos que hicieron algunos que estaban allí por si vivía. Y estamos en el siglo XXI, este en el que las guerras son cada vez más brutales (las guerras siempre han sido brutales, incluso las interiores entre los que apuestan por la vida y quienes apuestan por vivir como reyes con la muerte de los demás).

Y ahí están los países más desarrollados, mandando cohetes al espacio y vendiendo armas a quienes luchan contra los más débiles para quitarles lo que es suyo. Los que ganan con esto se ponen de perfil y solo sacan la mano para recoger beneficios, y generan debates sobre chorradas que solo son humo de colores para distraernos a los demás, que tampoco queremos mirar y nos convencemos de que no podemos hacer nada, y así nos centramos en nuestros propios males mientras los dictadores justifican su presencia en el mundo matando literalmente a quienes no les rezan y se atreven a toserles. Navalni, los ucranianos, los palestinos y tantos otros sin corresponsales de guerra. Esto es lo de siempre, pero con Internet.

FOTO: ZUMAPRESS.com / Cordon Press

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