» Víctor Francisco Sánchez Martínez»por José Enrique Granados

El pasado 27 de junio de 2004, Andrés Cárdenas entrevistó para IDEAL al por entonces alcalde de Atarfe Víctor Francisco Sánchez Martínez. Han pasado 20 años de aquel encuentro que reproducimos a continuación.

 
«Ahora hay mucho niñato que se mete en los partidos»
 
Es alto y corpulento. Su rostro está invadido por una barbilla cana y coronado por una flequillo indolente que le cubre las entradas de cincuentón retirado de cualquier modelo estético. Víctor Sánchez es toda una institución en la política local de esta provincia. En una conversación reposada –la entrevista sucede durante una agradable comida en un restaurante de la localidad– elude el riesgo de la desconcentración y parece tener las ideas tan claras que a uno le da cierto temor no reflejar las ideas tal y como él las expresa. Su tono de voz subyugante hace al periodista estar más atento a lo que dice que al plato en ese momento le están sirviendo. Palabras y palabras con mucho sentido. El ambiente en torno a nosotros se espesa y se hace hasta tal punto tangible que uno llega a esperar, entre maravillado y sobrecogido, la siguiente frase de lo que aquél hombre dice. Y es que Víctor Sánchez es de «aquella generación irrepetible de políticos» –según sus propia definición– que tenían la obligación de cambiar el mundo antes de que el mundo los cambiara a ellos. Ahora se le nota un poco abatido, no falto de ilusión pero sí un tanto desencantado por los resultados de aquel experimento. «Después de tantos años en la política, me he vuelto más pragmático. Ahora creo más en las personas», dice. Yo creo que por eso se ha refugiado en hacer la mejor política en su pueblo: Víctor Sánchez es esa persona que entre cigarro y cigarro, se inventa Atarfe todos los días.
 
Ácrata
 
Claro que Víctor Sánchez también es o no es ese personaje con unos delimitados perfiles externos ya conocidos, esa persona que perdió a su padre a los siete años y que a los catorce se tuvo que poner a trabajar acuciado por la necesidad familiar. Estudiaba en un colegio de los Hermanos de San Juan de Dios para huérfanos pobres y dice que a veces aún tiene en la cabeza «la imagen de esa España en que los curas nos castigaban sin comer». Pertenece Víctor Sánchez, como digo, a aquella generación que leía a Rosa de Luxemburgo y Marta Haenecker y que se pasaba noches enteras intentando descifrar el Capital o el libro rojo de Mao. Dice que su primera clase de democracia se la dio su amigo Navarro Lamolda y que a partir de ahí le gustó el pensamiento ácrata. «Yo era muy rojo, estaba más a la izquierda que incluso el Partido Comunista». Luego, cuando aún no había cumplido los veinte años, se afilió al Partido Socialista porque vio que era un proyecto abierto en el que cabían desde los trosquistas más radicales a los liberales más aperturistas. «A veces no somos conscientes del cacho de obra que hicimos», dice con ese tono de añoranza del que sabe que las cosas no han ido como se esperaba. El desencanto político del que hablaba antes intuyo que le viene por episodios como el del aparcamiento político de personas como José Rodríguez Tabasco, el anterior presidente de la Diputación, «que tenía un corazón tan grande que a muchos les molestaba». No se muerde la lengua cuando critica algunas acciones de su propio partido: «Predicamos la igualdad y la solidaridad y a veces nos navajeamos como si fuéramos la banda de José María el Tempranillo». «Ahora hay mucho político impostor, niñatos que se meten en los partidos pensando más en sus salida personal que por seguir una ideología». Él, dice, nunca ha pensado en sacarle rentabilidad económica a la política y que después de tantos años sólo tiene una casa heredada y un coche comprado a plazos. Su confianza en las personas más que en los partidos la ha puesto en práctica en su ayuntamiento, en el que lleva trece años como alcalde. Está convencido de que un proyecto siempre es más factible si el que lo realizan son amigos personales. Precisamente de esos proyectos hablamos a continuación. Por lo pronto, es de esos alcaldes del Área Metropolitana a los que se les lleva los demonios cuando le dicen que Atarfe es una ciudad para dormir y no para vivir. «Tenemos nuestra personalidad como pueblo, no somos los alcorcones o los pintos y valdemoros de Madrid». Esa personalidad la plasma en un modelo de ciudad que lejos de tener grandes moles de pisos, ha apostado por «un espacio habitable más humano y acogedor». «He cometido errores como es lógico, pero si estoy orgulloso de algo es por el diseño urbanístico de mi pueblo», comenta.
 
Internet
 
Aunque también se puede sentir orgulloso Víctor Sánchez por la repercusión mediática que ha provocado el ser un municipio que ha apostado fuertemente por la creación de una red pública de telecomunicaciones que facilite el acceso de todos sus vecinos a internet. Por el momento, además de conectar a todos los atarfeños a las nuevas tecnologías, se ha convertido en el centro de las miradas de muchos ayuntamientos, no sólo de la provincia, sino de toda España. Prueba de ello es el éxito de las primeras jornadas de ‘Redes públicas de telecomunicaciones’ recientemente celebradas y que han reunido en la localidad a más de un centenar de personas procedentes de administraciones públicas, empresas privadas, consultores y universitarios para debatir sobre la importancia del acercamiento de la ciudadanía a internet. Seguramente es el único ayuntamiento de España que tiene una Concejalía de Nuevas Tecnologías. «Hemos apostado por el futuro, así intuyo yo el presente», dice Víctor Sánchez cuando alabamos esa iniciativa de ciudad cibernética. Aunque el futuro no le hace descuidar el pasado ya que otro de sus proyectos es recuperar para la ciudad la antigua Medina Elvira, que fue la capital durante los siglos VIII al XI. Más a corto plazo tiene la idea de inaugurar la plaza de toros, que será multifuncional, y recuperar asimismo los parajes y las alamedas de Madres del Rao, donde se hacían antes las romerías y a donde los muchachos y muchachas conocían sus primeros ligues. «Tenemos que recuperar los antiguos canales de riego, hoy en poder casi todos del constructor Nicolás Osuna. Nuestra parte de vega es una de las mayores reservas acuíferas de España y no podemos permitir que allí mande el hormigón», asegura.
 
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