El gesto con la mano que salva vidas a víctimas de violencia machista
La presencia del agresor limita las posibilidades de las personas victimizadas de hablar abiertamente de su situación y las empuja a buscar formas sutiles para alertar sobre el peligro que corren.
Muchas mujeres enfrentan una verdadera angustia a la hora de pedir ayuda en contextos de violencia machista, pues son conscientes de que podría implicar un riesgo adicional. La presencia del agresor limita sus posibilidades de hablar abiertamente de su situación y las empuja a buscar formas sutiles y discretas para alertar sobre el peligro que corren. Ante esta necesidad, se han desarrollado métodos que permiten a las víctimas pedir auxilio sin exponer su seguridad, al menos de manera inmediata.
Durante la pandemia, por ejemplo, dado que muchas mujeres se quedaron confinadas junto a sus agresores, aumentando su vulnerabilidad, se hizo hincapié en estos canales. La Canadian Women’s Foundation lanzó el Signal for Help, una señal de auxilio manual que rápidamente se viralizó y que todavía hoy en día se sigue usando. Esta misma mañana, de hecho, se ha conocido la noticia de que los Mossos d’Esquadra habían detenido a un hombre justo después de que su pareja hiciera ese gesto de auxilio en Lloret de Mar (Girona).
Este movimiento, una mano levantada con el pulgar doblado sobre la palma y los dedos cerrándose sobre él, permite a las víctimas comunicar módicamente que necesitan ayuda, sin alertar en exceso a sus victimarios. La señal fue diseñada durante la primera ola de la covid-19, por lo que está especialmente pensada para situaciones en las que una víctima se encuentra frente a una cámara o en videollamada. No obstante, sirve, tal y como se ha visto, en muchos otros contextos y ya existen entidades como Amnistía Internacional y diversos observatorios contra la violencia de género que lo han promocionado últimamente.
A esta estrategia se suman otras similares como la iniciativa británica Ask for Angela. Este código nació en 2016 en Lincolnshire, Reino Unido, como respuesta a incidentes de violencia y acoso sexual en ambientes de entretenimiento. Con esta clave, una persona en peligro puede dirigirse al personal del lugar y preguntar por «Angela», dando a entender que necesita ayuda.
El personal, que debiera estar capacitado, respondería entonces proporcionando asistencia de manera discreta, que puede incluir acompañamiento a un lugar seguro o incluso una llamada a las autoridades. Este código para espacios públicos ha sido replicado en múltiples países y, de hecho, en algunos establecimientos se han creado versiones propias de la iniciativa.
La proliferación de estos métodos refleja el esfuerzo de colectivos y comunidades que entienden la importancia de habilitar entornos seguros y efectivos para quienes enfrentan situaciones de violencia. Además, confirman cómo lugares de ocio, comercios e instituciones de salud se pueden convertir en un espacio de protección, donde el personal aprende a responder de forma adecuada cuando alguien utiliza alguna de estas señales de socorro.
La efectividad de estas estrategias, entre otras cosas, radica en su sencillez y en la colaboración de la comunidad para responder ante ellas. Sin embargo, el desafío sigue siendo que muchas mujeres aún no conocen estos recursos o carecen de entornos en los que se sientan seguras para emplearlos. Para quienes están en peligro, estas vías pueden ser la diferencia entre el aislamiento y la reclusión, o la esperanza y un futuro en libertad.
FOTO: Una persona muestra un cartel durante la marcha del 25N en Madrid. Foto de archivo. ADRIÁN IRAGO Europa Press