«Imposible transporte público» por Juan de Dios Villanueva Roa
La última vez que encontré a un concejal en un autobús urbano fue hace tantos años que no lo recuerdo. Era Baldo Oliver, concejal socialista que entonces llevaba los asuntos de la hacienda. Sentado, portaba una cartera llena de papeles.
Me sorprendió tanto que escribí una columna sobre aquel evento. Desde entonces no he vuelto a encontrarme a ningún concejal de ningún partido en autobuses ni metro, debemos tomar líneas diferentes y en horas distintas, seguramente.
Ahora la dificultad no está en pillar asiento, la dificultad estriba en tomar el bus, sobre todo en horas punta, es tal el número de usuarios que las sardinas van más cómodas en su lata, con su aceite. Las frecuencias son caóticas, no se sabe cuándo llegará, porque además malfuncionan los indicadores horarios, si es que están activos; una vez que llega, el conductor se piensa si abrir las puertas, pues los usuarios han de arrejuntarse unos a otros como si se conocieran de toda la vida.
Afortunadamente las temperaturas están bajando, pues los sudores se transmiten como el aire de unos pulmones a las narices próximas, virus incluidos. Amor a ciegas.
Y del metro, tres cuartos de lo mismo o peor. Esta es señal palpable de que nuestros gobernantes no usan los transportes públicos. Si los usaran, además de llegar tarde al ayuntamiento, en cualquiera de sus sedes, llegarían desesperados. No es concebible lo que está pasando, después de las campañas sobre el uso del transporte público.
No cabemos, no hay frecuencias razonables, no hay sitio, los tiempos son absurdos. Pruebe, Paqui, verá que tengo razón, a coger bus o metro entre las ocho y las nueve, entre las dos y las tres. Ya, es difícil planificar, hay que saber.