Ahora que las fieras de mi tiempo me han dado permiso, cumpliré con la palabra que nunca me pediste, justo ahora, escribiré acerca de mi experiencia en el Taller de Escritura Creativa impartido por Alejandro Pedregosa, en el Centro Cultural Medina Elvira, Atarfe.

Marchaba la tarde del 5 de marzo, el alumnado que conformaría el grupo a lo largo de las sesiones que formaban el taller comenzaba a ocupar la sala destinada a tal fin. En ella, nos recibía Pilar Fernández, nuestra bibliotecaria municipal, lo hacía con evidente preocupación, pues argumentaba que Alejandro siempre suele estar presente con mucha antelación y aquel retraso le mantenía inquieta.

En el trascurso de las tres sesiones posteriores que conformaron el taller pudimos constatar que aquella afirmación de Pilar era cierta, como cierto es que, en aquella primera sesión, Alejandro, nos mantuvo en vilo durante unos minutos.

Para tranquilidad de Pilar y del resto de asistentes, el retraso fue muy breve y tras las presentaciones pertinentes unidas a unas palabras de bienvenida por parte de Jennifer García, nuestra actual Concejala de Cultura, dio comienzo el taller. Lo hizo con tal energía que, de sobra quedaron recuperados aquellos minutos de espera inicial.

De las primeras enseñanzas extraigo el título del artículo pues, corresponden, según Alejandro, a las cualidades básicas que debe tener un buen escritor. Continuamos con la importancia de la observación y practicamos las primeras técnicas.

Antes de poder darnos cuenta, la semana había pasado y con ella, una nueva sesión nos aguardaba. Afianzamos conocimientos adquiridos, aprendimos las partes de las que se compone un relato, la necesidad de poner esmero en su inicio y muy importante, no olvidar rematar con un buen final.

Alejandro nos mostró entonces una frase en pantalla, impactante, reflexiva, de la que asegura desconocer su autoría, pero tan buena que, en aquel momento, sumado a un gesto de arrogancia por mi parte, me llevó a pensar que nunca la olvidaría, hasta el punto de no encontrar la necesidad de anotarla. Nada más lejos de la realidad, a los pocos minutos, ya la había olvidado. Suerte la mía, que, a partir de aquella segunda sesión, conté con una compañera a la que quiero y admiro a partes iguales. Ella, que está muy por encima de mi intelecto, se la anotó y gracias a eso, hoy aquí os la puedo reproducir para vuestro uso y disfrute:

«En las primeras líneas el autor se juega la vida, en las últimas la resurrección»

Esto me lleva a la reflexión de que, salvadas las primeras líneas de este artículo, dicho sea de paso, basadas en los versos iniciales de un poema de Luis García Montero titulado “Madre”, continúo describiendo mi experiencia y, lo hago sin dejar de pensar en las últimas líneas con las que cerrar, que, a su vez, traigan a la resurrección de este texto.

Las sesiones se sucedían con rapidez y entre narrador testigo, préstamo literario, ritmo trino, monólogo interior, metáforas de situación y alegorías, llegamos al final del taller con muy buenas sensaciones por parte de todos y todas las personas que lo hemos podido disfrutar. Alejandro, invita a la participación en cada una de sus sesiones, trasmite de forma sencilla, genera un clima perfecto para la interacción entre su alumnado.

No quisiera despedir el texto sin antes reconocer el buen trabajo de gestión por parte de Pilar Fernández y Jennifer García como las personas artífices y promotoras de esta actividad. Su implicación en el correcto desarrollo de este taller dio sus resultados y todo rodó según lo previsto. Su compromiso con la cultura y la formación de nuestros vecinos y vecinas les honra.

En último lugar, gracias Alejandro Pedregosa, por iniciarnos en el arte de la escritura, por conseguir que, siendo este un acto comúnmente sedentario, su práctica, nos trasporte a nuestra condición primitiva de nómadas, haciéndonos viajar a través de nuestras mentes.

 

 

 

 

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