PERSONAJE DE ATARFE: Don Martín Vázquez de Arce: El Doncel de Sigüenza (3) por Juan Antonio Martínez Gómez-Gordo
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Veamos ya la participación de los Arce en las “Guerrasde Granada”.
Aun siendo, como ya hemos señalado, personajes de segunda fila en el panorama nacional, los Arce intervinieron de una manera decisiva en las “Guerras
de Granada” iniciadas en el 1481 y finalizadas con la
reconquista de su capital en 1492.
Se iniciaron, como se sabe, al tomar Zahara en 1481
por sorpresa el emir de Granada Muley Hacem (Muley
Abulhasan Alí), para recuperar el prestigio que había
perdido ante sus súbditos con los devaneos amorosos que
mantenía con la esclava cristiana Zorayda (Doña Isabel de
Solís) abandonando a su esposa, la sultana Aixa. Y como
respuesta a esta acción inesperada los Reyes Católicos
tomaron la hasta entonces inexpugnable Alhama. Cupo
la gloria de este hecho heroico y casi descabellado, por ser
un punto excesivamente avanzado en territorio enemigo,
y hasta cierto punto estratégicamente inútil, al Marqués
Duque de Cádiz, el valeroso Don Rodrigo Ponce de León,
quien pese al valeroso comportamiento defensivo de su
población, bien defendida por ser ciudad apreciada por los
Emires para su descanso y curas termales, fue asaltada de
noche, imitando la toma de Zahara, y sirvió para que Don
Rodrigo se convirtiese en paladín de esta serie de guerras
granadinas, con cierto detrimento de los Mendoza y fuese
un toque de atención a su Cardenal, “el tercer Rey” de la
naciente España.373
PERSONAJES
Levantó Muley Hacem en pie de guerra a más de 50.000
hombres y se presentó frente a Alhama con ánimo
de reconquistarlo. Pero el Rey Fernando, inducido y
estimulado por el propio Cardenal Mendoza, se aprestó a
su socorro el 30 de Abril de 1482. Y una vez el Cardenal
aposentado en Alhama, comenzaron las devastadoras
“talas” de la Vega granadina, verdaderas guerras de
desgaste que durarían cerca de diez años, sin presentar
batallas campales. Al estilo de las guerrillas actuales,
destruyendo las cosechas y talando cuando cuanto
encontraban a su paso o aprestando sus ganados, y en
una de estas “talas”, la de 1486, fue donde halló la muerte
heroica nuestro Doncel.
Surgen por aquellos años las guerras de los abencerrajes,
guerras fratricidas entre el Emir y sus hijos, y en una de
las ausencias de Muley Hacem para sitiar Alhama, su hijo
Boabdil, el Rey Chico de los castellanos (Abu Abdallach
Mohamed) se escapa del encierro en que le tenía su
padre y se proclama Rey de Granada, apoyado por los
abencerrajes, que acaudillaban las familias nobles de
antiguo origen árabe, mientras su otro hermano Yusuf,
muere en la huida. El Emir, derrotado, acude a su hermano
El Zagal, valí de Málaga (Abul Abdullac Ben Saad) que le
acogió benévolamente pese al distanciamiento anterior, y
sólo logra recuperar su reino al año siguiente, cuando se
hace prisionero a Boabdil en Lucena.
Mientras tanto, el rey Fernando prepara el primer asalto a
Loja, la segunda ciudad en importancia, calificada también
de inexpugnable por estar defendida por un lado por altas
crestas y profundos desfiladeros y, por otro, de intrincados
sistemas de acequias que entorpecía la acción de la
caballería, amén de los 3.000 sarracenos que la defendían,
mandados por el suegro de Boabdil, el famosos Alí Atar,
por lo cual el ejército cristiano sufre su primer descalabro,
que se repite en el asalto a la Ajarquía.
Entre tanto, don Iñigo López de Mendoza obtiene del
Papa español Calixto III (don Alfonso Borja, nacido en
Játiva), las Bulas de 1482 que fueron impresas en Palencia
y que dieron carácter de Cruzada a la lucha contra el Islam
y produjeron muchos millones de maravedíes para las
empobrecidas arcas del Tesoro Real.
Con el descalabro sufrido por las tropas del rey Fernando
en Loja frente a Alí Atar y en Málaga frente al Zagal, se
alentó Boabdil y levantó un ejército de 9.000 hombres,
entre ellos 1.500 jinetes, y fue a Ecija, uniéndose en Loja
su suegro, y cayeron sobre Montilla, Cabra y cercanías
de Lucena, que sitiaron. Llegada la primavera del 83, se
repiten las “talas” en Granada. Figuran en la campaña
tropas del Duque del Infantado al mando de don
Fernando de Velasco, así como milicias de Guadalajara
que marchan bajo el mando de don Antonio de Mendoza,
sobrino del Cardenal y hermano del segundo Duque del
Infantado. Sus huestes lo constituían 2.000 jinetes y 10.000
taladores o peones. En las batallas de aquella primavera
frente a Loja se hace prisionero al rey Boabdil y muere Alí
Atar, nombrando de nuevo rey de Granada, al rey padre,
Muley Hacem, y recluyéndose en el Albaicín la reina Aixa
y sus abencerrajes.
El Rey Chico es recibido en Córdoba por los Reyes
Católicos como “soberano amigo”, pero se le imponen
fuertes tributos, así como numerosas condiciones de
vasallaje, que al ser aceptados en el llamado “pacto de
Córdoba” le hacen acreedor del calificativo de “traidor”
por los granadinos, y al regresar al Albaicín, mantiene una
lucha fratricida contra su propio padre aposentado en la
Alhambra. Este año de 1483 se reconquista al fin Zahara,
el origen de estas guerras, y de nuevo se talan viñedos y
queman sembrados cerca de Alora, Coín, etc. Y llegado
que hubo don Fernando del Norte, acompañado de fuerte
artillería, el ejército de los cristianos cuenta ya con 30.000
hombres y se toma Alora, Setenil y Benavieja. Entre tanto
Boabdil lucha por hacerse dueño absoluto de Granada
y su padre se retira a Mondújar, donde al poco tiempo
fallece. Aún consigue Boabdil una aplastante victoria en
Sierra Nevada donde degüella a cien caballeros calatravos,
entrando en Granada con sus cabezas colgadas de sus
arzones. Pero será la última de sus victorias. Aclaremos,
antes de seguir adelante, para mejor puntualización
histórica, que Muley Hacem, al verse ciego y viejo abdicó
en su hermano El Zagal en 1485 y disputó Granada a su
sobrino Boabdil hasta el 88 y considerar con ello, que
fueron granadinos a las órdenes de El Zagal los que
realmente acosaron a las tropas del Duque y ocasionaron
la muerte del Doncel. El joven Boabdil usurpó el reino
a su tío, cuando este acudió a defender Vélez-Málaga, y
destronado del reino nazarí, paso a Guadix y más tarde
buscó refugio más seguro en el Norte de Africa (1491).
Aunque los Arce pudieron actuar ya en estas campañas
con las tropas del Duque, la constancia histórica escrita en
piedra sólo nos señala de manera bien expresa los cercos
de 1485 “en que padre e hijo se allaron” correspondientes,
por tanto, a las ciudades de Loja, Illora, Moclín y
Montefrío.
Se prepara el Segundo Duque del Infantado don Iñigo
López de Mendoza para la batalla y nos cuenta el cronista
de la época Hernándo del Pulgar que “traxo de la gente
de su casa quinientos hombres de armas a la gineta e a la
guisa (caballera ligera y pesada) e los peones de su tierra
que les mandaron traer, e fizo grandes costas en el arreo de
su persona e de los fijos-dalgos que vinieron con él, entre
los cuales se fallaron cinquenta paramentos de caballo de 374
ATARFE EN EL PAPEL
paños brocados de oro, e todos los otros de seda, e los
otros arreos de guarniciones muy ricas; pronto demostró
con su valor que no era guerrero de desfile o parada”.
El Cardenal, mientras tanto, apoyaba la guerra y con su
ardor mantenía en entusiasmo de la reina y la intrincada
política del rey, por un lado, así como el heroísmo y sacrificio
de toda índole derrochados por la nobleza y el pueblo, por
otro hasta conseguir el éxito final deseado. No en vano el
Cardenal había salido fiador de la mitad de la plata de su
Iglesia seguntina, diez años atrás; en las ausencias de don
Fernando en sus luchas del Norte, contra borgoñones,
catalanes o navarros, quedaba de Capitán General de las
Milicias, y sus hermanos, sobrinos y su propio hijo con
vente años, el futuro Marqués de Cenete, Conde del Cid,
luchaban con los 3.000 hombres mandados por la mitra
seguntina, entre infantes y caballeros, aportados para la
Cruzada. Las tropas seguntinas estaban al mando del
Alcaide de Atienza, Garcí Bravo; las del Cardenal bajo el
mando de don Bernardino de Mendoza, segundo Conde
de Coruña, y las del Duque bajo el mando del Capitán
Pedro Carrillo de Albornoz.
Para asegurar la posesión de Alhama, se consideró
imprescindible la conquista de Loja y en mayo del 86
parte de nuevo el Rey con 5.000 jinetes acompañado
de lo más escogido y valioso de la nobleza española, así
como numerosos caballeros franceses e ingleses. Frente
a ellos Boabdil con 10.000 hombres, secundado por su
tío El Zagal y el hijo de Alí Atar, el feroz Izan Ban Alí
Atar. Loja estaba bien defendida y costó largas luchas
sentar los reales a uno y otro lado de la ciudad sobre
dos alturas, defendiéndolos con fosos y empalizadas y
colocando pontones en las acequias para permitir el paso
de la caballería. Se tomo la ciudad del 28 al 29 de mayo
de 1486, y en su asalto intervinieron heroicamente los
Arce. Señalemos asimismo que en esta batalla se hizo por
segunda vez prisionero al rey Boabdil.
Después a por Illora. El rey Don Fernando había
mandado por delante a las tropas del segundo Duque
del Infantado, para asentar a sus reales. Hernando del
Pulgar señala que fueron comisionados al Mestre de
Santiago don Beltrán de la Cueva, cuñado del Duque y
del Cardenal, y el Marqués-Duque de Cádiz, con 4.000
caballos y 12.000 peones. Se alzaba Illora sobre un
risco impresionante, y sus defensas tenían 4.500 píes de
perímetro, siendo sus muros de mortero y la torre de
homenaje de piedra de sillería. Solicitó don Iñigo del rey
que se le otorgara el honor de combatir en uno de los
ataques y nos dice el cronista Hernándo de Pulgar: “Los
moros, visto que los del Duque se acercaban, tiraban
tantas espingardas e saetas e tantos truenos e búzaros
que la gente recelaba de llegar al combate. E visto por
el Duque que los suyos no tenían aquel fervor de animo
que se requería para acometer, les dixo: Ea, caballeros,
que en tiempo estamos de mostrar los corazones en la
pelea como mostramos los arreos con los alardes, e si os
señalastes en los ricos jaeces mejor os debeis señalar en
las fuertes fazañas; porque no es bien abundar en arrestos
y fallecer en esfuerzos, e doblada disfamia habriamos
habiendo buen corazón para gastar si no lo tuvieramos
para pelear. Por ende, como caballeros esforzados,
porque el miedo e popuesta la gloria, arremetamos
contra el enemigo y espero en Dios que como ovimos la
honra de homes bien arreados, la habremos de caballeros
esforzados”. Más escueto y propio del momento me
parece lo reseñado por el cronista Fernández de Oviedo,
que estuvo presente, que nos escribe: “¿Qué les dixo el
Duque? ¿Me habreis de faltar en esta hora? ¿No han de
dezir que llevamos mas lujo a nuestras personas que
esfuerzo en el corazón? Ciudad que no nos digan que
solo somos soldados de días de fiesta” Y así comenzó el
sitio el domingo 4 de junio y tomaron los arrabales al día
siguiente y se rendirían antes del día 9.
De allí a Moclín. Entre tanto, en la “Peña de los
Enamorados” cerca de Illora, se celebra un encuentro
entre los esposos reales, un lunes 11 de junio, y entre
las tropas revistadas están las del Duque con los Arce,
que le presentaron armas y rindieron sus banderas a su
paso, como nos describe Hernández del Pulgar. Cuenta
la historia, que vino la reina con su hija mayor, y que
gustaba de presentarse ante sus huestes cabalgando
en mula ajaezada con silla guarnecida de oro y plata, y
bridas de raso entrelazadas con letras de oro. “Cubría en
aquella ocasión su cabeza (según describe Bernáldez) un
sombrero negro bordado, su cuerpo un manto de grana,
a estilo de las princesas árabes, y debajo vestía brial de
brocado y saya de brocado. Llevaba dos faldas de brocado
y terciopelo, y una especie de capuz morisco de escarlata,
a usanza de las nobles doncellas granadinas”. No hay
duda que tan maravillosos boato fascinaría a su tropa y
su presencia inflamaría el corazón y enardecería su coraje
para la lucha.
Moclín, “el escudo de Granada”, que había sido escenario
de una sangrienta batalla el año anterior, entre las tropas
del Conde de Cabra y el Maestre de Calatrava contra el
ejército musulmán, fue tomada el 26 de junio, participando
el Duque y con él, nuestros Arce. Después de Moclín cae
Montefrío, que ostentaba para su defensa un poderoso
castillo árabe que defendía Granada por su parte
occidental, quizá la más castigada por las tropas cristianas
en su avanzada hacia la Vega granadina. Por su calidad de
plaza fronteriza estaba bien guarnecida y mejor dotada, y
sus tres recintos con plaza de armas y gran torre central,
junto con aljibes y aspilleras le hacían capaz de sostener
un largo asedio. Según tradición fue tomada por el Rey
don Fernando y Gonzalo Fernández de Córdoba, pero
también por las tropas del Duque y con ellos los Arce.