La amnesia del glúteo: cuando a nuestro trasero se le olvida su función
Esta dolencia se produce por pasar muchas horas sentados y se soluciona de forma muy sencilla. Deberíamos levantarnos de la silla cada 35 minutos
A nuestro trasero se le ‘olvida’ a veces para qué sirve. Suena raro, pero pasa. Aunque tenga su importancia, su función principal no es llenar bien unos vaqueros o lucir una silueta de infarto en la playa. Su papel es mucho más importante. Sin ir más lejos, sin él no podríamos mantenernos erguidos. Este olvido ocurre porque pasamos muchas horas sentados. De media, más de cinco horas y media al día, dicen las estadísticas oficiales. Se quedan cortas. En cualquier trabajo de oficina se sobrepasa esa cifra con facilidad. Se pasan –pasamos–, muchas más a horas pegados a la sillas.
Este estarse quieto durante tanto tiempo provoca una dolencia que los médicos llaman amnesia del glúteo o, por lo que acaba de decirse, glúteo de oficinista. «Ocurre por la presión continuada sobre los músculos del glúteo y por su no utilización», explica Ander Álava, médico rehabilitador en el hospital vizcaíno de San Juan de Dios. Quizás les venga a la mente el momento en que tras un largo viaje de coche, paramos a estirar las piernas y casi no podemos andar. No es eso. Tampoco tiene que ver con la sensación que se produce cuando se duerme un brazo u otra parte del cuerpo. Esto ocurre por el pinzamiento de un nervio. «Empieza con un debilitamiento del músculo, su atrofia y, finalmente, con la aparición de dolor. A ello se le une la poca vascularización por la presión contínua en la zona, falta de oxigenación, alteraciones metabólicas, un poco de fibrosis con acortamiento del músculo…».
Suena grave, pero no lo es. Puede traducirse en una cierta cojera, molestias lumbares, trocanteritis –una inflamación de la bursa, una bolsa con líquido situada en el trocánter, un hueso situado en la cadera–, calambres en las piernas. Estos síntomas no aparecen nunca de forma brusca. «No se produce ni el primer día, ni el segundo, ni el tercero, sino que aparece por acumulación. Se va instaurando de forma muy lenta, muy progresiva», destaca el galeno.
Levantarnos cada 35 minutos
Como se ha dicho antes, la función del trasero va mucho más allá de la estética. Esta musculatura se compone del glúteo mayor, el medio y el menor. «El primero tiene como función extender la pierna hacia atrás, el glúteo medio permite separarla hacia un lado y el menor lo que hace sobre todo es rotar». En conjunto, nos permite permanecer erguidos y nos da estabilidad. «Tanto que si nos apoyarámos sobre una pierna y no tuviéramos el glúteo, la pierna contraria se nos caería, no podríamos mantenerla en el aire. Es como si tuviéramos un mecanotubo y le quitas una piecita. Se desequilibra todo lo demás», destaca el especialista.
Evitar esta dolencia es sencillo. Por un lado, «deberíamos levantarnos de la silla cada 35 o 40 minutos, y caminar unos 5 o 10 minutos». Por otro, la silla debe ser lo más ergonómica posible. Cuanto más cómoda, mejor. «El almohadillado tiene que distribuir la presión que sufre el glúteo». Muy importante también es la altura del trasero respecto a las rodillas. Si estas quedan por encima, la presión sobre la musculatura glútea es mucho mayor. Si quedan por debajo, esa presión se reparte con la parte posterior del muslo».
Estirar y fortalecer
¿Qué ocurre si ya es tarde y notamos esas molestias? La fórmula para solucionarlo es triple: estirar, fortalecer y vascularizar. Para lo primero, no hace falta pasarnos. «Se trata de flexionar la rodilla y generar una rotación interna de la pierna. No debemos buscar distensiones más allá de lo que es el recorrido articular normal. No hay que empecinarse, como se ve en muchos sitios, en hacer unos esfuerzos sobrehumanos. Eso da lugar habitualmente a más a lesiones», advierte el doctor.
Para recuperar la fuerza del músculo, no queda otra que realizar ejercicios. Basta con una sentadilla muy sencilla que se puede hacer en la misma silla del trabajo. Debemos levantarnos «despacito, controlando muy bien el peso del cuerpo y generando fuerza. Para sentarnos, nada de dejarnos caer», explica. Con esto además se evita el problema de estar tanto tiempo sentados. Un segundo ejercicio sería el ‘puente’. «Nos tumbamos boca arriba, doblamos un poco las rodillas y haciendo fuerza con los pies elevamos la pelvi». Los ejercicios de ‘core’ también vienen muy bien.
Queda la vascularización, llevar sangre a la zona. Entra aquí el ejercicio aeróbico. «Caminar, elíptica, nadar… Lo que se quiera», dice el especialista. ¿Y correr? «Es difícil que alguien que corre tenga debilidad en el glúteo pero no solemos recomendarlo a los pacientes con este problema por el impacto en las articulaciones». ¿Y el monte? «El problema aquí son las pendientes y la irregularidad del terreno. Si el desnivel es alto, especialmente en bajada, se considera un impacto. Y si es irregular, los tobillos y las rodillas sufren bastante».
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