«De sombras y sombrillas» por Juan de Dios Villanueva Roa

A veces una anécdota da para un ensayo. Traigo este sucedido por la significatividad social que puede tener. Resulta que este agosto pasado estábamos unos amigos, entre los que se encontraba una dama de 91 años, en la terraza de uno de estos locales que ahora se vienen a llamar gastrobar. Una sombrilla mitigaba el calor de los rayos solares. Esta marcaba una conocida bebida que en Sevilla llaman cerveza.

En la mesa de al lado una familia disfrutaba del pescado. Al poco, el miembro que presidía aquella reunión se levantó y movió el parasol, buscando centrar la sombra en su mesa. En estas, la señora de 91 años que disfrutaba de aquella sombra veía como se marchaba a tapar un huequecito de alguien de la mesa aneja, a quien el sol comenzaba a calentar un codo. Nos quedamos un tanto sorprendidos de tamaña hazaña del sujeto presididor de aquella mesa, por lo que el camarero fue llamado para pedirle alguna explicación sobre el suceso que acababa de ocurrir.

Y este, ni corto ni perezoso, nos dijo que los parasoles eran de los señores de esa mesa, que los habían traído ellos. Estupefactos nos quedamos. El joven camarero giró otras sombrillas hasta conseguir tapar a nuestra señora mientras los comensales de al lado ni se inmutaron ni cejaron en su masticar sardinas. Y es que la vida es así, hay quien aporta a la sociedad algo, quedándose con el derecho de pernada.

Así nos va a los demás, a quienes a lo mejor aportamos cosas, salud y saberes que explican la educación y demás, pero no quitan el sol a quien trajo la sombrilla.

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