CARTA DE UNA VÍCTIMA DE VIOLACIÓN
“Te hacen creer que lo mejor es contarlo, pero luego te abandonan” Conchi Granero, que sufrió una agresión sexual en febrero de 2020, ha escrito una carta de agradecimiento a su abogada en la que expresa su desengaño con el sistema judicial. La mujer, de 25 años, reflexiona con EL PAÍS sobre un proceso penal que a menudo sigue siendo un calvario para las víctimas
«Eres una de esas personas a las que necesito escribirle una carta, porque es la forma que tengo de poder expresarme abriéndome sin bloquearme.
Me siento muy afortunada por haber podido terminar esto de tu mano. No voy a mentir, la primera vez que fui a tu despacho estaba bastante preocupada o incluso asustada, porque para mí ha sido tan traumático el proceso que me angustiaba pensar que iba a ser defendida por alguien que tuviera una actitud hostil hacia mí o distante. Sin embargo, me encontré con alguien que me ha hecho sentir comprendida, acompañada, protegida, cuidada y, sobre todo, alguien que me creía.
No sé cómo saldrá finalmente todo esto, pero independientemente del resultado te agradezco que hayas hecho todo lo posible por mí, porque eso es más que suficiente. Al final esto no depende de mí ni de ti, sino de otras personas que están por encima de todo el esfuerzo que se le ponga a esta lucha. He de decir que en ninguno de los casos me sentiré ganadora porque yo lo perdí todo cuando me robaron la vida que estoy intentando recuperar con mucho esfuerzo y ganas, porque he peleado mucho por dejar de intentar sobrevivir y empezar a querer vivir, y no pienso dejar que nadie más me robe mi vida, ni mi voz.
Quizá no se termine de entender el porqué he decidido ir hasta el final aún a sabiendas de que es muy probable que en absoluto salga favorable para mí, pero es que esto no va de ganar o perder, y tampoco se trata de dinero, porque el dinero no importa cuando sientes que estás muerta por dentro. Esto va de que le seguiría dando el poder a él de controlar mis decisiones, mi pasado y mi futuro, y para cerrar este círculo necesito hacerlo de esta forma.
Soy consciente de cuánto me juego, pero cuando empiezas leyendo un libro nunca sabes qué va a ocurrir en los capítulos posteriores, y eso es la vida. Probablemente no esté de acuerdo con la sentencia, pero estaré en paz conmigo misma y eso es lo único que me importa. Lo relevante aquí es sentir que lo intenté, que pude hablar, que fui valiente y que jamás me quedaré con la duda de qué habría pasado si lo hubiera intentado, porque la decepción con el sistema yo la tengo de todos modos.
Jamás me he sentido víctima, no porque objetivamente no lo sea, porque sería incoherente e hipócrita no considerármelo en lo que a los hechos de febrero del 2020 se refiere, pero no me gusta utilizar ese término porque me duele, porque me hace sentir vulnerable y porque sería condenarme a rendirme. Soy mucho más que una chica que estaba en el sitio erróneo en el momento equivocado, o quizá no. Creo en el destino, y me ayuda a sobrellevar esto y no preguntarme constantemente «por qué yo», ya que considero que eso haría que me revictimizara constantemente. De igual manera, hay una frase que descubrí hace un tiempo que me ha ayudado en ocasiones a disminuir el dolor, que dice: «Hoy decidí perdonarte. No lo hice porque te disculpaste, ni porque reconociste el dolor que me causaste, sino porque mi alma merece estar en paz».
Ya no me importa que me juzguen o me pongan en duda, he aprendido que no se puede forzar nado y que no depende de ti lo que los demás decidan, lo único que está en tus manos es lo que puedes hacer con ello, y lo que permites que te afecte. Por eso, no me preocupo de lo misma forma que lo hacía hasta hace poco lo que una persona con una toga y a la que no conozco y sobretodo que no me conoce considere que es verídico o lo que merezco. Me importa lo que yo sé que es real y lo que siento. No necesito la aprobación de nadie, ni tampoco necesito dejarme la piel en convencer a nadie de absolutamente nada, porque las personas que necesito que me crean ya lo hacen y me apoyan. No lo necesito porque nadie me va a ayudar, de hecho, las personas que se supone que deberían haberlo hecho como presunta víctima, me dejaron sola. Nadie se imagina lo difícil y doloroso que resulta ingresar en un hospital psiquiátrico porque se supone que te van a proteger de ti misma cuando quieres hacerte daño, y que precisamente en un lugar seguro te maten emocionalmente. Tienes solo veinte años, estás sola, confías y te roban la vida. Seguimos, te hacen creer que lo mejor es contarlo, porque es éticamente lo que debes hacer para proteger o otras mujeres de estos hechos, pero te abandonan. El sistema te deja desnuda ante lobos sedientos que solo te hacen sentir aún más miedo, sin darle ningún tipo de soporte, tienes que cuidarte sola y defenderte de quienes desde su posición privilegiada se hacen llamar justicia.
Siento tristeza cuando recuerdo a esa chica perdida, destruida y sola. Siento tristeza cuando pienso en cuantas más se han sentido, se sienten y se sentirán así. Siento tristeza cuando veo que todos esperan que te defiendas de alguien que te agrede cuando eres vulnerable, cuando estás en desventaja, cuando es tan traumático que te bloqueas y no eres capaz de reaccionar como los demás dicen que deberías haberlo hecho, cuando si te defiendes quizá no puedas sentarte delante de un tribunal para ser cuestionada porque probablemente te hayan matado. Siento tristeza cuando escucho que es tu culpa porque te has expuesto, porque has provocado por tu forma de vestir, por no desconfiar, por no saber reaccionar, por sonreír, por ser amable, por ser joven, atractiva, por decir que no quieres, pero “no”, no es suficiente. Nada es suficiente cuando se trata de estar existiendo en una sociedad que está podrida y destinada al fracaso.»
C. Granero
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