3 diciembre 2024

PERSONAJE DE ATARFE: Don Martín Vázquez de Arce: El Doncel de Sigüenza (3) por Juan Antonio Martínez Gómez-Gordo

  1. Veamos ya la participación de los Arce en las “Guerrasde Granada”.

Aun siendo, como ya hemos señalado, personajes de segunda fila en el panorama nacional, los Arce intervinieron de una manera decisiva en las “Guerras

de Granada” iniciadas en el 1481 y finalizadas con la

reconquista de su capital en 1492.

Se iniciaron, como se sabe, al tomar Zahara en 1481

por sorpresa el emir de Granada Muley Hacem (Muley

Abulhasan Alí), para recuperar el prestigio que había

perdido ante sus súbditos con los devaneos amorosos que

mantenía con la esclava cristiana Zorayda (Doña Isabel de

Solís) abandonando a su esposa, la sultana Aixa. Y como

respuesta a esta acción inesperada los Reyes Católicos

tomaron la hasta entonces inexpugnable Alhama. Cupo

la gloria de este hecho heroico y casi descabellado, por ser

un punto excesivamente avanzado en territorio enemigo,

y hasta cierto punto estratégicamente inútil, al Marqués

Duque de Cádiz, el valeroso Don Rodrigo Ponce de León,

quien pese al valeroso comportamiento defensivo de su

población, bien defendida por ser ciudad apreciada por los

Emires para su descanso y curas termales, fue asaltada de

noche, imitando la toma de Zahara, y sirvió para que Don

Rodrigo se convirtiese en paladín de esta serie de guerras

granadinas, con cierto detrimento de los Mendoza y fuese

un toque de atención a su Cardenal, “el tercer Rey” de la

naciente España.373

PERSONAJES

Levantó Muley Hacem en pie de guerra a más de 50.000

hombres y se presentó frente a Alhama con ánimo

de reconquistarlo. Pero el Rey Fernando, inducido y

estimulado por el propio Cardenal Mendoza, se aprestó a

su socorro el 30 de Abril de 1482. Y una vez el Cardenal

aposentado en Alhama, comenzaron las devastadoras

“talas” de la Vega granadina, verdaderas guerras de

desgaste que durarían cerca de diez años, sin presentar

batallas campales. Al estilo de las guerrillas actuales,

destruyendo las cosechas y talando cuando cuanto

encontraban a su paso o aprestando sus ganados, y en

una de estas “talas”, la de 1486, fue donde halló la muerte

heroica nuestro Doncel.

Surgen por aquellos años las guerras de los abencerrajes,

guerras fratricidas entre el Emir y sus hijos, y en una de

las ausencias de Muley Hacem para sitiar Alhama, su hijo

Boabdil, el Rey Chico de los castellanos (Abu Abdallach

Mohamed) se escapa del encierro en que le tenía su

padre y se proclama Rey de Granada, apoyado por los

abencerrajes, que acaudillaban las familias nobles de

antiguo origen árabe, mientras su otro hermano Yusuf,

muere en la huida. El Emir, derrotado, acude a su hermano

El Zagal, valí de Málaga (Abul Abdullac Ben Saad) que le

acogió benévolamente pese al distanciamiento anterior, y

sólo logra recuperar su reino al año siguiente, cuando se

hace prisionero a Boabdil en Lucena.

Mientras tanto, el rey Fernando prepara el primer asalto a

Loja, la segunda ciudad en importancia, calificada también

de inexpugnable por estar defendida por un lado por altas

crestas y profundos desfiladeros y, por otro, de intrincados

sistemas de acequias que entorpecía la acción de la

caballería, amén de los 3.000 sarracenos que la defendían,

mandados por el suegro de Boabdil, el famosos Alí Atar,

por lo cual el ejército cristiano sufre su primer descalabro,

que se repite en el asalto a la Ajarquía.

Entre tanto, don Iñigo López de Mendoza obtiene del

Papa español Calixto III (don Alfonso Borja, nacido en

Játiva), las Bulas de 1482 que fueron impresas en Palencia

y que dieron carácter de Cruzada a la lucha contra el Islam

y produjeron muchos millones de maravedíes para las

empobrecidas arcas del Tesoro Real.

Con el descalabro sufrido por las tropas del rey Fernando

en Loja frente a Alí Atar y en Málaga frente al Zagal, se

alentó Boabdil y levantó un ejército de 9.000 hombres,

entre ellos 1.500 jinetes, y fue a Ecija, uniéndose en Loja

su suegro, y cayeron sobre Montilla, Cabra y cercanías

de Lucena, que sitiaron. Llegada la primavera del 83, se

repiten las “talas” en Granada. Figuran en la campaña

tropas del Duque del Infantado al mando de don

Fernando de Velasco, así como milicias de Guadalajara

que marchan bajo el mando de don Antonio de Mendoza,

sobrino del Cardenal y hermano del segundo Duque del

Infantado. Sus huestes lo constituían 2.000 jinetes y 10.000

taladores o peones. En las batallas de aquella primavera

frente a Loja se hace prisionero al rey Boabdil y muere Alí

Atar, nombrando de nuevo rey de Granada, al rey padre,

Muley Hacem, y recluyéndose en el Albaicín la reina Aixa

y sus abencerrajes.

El Rey Chico es recibido en Córdoba por los Reyes

Católicos como “soberano amigo”, pero se le imponen

fuertes tributos, así como numerosas condiciones de

vasallaje, que al ser aceptados en el llamado “pacto de

Córdoba” le hacen acreedor del calificativo de “traidor”

por los granadinos, y al regresar al Albaicín, mantiene una

lucha fratricida contra su propio padre aposentado en la

Alhambra. Este año de 1483 se reconquista al fin Zahara,

el origen de estas guerras, y de nuevo se talan viñedos y

queman sembrados cerca de Alora, Coín, etc. Y llegado

que hubo don Fernando del Norte, acompañado de fuerte

artillería, el ejército de los cristianos cuenta ya con 30.000

hombres y se toma Alora, Setenil y Benavieja. Entre tanto

Boabdil lucha por hacerse dueño absoluto de Granada

y su padre se retira a Mondújar, donde al poco tiempo

fallece. Aún consigue Boabdil una aplastante victoria en

Sierra Nevada donde degüella a cien caballeros calatravos,

entrando en Granada con sus cabezas colgadas de sus

arzones. Pero será la última de sus victorias. Aclaremos,

antes de seguir adelante, para mejor puntualización

histórica, que Muley Hacem, al verse ciego y viejo abdicó

en su hermano El Zagal en 1485 y disputó Granada a su

sobrino Boabdil hasta el 88 y considerar con ello, que

fueron granadinos a las órdenes de El Zagal los que

realmente acosaron a las tropas del Duque y ocasionaron

la muerte del Doncel. El joven Boabdil usurpó el reino

a su tío, cuando este acudió a defender Vélez-Málaga, y

destronado del reino nazarí, paso a Guadix y más tarde

buscó refugio más seguro en el Norte de Africa (1491).

Aunque los Arce pudieron actuar ya en estas campañas

con las tropas del Duque, la constancia histórica escrita en

piedra sólo nos señala de manera bien expresa los cercos

de 1485 “en que padre e hijo se allaron” correspondientes,

por tanto, a las ciudades de Loja, Illora, Moclín y

Montefrío.

Se prepara el Segundo Duque del Infantado don Iñigo

López de Mendoza para la batalla y nos cuenta el cronista

de la época Hernándo del Pulgar que “traxo de la gente

de su casa quinientos hombres de armas a la gineta e a la

guisa (caballera ligera y pesada) e los peones de su tierra

que les mandaron traer, e fizo grandes costas en el arreo de

su persona e de los fijos-dalgos que vinieron con él, entre

los cuales se fallaron cinquenta paramentos de caballo de 374

ATARFE EN EL PAPEL

paños brocados de oro, e todos los otros de seda, e los

otros arreos de guarniciones muy ricas; pronto demostró

con su valor que no era guerrero de desfile o parada”.

El Cardenal, mientras tanto, apoyaba la guerra y con su

ardor mantenía en entusiasmo de la reina y la intrincada

política del rey, por un lado, así como el heroísmo y sacrificio

de toda índole derrochados por la nobleza y el pueblo, por

otro hasta conseguir el éxito final deseado. No en vano el

Cardenal había salido fiador de la mitad de la plata de su

Iglesia seguntina, diez años atrás; en las ausencias de don

Fernando en sus luchas del Norte, contra borgoñones,

catalanes o navarros, quedaba de Capitán General de las

Milicias, y sus hermanos, sobrinos y su propio hijo con

vente años, el futuro Marqués de Cenete, Conde del Cid,

luchaban con los 3.000 hombres mandados por la mitra

seguntina, entre infantes y caballeros, aportados para la

Cruzada. Las tropas seguntinas estaban al mando del

Alcaide de Atienza, Garcí Bravo; las del Cardenal bajo el

mando de don Bernardino de Mendoza, segundo Conde

de Coruña, y las del Duque bajo el mando del Capitán

Pedro Carrillo de Albornoz.

Para asegurar la posesión de Alhama, se consideró

imprescindible la conquista de Loja y en mayo del 86

parte de nuevo el Rey con 5.000 jinetes acompañado

de lo más escogido y valioso de la nobleza española, así

como numerosos caballeros franceses e ingleses. Frente

a ellos Boabdil con 10.000 hombres, secundado por su

tío El Zagal y el hijo de Alí Atar, el feroz Izan Ban Alí

Atar. Loja estaba bien defendida y costó largas luchas

sentar los reales a uno y otro lado de la ciudad sobre

dos alturas, defendiéndolos con fosos y empalizadas y

colocando pontones en las acequias para permitir el paso

de la caballería. Se tomo la ciudad del 28 al 29 de mayo

de 1486, y en su asalto intervinieron heroicamente los

Arce. Señalemos asimismo que en esta batalla se hizo por

segunda vez prisionero al rey Boabdil.

Después a por Illora. El rey Don Fernando había

mandado por delante a las tropas del segundo Duque

del Infantado, para asentar a sus reales. Hernando del

Pulgar señala que fueron comisionados al Mestre de

Santiago don Beltrán de la Cueva, cuñado del Duque y

del Cardenal, y el Marqués-Duque de Cádiz, con 4.000

caballos y 12.000 peones. Se alzaba Illora sobre un

risco impresionante, y sus defensas tenían 4.500 píes de

perímetro, siendo sus muros de mortero y la torre de

homenaje de piedra de sillería. Solicitó don Iñigo del rey

que se le otorgara el honor de combatir en uno de los

ataques y nos dice el cronista Hernándo de Pulgar: “Los

moros, visto que los del Duque se acercaban, tiraban

tantas espingardas e saetas e tantos truenos e búzaros

que la gente recelaba de llegar al combate. E visto por

el Duque que los suyos no tenían aquel fervor de animo

que se requería para acometer, les dixo: Ea, caballeros,

que en tiempo estamos de mostrar los corazones en la

pelea como mostramos los arreos con los alardes, e si os

señalastes en los ricos jaeces mejor os debeis señalar en

las fuertes fazañas; porque no es bien abundar en arrestos

y fallecer en esfuerzos, e doblada disfamia habriamos

habiendo buen corazón para gastar si no lo tuvieramos

para pelear. Por ende, como caballeros esforzados,

porque el miedo e popuesta la gloria, arremetamos

contra el enemigo y espero en Dios que como ovimos la

honra de homes bien arreados, la habremos de caballeros

esforzados”. Más escueto y propio del momento me

parece lo reseñado por el cronista Fernández de Oviedo,

que estuvo presente, que nos escribe: “¿Qué les dixo el

Duque? ¿Me habreis de faltar en esta hora? ¿No han de

dezir que llevamos mas lujo a nuestras personas que

esfuerzo en el corazón? Ciudad que no nos digan que

solo somos soldados de días de fiesta” Y así comenzó el

sitio el domingo 4 de junio y tomaron los arrabales al día

siguiente y se rendirían antes del día 9.

De allí a Moclín. Entre tanto, en la “Peña de los

Enamorados” cerca de Illora, se celebra un encuentro

entre los esposos reales, un lunes 11 de junio, y entre

las tropas revistadas están las del Duque con los Arce,

que le presentaron armas y rindieron sus banderas a su

paso, como nos describe Hernández del Pulgar. Cuenta

la historia, que vino la reina con su hija mayor, y que

gustaba de presentarse ante sus huestes cabalgando

en mula ajaezada con silla guarnecida de oro y plata, y

bridas de raso entrelazadas con letras de oro. “Cubría en

aquella ocasión su cabeza (según describe Bernáldez) un

sombrero negro bordado, su cuerpo un manto de grana,

a estilo de las princesas árabes, y debajo vestía brial de

brocado y saya de brocado. Llevaba dos faldas de brocado

y terciopelo, y una especie de capuz morisco de escarlata,

a usanza de las nobles doncellas granadinas”. No hay

duda que tan maravillosos boato fascinaría a su tropa y

su presencia inflamaría el corazón y enardecería su coraje

para la lucha.

Moclín, “el escudo de Granada”, que había sido escenario

de una sangrienta batalla el año anterior, entre las tropas

del Conde de Cabra y el Maestre de Calatrava contra el

ejército musulmán, fue tomada el 26 de junio, participando

el Duque y con él, nuestros Arce. Después de Moclín cae

Montefrío, que ostentaba para su defensa un poderoso

castillo árabe que defendía Granada por su parte

occidental, quizá la más castigada por las tropas cristianas

en su avanzada hacia la Vega granadina. Por su calidad de

plaza fronteriza estaba bien guarnecida y mejor dotada, y

sus tres recintos con plaza de armas y gran torre central,

junto con aljibes y aspilleras le hacían capaz de sostener

un largo asedio. Según tradición fue tomada por el Rey

don Fernando y Gonzalo Fernández de Córdoba, pero

también por las tropas del Duque y con ellos los Arce.