El último ensayo de Niños Mutantes
Tras girar por España con todo vendido, la banda granadina inicia el final de su despedida, cuatro conciertos que prometen emocionar a la ciudad que los vio nacer. Pero antes, hay que hacer un último ensayo en el que repasar temas, música y vida
La pequeña nevera está casi vacía. «Sólo queda Darth Vader, a ver quién es el valiente que se la bebe», bromea Juan Alberto. «Han Solo», corrige Andrés. «El que se queda congelado es Han Solo». Ambos ríen con la confusión y recuerdan la mítica escena de ‘El Imperio Contraataca’, así, imitando la cara de Harrison Ford en el Palacio de Jabba el Hutt. Han Solo es una lata de cerveza que lleva años pegada al final de la nevera, envuelta en una fina capa de nieve. «No hay quien la saque», señalan divertidos. A sus espaldas, el local es un maravilloso caos ordenado de cables, altavoces, atriles, partituras e instrumentos musicales. «Qué raro se nos va a hacer no venir más a ensayar».
La noticia llegó hace un año: «Niños Mutantes dice adiós». Unos meses más tarde, la banda granadina comenzó una gira por toda España que ha sido un éxito: todo vendido y emoción a flor de piel. Pero todavía queda una última estación: Granada. Un último adiós que serán cuatro en realidad, cuatro conciertos en el Teatro CajaGranada los días 15, 16, 22 y 23 de noviembre. El domingo 24, cuando despierten, será el primer día después de 30 años en que ya no sean Niños Mutantes. «El primer día sin que exista la banda –apunta Andrés–. Porque Niños Mutantes seremos hasta el último día de nuestras vidas».
Antes de ese final, antes de subirse al escenario una vez más, la banda se ha reunido en su guarida, un local ubicado en el Polígono de Asegra, en Peligros. «El último ensayo», resopla Migue. «Aquí no es lo mismo que en un concierto, es una sensación distinta». Nani, sentado en la batería, juguetea con las baquetas y sonríe. «Ya llevamos unos cuantos ensayos, creo que hemos contado tres mil. Para nosotros, venir aquí es como la peña de fútbol». En ese momento, Juan Alberto se tira al suelo, se quita las zapatillas y se pone unas viejas y gastadas bambas azules. «Son mis zapatillas para ensayar. Es que hay mucha energía y son las únicas zapatillas con las que no me llevo chispazos».
Justo cuando iban a empezar a tocar, todos en posición y con los instrumentos en ristre, llaman a la puerta. «¿Se puede?». Son José Ignacio Lapido y Jacinto Ríos, de 091. Los mutantes dejan los instrumentos y se acercan a abrazar a sus colegas. Hablan de lo que están viviendo, de lo difícil y lo bonito de las despedidas, de lo que está por venir. «Son gente –dirá más tarde Juan Alberto– a la que admirábamos hace 20 años y que ni nos hubiéramos imaginado que un día llamaríamos amigos. Eso también ha sido parte del viaje».
Juan Alberto Martínez, Andrés López, Migue Haro y Nani Castañeda son amigos desde el principio, desde que compartían pupitre en el IES Mariana Pineda. Una pandilla que soñaba con escribir y componer canciones que pudieran encontrar su lugar en el mundo. Antes de empezar este ensayo tan especial, el último, se miran unos a otros de soslayo, como si quisieran comprobar que detrás de las huellas del tiempo siguen siendo los mismos niños de siempre. «Bueno, chicos. ¡Vamos allá!», advierte Nani dando tres golpes secos. «¡Un, dos, un, dos…!».
Principio y final
Juan Alberto Martínez, cantante. JAVIER MARTÍN
Los primeros ensayos de la banda, cuando contaban 15 o 16 años, eran en el Puente de los Vados. «Llegábamos allí a las diez de la mañana y nos íbamos a las once de la noche. Era una locura. Bendita locura», recuerda Nani. «El grupo empezó con Mama Baker –sigue Migue–, una banda que tuvimos Nani y yo. Aunque Juan siempre estaba con nosotros». Juan Alberto carraspea entre risas: «Era una mosca cojonera. Pero ahí ya sabía que quería hacer canciones».
Andrés, sevillano, fue el último fichaje: «Cuando entré en Niños Mutantes fue como subir a primera división». Treinta años después, un simple chasquido comprime la frontera entre el principio y el final, provocando una cascada de emociones. Andrés: «Todo tiene que tener un fin». Migue: «Está bien que las cosas, si eres lo suficientemente valiente, empiecen y acaben». Juan Alberto: «Es una decisión valiente, pero dolorosa. Niños Mutantes es nuestra identidad». Y Nani: «Es doloroso, pero es una decisión acertada».
Nani Castañeda, batería. JAVIER MARTÍN
La decisión surgió en un bar, tomando unas cervezas después de un ensayo. Fue Nani el que dijo que, para celebrar el 30 aniversario de la banda, «molaría hacer algo especial». «Igual lo más bonito y especial que podíamos hacer, dije, era retirarnos». Las palabras cayeron sobre la mesa como una bomba atómica cuya onda atravesó las entrañas de los cuatro amigos. Sin embargo, todos sintieron que Nani tenía razón. «Esa sensación –explica Juan Alberto– de que era mejor dejar un buen recuerdo en vez de enturbiarlo con un grupo que funcione por rutina». «Nos vamos por la puerta grande y eso es bonito», subraya Migue.
Migue Haro, bajista. J. M.
Ahora, tratando de ordenar sus pensamientos, los Mutantes ven claras las razones de la separación, tanto internas como externas. Después de la dura pandemia y de publicar ‘Cuchillos y diamantes’, la banda estaba desfondada y la idea de iniciar un nuevo proyecto resultaba abrumadora. Además, el panorama actual funciona a un ritmo vertiginoso de redes sociales y exigencias digitales que, por sus circunstancias personales, ni pueden ni quieren seguir. «Alucinamos con estos jóvenes artistas que a los seis meses de editar su primera canción llenan estadios –reflexiona Juan Alberto–. Es maravilloso, pero nosotros hemos hecho toda la carrera desde monaguillos a obispos, poco a poco, y tardamos tiempo en sentir algo parecido al éxito».
Sintieron el éxito en 2010, cuando lanzaron ‘Las Noches de Insomnio’. En su primer concierto, en la sala Galileo Galilei de Madrid, el público ya se sabía de memoria las canciones, en especial ‘Errante’. «Fue precioso». «Esa canción nos ha dado todo, nos ha dado poder estar aquí todo este tiempo». «Sin duda, esa canción nos cambió la vida». En esta última tanda de conciertos, ‘Errante’ es mucho más que un himno, es el legado. «En Sevilla, tuve que dejar de cantar porque una chica se puso a llorar. No podía dejar de mirarla y se me cerró la garganta. Es muy fuerte», recuerda Andrés.Ç
Treinta años y trece discos después, el último ensayo de Niños Mutantes termina. En vez de irse a toda prisa, como en otras ocasiones, los amigos remolonean y tardan más de la cuenta. No se quieren ir. Al final, empujados por una fuerza invisible, se encuentran en la puerta y se abrazan con fuerza, conscientes de que todo, absolutamente todo va a cambiar. La cascada, otra vez, es imparable. Migue: «Qué pena. Pero qué bien que haya pasado todo esto. Nunca pensamos que cuatro amigos pudiera conseguir tanto. Solo podemos estar agradecidos». Nani: «La amistad es la que nos ha mantenido unidos». Andrés: «Me siento tremendamente afortunado y súper contento de haber tenido esta experiencia, de haber subido al escenario y de haber sido Mutante». Y Juan Alberto: «El premio que nos deja Niños Mutantes es que, más que amigos, somos familia».
Y el local se queda así, congelado en el tiempo, como Han Solo en el fondo de la nevera.
FOTO: Migue, Juan Alberto, Nani y Andrés, en el último ensayo de Niños Mutantes. JAVIER MARTÍN
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