13 noviembre 2024

Radiografía de las palabrotas en España: ¿en qué ciudad se dicen más?

Insultos y tacos ‘despiertan’ nuestro cerebro y nos hacen más fuertes frente a los golpes y en el gimnasio. Aquí soltamos nueva al día de media, pero en EE UU no bajan de los 21

Alguna vez se ha puesto a contar cuanto tacos dice al día? Según un estudio de Preply, una plataforma online para aprender idiomas, en España soltamos de media unos nueve cada jornada. Por lo bajini y por lo ‘altini’. Algunos se nos escapan casi sin querer, pero otros… otros casi los deletreamos con ganas. Los tinerfeños son los que más groserías incluyen en sus conversaciones, con 16, una cifra que no dulcifica ni el acento. Lideran el ranking junto a los granadinos con 13 y los coruñeses, con 12. En el lado contrario están los residentes en Las Palmas, a los que apenas se les escapan 5, seguidos por los alicantinos y los valencianos, con 7.

Pero como pasa con el tamaño, aquí el número no importa, lo que importa es la intención. Y es que las palabrotas se han convertido en una manera de comunicación de la que ya no podemos prescindir y que, además, provoca mucha curiosidad entre los científicos. De hecho hay cientos de estudios sobre los improperios que nos ayudan a entender por qué un joder a tiempo evita males mayores.

Según los expertos, los insultos y los tacos no solo nos tocan la ‘fibra’, también partes del cerebro muy profundas. Es decir, podemos estar escuchando el discurso más aburrido del mundo, casi dormitando, que como el conferenciante diga una palabrota inmediatamente se nos va a encender la bombilla. «Esto es debido a que son percibidas por nuestro cerebro como una amenaza», explica Jon Andoni Duñabeitia, catedrático de la Universidad Nebrija e investigador en Ciencia Cognitiva del Lenguaje.

La cifra: 21 tacos al día pronuncian en Estados Unidos, el país que más palabras malsonantes dice según Preply. Le siguen Polonia (19) y Reino Unido (10).

Al oír cualquier tipo de improperio se activan estructuras cerebrales relacionadas con el miedo que generan una reacción en nosotros. Incluso física. Cuenta Duñabeitia que si en una conversación un tipo le dice a otro algo malsonante, al segundo se le van a dilatar las pupilas ligeramente y puede que note un suave aumento de la sudoración. «Activan nuestro sistema de alerta, como cuando oímos un claxon y estamos cruzando la carretera», precisa. Quizá por ello también los utilicemos mucho en el coche, el tercer lugar en que más blasfemamos, según el informe de Preply, cuando las maniobras de otro vehículo nos perturban.

La amígdala

Aunque el lugar donde más tacos decimos es el de las reuniones con los amigos, ya sea en un bar, en casa o en mitad del campo. Al parecer, soltar sapos y culebras por la boca nos relaja, nos desfoga. ¿Cómo es posible? «Porque activan los ganglios basales, la amígdala y otras partes del sistema límbico», explica la investigadora Kary Stapleton, que también ha escrito sobre el tema y ha repasado uno a uno los más de cien artículos académicos publicados. Adobe Stock

La forma en que nuestro cerebro procesa los tacos es también la responsable de que cuando nos damos un buen golpe lo primero que nos salga por la boca sea una palabrota. Y es que al excitar esas partes de nuestro cuerpo que menciona Stapleton se genera también un efecto que los científicos llaman hipoalgésico, es decir, «aumenta nuestra tolerancia al dolor». Vamos, que nos duele menos el golpe.

Fuerza y potencia

Lo demostró un experimento que hizo en 2009 en la Universidad de Keele, en Reino Unido, el profesor Richard Stephen, uno de los mayores expertos en la materia. Reunió a 92 personas y les pidió que metieran una mano en una bañera con hielo. Acto seguido tenían que expresar lo que sentían a través de cuatro expresiones: una era ‘fuck’ (joder, en inglés), otras dos eran palabras inventadas, y la cuarta, neutral. A la vez, analizaba los cambios en sus ritmos cardiacos y su actividad cerebral. Cuando cruzaron todos los datos saltó la liebre: aquellas que utilizaron la primera expresión vieron cómo aumentó su umbral del dolor y su tolerancia: pudieron aguantar más tiempo la mano dentro del agua sin sentirse tan mal como el resto.

Otro estudio posterior no solo confirmó esto, sino que también llegó a otra conclusión mayor: decir tacos nos hace más fuertes. De nuevo está detrás de él el profesor Stephens, que descubrió en 2018 que el rendimiento muscular en cuanto a fuerza y potencia crece cuando decimos algún improperio. La explicación está de nuevo en ese efecto hipoalgésico, pero también en el efecto de desinhibición que genera decir tacos. Así que ya lo sabe, si no consigue hacer tantas series de dominadas como quiere, blasfeme un poquito, que lo mismo rompe su récord. Y si no, al menos se habrá quedado a gusto.

Los insultos que más gustan en España

  1. 1 Gilipollas, imbécil y cabrón. Es la tríada perfecta y la manera favorita de insultar en toda España, según un estudio que llevaron a cabo en 2020 Jon Andoni Duñabeitia, director del Centro de Ciencia Cognitiva de la Universidad Nebrija, y María del Carmen Méndez, profesora del Área de Lingüística de la Universidad de Alicante. Es más, gilipollas gana en todas las comunidades autónomas. Y tiene mérito porque se impuso a los más de 8.000 insultos que estos investigadores lograron recoger.
  2. 2 Eres un subnormal. El insulto se dice y se recibe como un acto de violencia verbal. Y da igual si es políticamente correcto o no. Llamar subnormal a alquien es algo bastante habitual en Galicia, Extremadura, Murcia y Canarias.
  3. 3 Puta, sola o acompañada. La palabrota de las cuatro letras, como la llaman los niños, es protagonista de varios insultos en el imaginario español, pero solo es la tercera más usada en Andalucía y Cantabria. En el resto de regiones no entra en el top 3.
  4. 4 So payaso no es solouna canción. No forma parte del podio de los insultos más usados en España, pero sí lo decimos mucho. Hasta podemos cantarlo gracias a la canción que compuso Extremoduro allá por 1996. No pasa de moda.

Txoriburu, papardo, zalapastrán y otros vituperios locales

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Siempre se habla de que el castellano es un idioma de gran riqueza y así es, también, en cuestión de palabrotas. Lo demuestran varias investigaciones sobre el tema. Allá donde fueres haz lo que vieres, dice el refrán. A lo que también habría que añadir e insulta como ‘oyeres’. En Cantabria, por ejemplo, tienen una palabra muy curiosa para denominar con desdén a los que llegan de la gran ciudad queriendo ir de listos: papardos. En el País Vasco, a los que no tienen buena cabeza, en cambio, les llaman txoriburu, algo así como cabeza de chorlito. Y si les tienen que mandar a la porra les dicen ‘pikutara joan’.

En Asturias tienen claro que si no eres muy limpio, eres un gochu. En La Rioja le llaman cenaco. En Extremadura, farraguas. Y en Galicia, zalapastrán. Cuando te encanta darte importancia y cotorrear de todos, en Navarra te insultarán con la palabra escuchapedos. Para los manchegos, en cambio, serás un bacín.

Y ojo, no intente escabullirse, porque los usmias están muy mal vistos en Castilla y León, donde a los ‘mariliendres’ que de todo hablan y de nada entienden les llaman también ‘averiguados’. En fin, que habrá que ir poniendo fin a esta interminable lista antes de que alguien decida llamarnos magurrianes por brutos y asilvestrados. Eso sí, antes les confesare mi insulto local favorito: mondregote, algo que llevan muy mal los engreídos.

Julia Fernández

FOTO: Daniela Carvalho

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