21 noviembre 2024

Primero la sanidad y la educación y ahora las pensiones

Convendría que no perdiéramos la perspectiva de lo importante, bajo la hojarasca de debates superfluos y absolutamente intrascendentes. Aunque no lo parezca nos encontramos en un momento crucial para la supervivencia de buena parte de esos derechos que pensábamos iban a ser para siempre y que sin embargo, se encuentran en serio peligro.

Paralelamente a esa mal llamada “batalla cultural”, con la que la derecha y la ultraderecha patrias, pretenden volver del revés buena parte de los valores democráticos que creíamos inamovibles. Sus think thanks, fundaciones y satélites varios, dirigidos por las élites económicas y con el inestimable apoyo de la casi totalidad del ecosistema mediático, hace tiempo que han emprendido una guerra sin cuartel contra todos los pilares del Estado de Bienestar.

“Tacita a tacita” todos esos grupos de presión y sus brazos armados allá donde gobiernan -hoy por hoy en casi todas las comunidades autónomas y principales ayuntamientos y diputaciones del país-, están a punto de acabar con la sanidad y la educación públicas, tal y como las conocíamos. Basta echar un vistazo a las multimillonarias transferencias de dinero público a la sanidad privada, el aumento insoportable de las listas de espera, el deterioro casi irreversible de la atención primaria, la proliferación de universidades y formación profesional privadas, el desastre de la dependencia, etc, etc, etc, para darse cuenta de que no se trata de una mala tarde, sino de una estrategia perfectamente planificada para acabar con todas esas conquistas sociales, en beneficio de intereses estrictamente privados.

Pero mucho ojito, porque las siguientes víctimas de esa estrategia, son los pensionistas. Esa batalla ya ha comenzado y lo ha hecho sibilinamente a través de debates, tertulias y artículos de opinión, dirigidos a crear el caldo de cultivo, para dentro de no demasiado tiempo poder torpedear legislativamente ese tercer pilar del Estado de Bienestar

Es absolutamente indignante que desde determinados sectores se esté promoviendo ese intento de enfrentar a los mayores con los jóvenes y a los abuelos con sus nietos, a cuenta de la precariedad en que viven estos últimos frente a la relativa seguridad económica de que disfrutamos los mayores. Eso sí, después de cuarenta años de cotizaciones.

Quienes pretenden trasladar a la escena pública el relato de que para pagar mejor a los nietos, hay que precarizar a sus abuelos, son sencillamente unos miserables que se olvidan de que en lo peor de las sucesivas crisis económicas, han sido siempre nuestras pensiones las que han salido al rescate de nuestros hijos y nietos, o que son nuestros avales los que les permiten acceder a su primera vivienda. Esas pensiones tienen que seguir manteniendo su poder adquisitivo, primero por dignidad, segundo porque nos lo merecemos y tercero porque en el caso de que vuelvan a venir mal dadas, serán la garantía última de que todo el tinglado no salte por los aires.

Es cierto que los más jóvenes son actualmente, uno de los colectivos más vulnerables. La falta de un sistema de protección y de medidas adecuadas para satisfacer sus necesidades, conduce al desastre a un país en el que las generaciones más jóvenes sienten que han sido excluidas o marginadas de la vida social, económica y política.

Es cierto que muchos jóvenes se sienten frustrados ante las numerosas dificultades para acceder al mercado laboral y mantenerse en este dignamente, así como para acceder a la vivienda, ahorrar, moverse en la escala social en sentido ascendente, etc. Generaciones de jóvenes sienten que la sociedad los excluye y las políticas no los apoyan, y advierten además, que sus proyectos de vida se tornan cada vez más complejos… Pero la culpa de ese desastre no la tienen los mayores, por lo que esquilmar nuestras pensiones, no se traduciría en mejorar automáticamente el poder adquisitivo de nuestros nietos

Resulta vital para la buena salud de nuestro país evitar la ruptura del pacto generacional y que no se plantee una cuestión de rivalidad entre grupos de edad, sino la necesidad de solucionar una situación de desigualdad intergeneracional. Cerrar la brecha entre jóvenes y mayores y recuperar el pacto generacional es una necesidad del presente y una apuesta de futuro.

Como señala Joaquín Estefanía en su libro «Abuelo, ¿Cómo habéis consentido esto?» «El mayor desafío de las democracias maduras tras los años de crisis económica es restaurar el contrato social entre generaciones». Esta es la mejor forma de comprometer a las nuevas generaciones con el sistema de solidaridad en que se apuntala el estado del bienestar.

Señores políticos y señores empresarios, no cuenten con nosotros para hacerle imposible la vida a nuestros nietos y no los utilicen a ellos para precarizarnos a nosotros. La dignidad de nuestras pensiones no es la causa de los sueldos de miseria que pagan a nuestros jóvenes. Solo tienen que mirar sus propias cuentas de resultados, los millonarios dividendos que reparten a sus accionistas y los vergonzosos bonus que se embolsan sus directivos, para darse cuenta de que si no pagan sueldos decentes a los jóvenes no es porque nuestras pensiones lo impidan, sino por otra cosa con un nombre muy feo