22 noviembre 2024

Cobrar por entrar a aprender de un museo que recoge la historia de una provincia, conformado con elementos que los paisanos han encontrado y entregado para su conservación y exposición, para que las gentes conozcan, reconozcan sus orígenes; cobrar por contemplar puntas de flechas, esculturas, fósiles, cuadros, piedras que formaron parte de un monumento; cobrar por eso debería ser delito.

No hay más, porque pagamos impuestos también para potenciar la cultura, no solo para infraestructuras (fundamental). Pagamos para que nos sane y nos enseñen, aunque cada vez la sanidad es más precaria y la educación más privada.

Privatizar museos como el Arqueológico o el de la Casa de los Tiros mientras se abandonan yacimientos arqueológicos, dólmenes y restos reconocidos son actos vandálicos llevados a cabo por quienes no son dignos ni están capacitados para dirigir los bienes culturales de una tierra.

La cultura es el primer elemento de crecimiento humano, por ello no vivimos en cuevas o en árboles. Sin embargo, son los concejales de cultura quienes más luchan por sus presupuestos y proyectos. Pareciese que los importantes son los de urbanismo, pareciere que para consejero de cultura sirve cualquiera, cuando debiera ser el mejor preparado, como lo son quienes pelean en el plano municipal por esos libros, por esas reliquias, por esos festivales y por ir integrando a la infancia en proyectos culturales, por fiestas y por costumbres. Aunque a veces encontramos alcaldes y presidentes tónicos que solo buscan votos a través de la construcción, de lavados de cara y de discursos tan vacíos como las neuronas de algunos cerebros. Sería más saludable cobrar una tasa turística y destinar sus beneficios a estas cuestiones.