24 noviembre 2024

¿Existe sexismo en la ciencia?

Análisis sobre la desigualdad en los ámbitos académicos y de la investigación científica.Instigadoras de distintos ámbitos y en diferentes momentos de sus carreras académicas, tres de la UGR y una granadina que trabaja en la Universidad de Nottingham, reflexionan acerca del papel de la mujer en la ciencia y de los datos sobre el peso específico que tienen ‘ellas’ en las instituciones científicas.

En España, menos del 20% de las posiciones estratégicas en laboratorios están ocupadas por mujeres.

El 27 de mayo de 2015 se dio un hito sin precedentes en el contexto universitario granadino al ganar las elecciones al Rectorado de la Universidad de Granada (UGR) Pilar Aranda, primera mujer que accedía a este puesto en los cinco siglos de vida de la institución. La victoria fue abrumadora, con un 67,8 por ciento de los votos. El hecho (que nunca debería dejar de sorprender) de que la UGR no haya tenido una mujer al mando en cinco siglos de historia parece un buen reflejo de la situación de desigualdad de la mujer en los ámbitos del academicismo y la investigación científica.

Así, durante 2015 también se conocían otros datos menos alentadores en cuanto al peso con el que cuentan las mujeres en la investigación, un ámbito crucial para las universidades. Según datos del estudio She Figures de la UE, las mujeres son mayoría entre estudiantes y licenciadas universitarias pero a partir de este punto, su presencia comienza a menguar y sólo una de cada cinco profesionales investigadoras es mujer.

La Universidad de Granada refrenda algunas de las cifras de este estudio europeo. Según la Memoria del Curso 2014/2015 la presencia de mujeres que estudian en la institución educativa es superior a la de los hombres, 30.351 por 22.058, es decir, el 57,9 por ciento de los estudiantes son mujeres. Ahora, si bien las cifras que presenta la UGR son mejores que las genéricas del estudio europeo, la línea que marcan los datos es parecida. Cuando se fija la mirada en personal investigador de la Universidad de Granada, el porcentaje de mujeres cae hasta el 40,9 por ciento (3.218 mujeres por 4.637 hombres).

Para algunas investigadoras, la rigidez de las estructuras universitarias tienen buena parte de la responsabilidad. María Belén Pastor, doctoranda de tercer año en Nutrición y Ciencia de los Alimentos considera que las instituciones universitarias “deben jugar un papel más importante en este problema social” puesto que “la desigualdad de género es una pandemia con un complejo trasfondo político que no se solventa solo con el fomento de la igualdad desde las instituciones”. Aunque también implica a las mujeres “trabajadoras, paradas y estudiantes” en la responsabilidad de “romper las dinámicas machistas”.

María Belén Pastor, doctoranda de tercer año en Nutrición y Ciencia de los Alimentos.

Por su parte, Emilia Fernández-Ondoño, del Departamento de Edafología y Química Agrícola, redunda en las “rígidas estructuras en los departamentos, laboratorios, en el gobierno” como un problema para el acceso de la mujer a la tarea investigadora. Aunque reconoce que lentamente “han ido modificándose”, señala que “aún queda mucho por hacer y pensar como hacerlo bien. Esta flexibilidad también es una reivindicación de Beatriz Olmos, investigadora en el Departamento de Física y Astronomía de la Universidad de Nottingham (Reino Unido), que cree “que se debe apoyar más a las mujeres en hacernos iguales donde no lo somos” por medio de “becas flexibles”, financiación para “guarderías, pagar viajes de niños a la hora de ir a una conferencia” entre otras medidas.

Otro estudio que se hacía público en septiembre de 2015 explicaba que el 63 por ciento de los encuestados españoles consideraba que las mujeres no valen para ser científicas de alto nivel . Algunas de las razones que se exhibían eran que les falta interés por la ciencia, perseverancia, espíritu racional, sentido práctico y espíritu analítico, entre otras.

Las investigadoras hacen una lectura “absolutamente machista”  de esta encuesta “basada en criterios que nada tienen que ver con el mundo científico”, señala Tania García Arévalo, doctora en Estudios Semíticos de la Universidad de Granada. Una entrevista “fruto de las estrategias que posee el sistema patriarcal” para generar “roles de género que nos catalogan a las mujeres como las inferiores” apostilla María Belén Pastor. Y es que, como se pregunta Emilia Fernández-Ondoño “si las mujeres verdaderamente no valen para científicas, ¿cómo es que cuando se les ha permitido acceder a la universidad de forma generalizada son mayoría en muchas disciplinas científicas?”.

Tania García Arévalo, doctora en Estudios Semíticos de la UGR.

Como respuesta a los datos de esta encuesta, desde el Centro Superior de Investigaciones Científicas se impulsó una campaña, ‘Cambiemos las cifras’. Cifras como que en España, menos del 20% de las posiciones estratégicas en laboratorios, universidades y centros de investigación están ocupadas por mujeres o que sólo el 18 por ciento de los premios de ciencia en España van a parar a investigadoras.

Al trasladar estos datos del CSIC a la UGR se puede observar que de los 16 institutos de investigación de la universidad, 6 están dirigidos por mujeres, lo que supone un 37,5 por ciento. Esta cifra baja si se contabilizan los grupos de investigación. Según la Memoria de la UGR 2014/2015, existen 164 grupos de investigación dentro de estos institutos de los cuales sólo el 29,2 por ciento están liderados por mujeres (48). Parecidos porcentajes se pueden encontrar cuando se habla de departamentos de la Universidad, ya que de los 123 departamentos sólo 29 están dirigidos por mujeres (un 30,8 del total). Porcentaje que desciende más si cabe cuando se analizan los directores de los proyectos de investigación dentro de estos departamentos. De los 515 proyectos de investigación, 118 cuentan con una mujer al frente, esto supone menos del 23 por ciento del total.

Así, a pesar de que las mujeres representan casi el 41 por ciento del personal investigador de la UGR el acceso a puestos relevantes como directoras de institutos de investigación, directoras de departamento o responsables de proyectos dentro de la UGR se mueve en todo momento varios puntos porcentuales por debajo de su peso total en la institución.

Estos datos no extrañan a las investigadoras y es que “a nosotras nos exigen más por el hecho de ser mujer, parece que debamos demostrar más en cada paso que damos”, se queja María Belén Pastor. Y es que “la ciencia es ciencia y no importa el género de la persona que la desarrolle”, reivindica Tania García Arévalo. Por su parte, Emilia Fernández-Ondoño opina que “la universidad y los centros de investigación son reflejos sociales aunque con ciertos privilegios”.

Este problema “no es puntual” para María Belén Pastor que apunta a que “la desigualdad la vivimos en todos los ámbitos y por lo tanto en el ámbito de la ciencia no va a ser menos, más siendo un espacio tan increíblemente jerarquizado como este”. Y es que “quedan muchas cuestiones por resolver que afectan a la vida cotidiana” explica Emilia Fernández-Ondoño, que se centra por ejemplo en la “conciliación” ya que “la igualdad no siempre llega a situaciones extremas como el cuidado de hijos y mucho menos el de mayores”. “En muchas circunstancias el papel social de la mujer sigue imponiéndose sobre el papel laboral, la sociedad todavía le tiene un sitio asociado (a la mujer) por encima de cualquier otra dedicación y no hace nada para ponérselo más fácil” apostilla.

Emiliia Fernández-Ondoño, del Departamento de Edafología y Química Agrícola de la UGR.

Y es que, ya no es solo el acceso de las mujeres a la investigación, “sino una presión social a la que se ven sometidas las mujeres a la hora de emprender una carrera científica que han de conjugar junto con cargas familiares”, señala Tania García Arévalo en la misma línea que Beatriz Olmos, que reconoce que muchas mujeres “dejan la investigación al nivel de primer o segundo postdoctorado” para buscar algo que “proporcione más estabilidad”. “Un problema estructural de la sociedad”, un sistema “capitalista que no está muy por la labor de que las mujeres lleguemos a esos puestos de trabajo” ya que “estamos destinadas aún a ser las trabajadoras del hogar y de los cuidados y, por supuesto, del trabajo reproductivo”, cierra María Belén Pastor.

En el Top 50 de la UGR, solo figuran 5 investigadoras, la primera en el puesto 18

El caso es que ninguno de los datos que se pueden encontrar en la Memoria de la UGR parece aislado y ajeno a estas problemáticas. Así, las estadísticas continúan mostrando la falta de peso específico de las mujeres en la investigación al analizar las clasificaciones de “investigadores globales según el histórico de citas en Google Scholar. En el Top 50 de la Universidad de Granada, la primera mujer se encuentra en el número 18 y solo hay 5 investigadoras en toda esta clasificación. En el top 25 por áreas, en Ciencias Biológicas sólo hay 4 mujeres, las mismas que en Ciencias Sociales y Jurídicas. Los ámbitos con mayor representación femenina, sin llegar en cualquier caso al 50 por ciento, son Ciencias humanas y Artes, con 9 mujeres entre las 25 más citadas y Ciencias de la Salud con 8 investigadoras. A la cola, Ciencias Exactas y Naturales e Ingeniería y Tecnología donde solo hay una mujer ente los 25 investigadores más citados.

Tania García Arévalo lo tiene claro, “la investigación realizada por mujeres es de segunda clase o queda en un segundo plano” al igual que María Belén Pator, “somos menos valoradas”. De hecho, María Belén Pastor alude a un estudio en los años 90 en Suecia de Wenneras y Wold (1997) que reveló que “la producción científica de la mujer debía ser 2,2 veces la de sus compañeros hombres para obtener subvenciones similares o lograr puestos de trabajo de igual categoría” por lo que tampoco extraña “que sean ellos los que más premios y reconocimientos reciban”. Sin embargo, Beatriz Olmos, no está del todo de acuerdo con estas afirmaciones y asegura no tener “muy claro que falte un reconocimiento a las investigadoras” o “al menos he de decir en mi caso particular nunca me he sentido considerada peor por ser mujer”.

Beatriz Olmos, investigadora de la Universidad de Nottingham.

No se puede predecir el futuro, pero hay datos que indican que este debería ir cambiando. Se puede comprobar como la presencia investigadora de las mujeres en la UGR  supera a los hombres en algunos apartados. Como por ejemplo en el número de tesis presentadas en la UGR durante el curso 2014/2015. Según las cifras de la Memoria de la institución educativa, de las 80 tesis doctorales presentadas en los 16 institutos de investigación, 46 fueron elaboradas por mujeres. Cifra que aumenta entre las tesis presentadas en los diferentes departamentos de la Universidad, ya que de las 341 investigaciones 198 estaban firmadas por mujeres, un 58 por ciento.

¿Será esto suficiente para cambiar las cifras? Emilia Fernández-Ondoño se decanta por pensar “que estamos en el camino adecuado” y se atreve a formular tres propuestas básicas: “favorecer la continuidad de las carreras investigadoras ya que esto afecta sobre todo a mujeres por motivos biológicos, culturales, históricos y familiares, colaborar socialmente en el cuidado de niños y ancianos y romper el mito de la posición de la mujer para fines determinados donde la educación y los medios tienen un reto social muy importante”. A esto se puede sumar el cambio de otros factores como “la visibilidad, la normalización y el favorecer las carreras académicas” de las investigadoras, como señala Tania García Arévalo.

Por su parte, María Belén Pastor  aboga también por “tener siempre presente la perspectiva feminista; saber por qué sufrimos esta discriminación, por qué luchamos diariamente y por qué es difícil dentro del capitalismo solucionar el problema”, una solución que debe venir de “formar a la población de qué es el patriarcado y cuáles son sus ataques”. Quizá, si se produce un cambio algunas investigadoras como Beatriz Olmos se planteen volver a España (“me fui justo antes de la crisis y nunca he considerado volver de manera realista”) aunque “encontrar trabajo fijo en España en investigación es casi imposible” a lo que hay que sumar una cantidad “absurda de burocracia” para acabar en un trabajo “con mucha mayor carga docente por mucho menos salario que, por ejemplo, aquí en Inglaterra”.

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