Tecnología para combatir el acoso escolar: apps que ayudan a detectar el bullying
En España se registran más de 220.000 casos a manos de 74.000 acosadores, según los últimos estudios
No recuerda cuál fue el detonante, pero María (convendremos que es su nombre real) comenzó a recibir mensajes abusivos a través de sus redes sociales. Algunos compañeros de clase decidieron convertirla en blanco de burlas e insultos más allá del horario escolar: «Al principio se metían conmigo durante los recreos, pero con el tiempo se colaron también en mi cuenta de Instagram. Creaban perfiles falsos para que los aceptase como amigos y una vez dentro se dedicaban a insultarme, a enviarme fotos manipuladas… Incluso crearon un grupo de WhatsApp con gente del colegio para difundir toda clase de bulos sobre mí», explica esta malagueña de 16 años.
Su caso es uno de los miles reportados en nuestro país, según las conclusiones del estudio elaborado hace unos meses por la Universidad Complutense de Madrid. Estima que en España sufren acoso escolar dos alumnos por aula, lo que equivale a más de 220.000 estudiantes. En el otro extremo de la balanza encontramos a unos 74.000 acosadores, esto es, uno por cada dos clases.
Tal y como refleja el testimonio de María, la situación se agravó tras la popularización de los teléfonos inteligentes y las distintas plataformas sociales, cuando las vejaciones y las agresiones en el patio del colegio dieron paso a un acoso cibernético (lo que se conoce como ‘ciberbullying’). Desde entonces, las víctimas tan siquiera encuentran consuelo en su propia casa, alejados físicamente de sus perseguidores. Esto ha motivado titulares desgarradores, a menudo protagonizados por niños de corta edad que deciden acabar con su vida tras años de acoso.
La conclusión lógica a este respecto puede ser apartar a los adolescentes de las redes sociales, pero lo cierto es que la tecnología no resulta perniciosa per se, siempre y cuando los padres eduquen convenientemente a sus hijos. Así lo explica Verónica Catediano, experta de la firma tecnológica SPC: «El primer paso para tratar de evitar el acoso escolar se tiene que dar en casa a través de la educación y, sobre todo, de la comunicación. Una vez generado un clima de confianza mutua entre padres e hijos, en el que pueda hablarse libremente de las dudas que suscita el uso de la tecnología tanto a mayores como a pequeños, y donde hayamos consensuado normas de uso de los dispositivos, nos será mucho más fácil implementar la tecnología para ayudarnos a detectar y evitar situaciones de acoso».
En este sentido, es crucial que los menores aprendan la importancia de la privacidad y el anonimato en Internet, bien para protegerse frente a la influencia de potenciales acosadores, bien para salvaguardar a terceros: «Es clave hacerles entender algunas normas que para ellos pueden no tener sentido a priori. Por ejemplo, que las contraseñas de las cuentas y perfiles sociales solo las deben conocer ellos y, como mucho, sus padres si así lo han decidido en el ámbito familiar; no se deben compartir con nadie más. También han de saber que si un menor decide etiquetar a otro en una publicación en las redes, o bien comparte unas imágenes o un vídeo acompañado por otro usuario, debe solicitarle antes permiso para publicarlo, ya sea en sus perfiles sociales o a través de las aplicaciones de mensajería instantánea. Lo mismo ocurre si el pequeño decide compartir una fotografía o vídeo suyo: debe conocer la importancia de lo que está haciendo y saber que ya no va a poder tener ningún control sobre esa imagen que ha enviado. Por tanto, debemos enseñar a los niños a cuestionarse a quién se la comparte y con qué fin, para evitar que ese archivo pueda ser compartido con terceros sin su consentimiento y, por supuesto, a no enviar nunca material comprometido. Tampoco deben compartir información suya, como el nombre de su colegio o dónde viven, a los usuarios de internet, ya que no se sabe quién se esconde detrás de un perfil o pseudónimo», prosigue Catediano.
La experta alude al tiempo a las llamadas ‘netiquetas’, esto es, las normas de conducta consideradas socialmente aceptables en Internet: «Al hablarles de ellas sabrán cómo comportarse en la red; contribuirán a crear espacios seguros y respetuosos mientras evitan sufrir o generar ciberacoso. Como padres no debemos dar por hecho que estas cosas son de sentido común porque estamos tratando con niños y adolescentes que tienen otra visión del mundo; son más inocentes, no entienden bien las consecuencias de determinadas acciones y solo intentan divertirse».
Tecnología contra el ‘bullying’
Una vez interiorizado que la solución no es prohibir respecto a la tecnología (sino educar), padres y tutores deben saber que existen soluciones para detectar y combatir posibles situaciones de acoso. Como la aplicación ‘B-resol’, desarrollada por Educo en colaboración con la startup BCN Resol, que permite a cualquier adolescente alertar sobre casos de ‘bullying’ a otros compañeros: «Quien informa puede mantener el anonimato y seleccionar con qué persona quiere hablar a través de un chat. Además, la app ayuda a los centros a hacer un seguimiento de los casos y de las medidas que han tomado, lo que permite generar informes y estadísticas para detectar patrones», explican desde la ONG.
Los resultados ya están haciéndose notar, como deja claro Josep Figols (CEO de BCN Resol): «A la hora de desarrollar esta aplicación, hablamos tanto con adolescentes como con profesionales de la educación y tuvimos muy en cuenta sus opiniones. Escuchar a los y las usuarias finales ha sido la clave del éxito. Los centros que cuentan con b-resol tienen un 76% menos de casos de bullying que la media y el ciberbullying no llega al 2%».
Los progenitores también tienen a disposición herramientas específicas como ‘Bark‘, que a través de un análisis de texto monitoriza las comunicaciones digitales de sus hijos para detectar comportamientos inadecuados hacia sí u otros. Al hacerlo emite alertas con las que se pueden atajar estos problemas de raíz, antes de que se conviertan en algo pernicioso para la salud mental del menor.
Por su parte, los centros educativos pueden contratar sistemas de gestión tecnológica como ‘NetSupport DNA‘, diseñados para identificar a estudiantes vulnerables y garantizar su bienestar: «Ofrecemos otro par de ojos y oídos para ayudar a supervisar, hacer un seguimiento y elaborar informes sobre el posible nivel de riesgo que supone para los estudiantes su actividad virtual», explican desde la plataforma.
Señales de alerta y medidas a tomar
Ejemplos como los anteriores evidencian que la tecnología puede contrarrestar una lacra cada vez más extendida, sobre la que la psicóloga Pilar García enumera varias señales de alerta. Debemos sospechar si nuestro hijo padece dolores de cabeza o estómago frecuentes (a menudo provocados por la ansiedad experimentada a raíz del acoso), si le cuesta dormir o no tiene apetito, al disminuir su rendimiento escolar o manifestar cambios repentinos de humor, con tendencia a la apatía.
Las víctimas de bullying también tienden a aislarse socialmente, se sienten indefensas ante cualquiera nueva interacción y manifiestan una falta de autoestima evidente, precisa García: «Hay que tener en cuenta que el menor que está sufriendo esta situación, normalmente es difícil que logre expresarlo a su familia, profesores y amigos, al tener miedo a posibles represalias, estar bajo amenazas por el grupo de acoso, no encontrar en quien confiar, no querer preocupar a los padres o sentirse culpable de lo que está viviendo».
En el caso concreto de un ciberacoso, la mejor forma de actuar pasa por la prevención; hacerle saber al niño de antemano que si algún día se ve envuelto en una situación similar, debe informar de inmediato a sus padres o profesores. La psicóloga también recomienda guardar pruebas de los hechos acaecidos (tomando capturas de pantalla en las que figure la fecha y hora de la agresión); contactar con el administrador de la red social en cuestión para solicitar que se retire cualquier imagen perniciosa y se cierre el perfil del acosador (también podemos silenciarlo o bloquearlo por nuestra cuenta); y finalmente informar de los hechos a nuestro centro educativo presentando las evidencias pertinentes.
Debe ser este último quien, según García, «intervenga en la resolución del conflicto, adoptando las medidas educativas o disciplinarias aplicables a cada caso».
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