22 noviembre 2024

¿Vamos hacia un planeta sin gente? Las consecuencias del bajón en las tasas de natalidad

Aún somos muchos, sí, pero no por demasiado tiempo. Los científicos predicen que nuestro planeta se despoblará. Con consecuencias dramáticas.

 

El 15 de noviembre de 2022, la humanidad alcanzó los ocho mil millones de habitantes por primera vez, sólo once años después de que se hubieran superado los siete mil millones. Y hacia 2065, se cree, ascenderá a los diez mil millones. Son cifras del Instituto Internacional de Análisis de Sistemas Aplicados de Laxenburg (Austria). Independiente y financiado internacionalmente, este instituto fundado en 1972 prevé escenarios futuros. Su predicción sobre la población se extiende hasta 2100 y, curiosamente, ese año la población será inferior a la de 2065. Según sus estimaciones, la humanidad crecerá en unos 350 millones entre 2020 y 2025, pero disminuirá en casi 100 millones entre 2095 y 2100, y el declive se acelerará.

¿Pero no nos amenazaba la superpoblación? ¿No se hablaba de 14 mil (o incluso 16 mil) millones de personas y de una enorme sobrecarga de los recursos naturales? A lo que en realidad nos enfrentamos parece diferente, pero igual de temible. Según el estudio, los nietos de los recién nacidos de hoy podrían experimentar un mundo en el que la humanidad se haya reducido significativamente. Lo que esto significa —en términos económicos y políticos, pero a la vez para la vida de las familias— excede la imaginación. Problemas apremiantes actuales, como sobrecargar nuestro sistema de pensiones, palidecen.

En 1950, el promedio mundial para una mujer de 65 años era de 41 parientes vivos. En 2030, a esa misma edad, le quedarán solo 25. Y serán abuelos y bisabuelos antes que primos, sobrinos o nietos

Un equipo de investigación estadounidense de la Universidad de Texas en Austin y la Universidad de la Ciudad de Nueva York concluyó recientemente que, si no se logra revertir la tendencia a la caída de las tasas de natalidad, la humanidad caerá precipitadamente al nivel en el que se encontraba cuando comenzó a establecerse y a cultivar la tierra. Eso fue hace unos doce milenios. E incluso 10.000 años después, en la antigua Europa, el número total de personas no superaba los 300 millones…

Aunque inimaginable, un nivel similar también es teóricamente concebible, ya que incluso si los cálculos asumen generosamente una esperanza de vida de 100 años, la población mundial podría caer por debajo de los dos mil millones en 200 años, a más tardar, si se mantiene esta tendencia a la baja en las tasas de natalidad.

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¿Pero estamos ante un equipo de investigación que se ha dejado llevar por especulaciones descabelladas? No. Un segundo grupo de trabajo, del Instituto Max Planck, llegó a resultados similares. Usó modelos informáticos para observar las cambiantes relaciones familiares de las mujeres. Porque las mujeres son las que cuidan a los niños y a los ancianos y mantienen viva una sociedad. Son también quienes más probabilidades tienen —muchas más que los hombres, debido a su mayor esperanza de vida— de estar solas en la vejez.

Un ejemplo: en 1950, el promedio mundial para una mujer de 65 años era de 41 parientes vivos. En 2030, a esa misma edad, le quedarán solo 25. Es incluso mucho más probable que tenga abuelos y bisabuelos vivos que primos, sobrinos o nietos. Y otro dato: en 1962, por cada pensionista había seis contribuyentes. A mediados de este siglo, según la previsión estadística, habrá poco más de un contribuyente por cada pensionado.

Tasa de natalidad: de 5 a 2,3

La tasa total de fertilidad es un parámetro central para las ciencias demográficas. Indica el promedio estadístico de cuántos hijos tendrá una mujer en su vida. En teoría, cada mujer debería tener dos hijos para mantener la población actual. La tasa de fertilidad mundial fue de 2,3 en 2021, lo que indica un ligero crecimiento, que iguala nacimientos y muertes. Sin embargo, en el cambio de milenio todavía era de 2,7; en 1990, de 3,3, y entre 1950 y 1970 rondaba los 5. Hoy estas cifras sólo se pueden encontrar en algunas partes de África, pero allí también están disminuyendo.

Esta sostenida caída en la tasa de fertilidad mundial afecta también a los países más pobres. «Antes de que seamos desarrollados, estaremos viejos y cansados», se quejó un representante de Bosnia-Herzegovina en la pasada conferencia de población de la ONU en Nueva York.

En 1962, por cada pensionista había seis contribuyentes. A mediados de este siglo, según la previsión estadística, habrá poco más de un contribuyente por cada pensionado

Las guerras y el cambio climático, al igual que la mala situación económica ante el avance de la IA sobre cada vez más campos del mercado laboral, están causando problemas a muchos padres potenciales, como muestran las encuestas. Los analistas estadounidenses creen, no obstante, el estado de ánimo puede mejorar nuevamente en cualquier momento. Por eso han calculado un segundo bloque de escenarios para el desarrollo a largo plazo de la humanidad. En un uno de ellos, preven que la tasa de natalidad, tarde o temprano, volverá al menos a 2,1, alcanzando una meseta demográfica con un número de personas aproximadamente constante.

De ser así hacia 2125, la humanidad podría estabilizarse en torno a los ocho mil millones, el nivel actual. Pero si nuestros nietos y sus propios nietos se tomaran un poco más de tiempo para aumentar la reproducción —unos 50 años, digamos, hasta 2175—, nos quedaríamos con entre dos mil y cuatro mil millones de personas.

¿Pero qué posibilidades hay de que aumente la tasa de natalidad? En Corea del Sur, por ejemplo, se registran hoy las tasas de fertilidad más bajas del mundo: 0,72 hijos por mujer. Debería triplicarse para estabilizar la población; si no, el país habrá reducido su tamaño casi a la mitad a finales de este siglo. Las consecuencias económicas para una sociedad que se está reduciendo y envejeciendo son difíciles de prever. El gobierno surcoreano lleva casi dos décadas facilitar que las parejas tengan hijos, con inversiones que llegan a los 300 mil millones de euros: los tratamientos de infertilidad los paga el Estado; las niñeras, también… Pero nada surte el efecto deseado. El coste de la vida es demasiado alto; los alquileres y los bienes inmuebles, demasiado caros. La continua tensión con Corea del Norte y China tampoco animan…

La situación no es menos desesperada en Japón. El país se enfrenta a la cuestión existencial de si aún puede funcionar como sociedad, imploró hace un año el primer ministro, Fumio Kishida, ante una tasa de fertilidad de 1,3. En Japón, los costes de mantenimiento y las demandas económicas son demasiado altas para que la mayoría de la gente considere tener hijos. Y en Alemania, las cosas no son mejores: la tasa actual está en 1,36 hijos por mujer. Según una previsión recién publicada, Alemania no debería haber alcanzado esa cifra hasta el año 2100. E incluso en un escenario optimista, con una ‘política pronatalidad’, el país teutón no superará ya una tasa de 1,6 hasta finales de siglo.

Según las últimas previsiones, a finales de siglo habrá, de hecho, apenas seis países en el mundo con una tasa de natalidad superior a la tasa de estabilización del 2,1. Un chiste popular entre ecologistas parece hacerse realidad. Dos planetas se encuentran y uno se queja de que le va mal: tiene Homo sapiens. El otro lo tranquiliza. «Yo también los tenía. Tranquilo. Eso se pasará»

Eugenio Font

FOTO: Getty images

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