Sin redes eléctricas no hay transición energéticaº
Es imprescindible planificar el refuerzo de la infraestructura de transmisión y distribución para que las renovables lleguen a todos los puntos de consumo que quieran descarbonizarse. No hacerlo sería como tener trenes de alta velocidad y comprar locomotoras sin desarrollar las vías adecuadas.
Cuando hablamos de la transición energética y de la descarbonización de nuestros sistemas eléctricos, nos vienen a la mente muchas tecnologías: turbinas eólicas, paneles solares, vehículos eléctricos, baterías… Lamentablemente, las redes eléctricas no suelen recibir el mismo nivel de atención. Sin embargo, sin un desarrollo acelerado de las redes eléctricas, ninguna de las tecnologías mencionadas puede entregar su valor completo, poniendo en riesgo la transición energética segura. Este es el tópico que exploramos en la Agencia Internacional de la Energía (IEA) como parte de nuestro análisis titulado Redes Eléctricas y Transiciones Energéticas Seguras (Electricity Grids and Secure Energy Transitions, en inglés).
A medida que avanzamos en las transiciones hacia energías limpias, se ha producido una importante transformación en nuestros sistemas eléctricos. Por una parte, observamos un gran crecimiento en la demanda eléctrica motivado no sólo por el crecimiento económico, sino también por la electrificación de industrias y servicios. En los próximos años, esperamos que este crecimiento se acelere aún más debido a la electrificación adicional, la creación de hidrógeno a través de electrólisis y el crecimiento de tecnologías como centros de datos e inteligencia artificial.
El retraso en el desarrollo de las redes eléctricas pone en riesgo no sólo los objetivos climáticos, sino también la seguridad eléctrica y el desarrollo económico
Los cambios no se han limitado al nivel de demanda eléctrica: hemos visto un incremento notable en la capacidad instalada de energía renovable, que ha crecido más de un 45% globalmente en los últimos cinco años. Este crecimiento ha sido liderado por la energía solar fotovoltaica, seguida por la eólica. Estas tecnologías, que son el caballo de batalla de las transiciones energéticas, son capaces de proveer grandes cantidades de energía limpia a precios competitivos.
A pesar de los importantes cambios observados en la generación y el consumo eléctrico, las redes eléctricas no han experimentado una transformación similar. La inversión en redes ha quedado estancada, incapaz de seguir el ritmo de las energías renovables. Las redes son una pieza clave de infraestructura: no solo asegura la conexión de nuevas fuentes de suministro y permite el crecimiento de la demanda eléctrica y de la electrificación llevando la energía a los consumidores, sino que también provee flexibilidad para la operación segura del sistema. Debido a su lento desarrollo, ya existen evidencias de las importantes consecuencias para la evolución de los sistemas eléctricos.
A nivel global, al menos 1.500 GW de capacidad de proyectos de energía renovable en fases avanzadas de desarrollo están estancados esperando permisos de conexión. De forma similar, nuevos proyectos industriales que utilizan electricidad, como centros de datos o electrolizadores para generar hidrógeno, enfrentan retrasos y cancelaciones por falta de capacidad de la red. El retraso en el desarrollo de las redes eléctricas pone en riesgo no sólo los objetivos climáticos, sino también la seguridad eléctrica y el desarrollo económico.
Hacia el 2040, será necesario agregar o modernizar más de 80 millones de kilómetros de redes de transmisión y distribución a nivel mundial
Nos encontramos ante una situación paradójica. Es como querer tener trenes de alta velocidad y comprar locomotoras sin desarrollar las vías adecuadas. Si queremos evitar que las redes continúen siendo una barrera para el desarrollo, es crucial ver un crecimiento significativo en los próximos años. Hacia el 2040, será necesario agregar o modernizar más de 80 millones de kilómetros de redes de transmisión y distribución a nivel mundial, una longitud equivalente a la existente hoy en día. Esto requerirá, a su vez, una importante aceleración de la inversión en redes, que debe duplicarse para el año 2030, alcanzando más de 600 mil millones de dólares anuales.
No es una tarea fácil, pero es necesaria y requerirá modernizar muchas facetas de la operación, regulación y planificación del sistema eléctrico. Nuestro análisis identifica 6 áreas de acción inmediata que facilitarían la aceleración del desarrollo de nuestras redes. Estas incluyen importantes mejoras en la planificación del sistema, en la creación de marcos regulatorios claros y modernos, en la movilización de financiación para nuevos proyectos, en expandir cadenas de suministro, en sacar provecho a todas las tecnologías digitales posibles y en empoderar a los trabajadores para que adquieran las habilidades y competencias necesarias.
Quisiera añadir un elemento más para reflexionar: el lugar que ocupan la infraestructura energética, y particularmente las redes eléctricas, en el imaginario colectivo. Hoy en día, a pesar de su rol central en términos de descarbonización, seguridad y crecimiento económico, la percepción de las redes eléctricas no es tan positiva como la de los nuevos proyectos de energía renovable, a pesar de ser indispensables para estos. Será esencial, entonces, para cumplir con los objetivos climáticos globales, que el desarrollo de las redes eléctricas se realice de manera consensuada y participativa, pero al mismo tiempo con un reconocimiento del rol esencial e irremplazable que deben cumplir en nuestra sociedad.
Pablo Hevia-Koch es jefe de Integración de Renovables y Seguridad Eléctrica en la Agencia Internacional de la Energía (AIE)