«Entre balances y belenes» por Jesús Lens
Hay que ver lo collejo que cae este año el Puente de la Inmaculada Constitución, con esos viernes y lunes festivos, sin necesidad de pillarse ningún día libre entre medio.
Lo sé, lo sé. Siempre habrá gente a la que le toque currar en fiesta de guardar. Y/o el sábado. Los hay a quienes les da igual el acueducto porque su nivel de actividad, estrés y ansiedad no mengua con los feriados o, en sentido contrario, quienes viven en un puente largo e interminable todos los días de la semana, del mes y del año. ¡Ánimo en todos los casos! Y las casas…
Hechas las salvedades, que no pretendo ningunear ni hacer de menos a nadie, ¡hay que ver lo collejo que…! ¡Uy, que me estoy repitiendo! El caso es que llega el puente previo a la semana previa a la Navidad y, además de comprar esos décimos de la lotería que llevan en el kiosco, el bar y la cafetería de debajo de casa y la frutería de la esquina desde el verano y a los que aún no les hemos hecho caso, toca montar el Belén. En un sentido literal de la expresión, que metafóricamente lleva armado todo el año. Al menos, por parte de los políticos ‘nacionales’. ¡Qué pesados son!
Llega el largo fin de semana que en tantas casas se aprovecha para poner la decoración navideña, aunque hay otras donde ya se han cepillado tres cajas de mantecados. Unos días, también, para relajarnos un poco, echar la vista atrás y empezar a hacer balance del año.
Está el mundo como para no asomarse con demasiada prisa a 2025, la verdad. El concepto de ‘miedito’ se queda corto. Les confieso que, de momento, ni siquiera he abierto los mails con las novedades literarias para el primer trimestre, del cague que tengo con el año por venir. Ni a los estrenos de cine les he prestado atención.
Estos días espero tener un poco de paz y sosiego para reflexionar sobre el año que se nos va. Sobre lo que esperaba de él y lo que he terminado desesperando, digo consiguiendo. Y lo que no, claro, que siempre es más interesante y enigmático. Tampoco es que me hubiera hecho grandes propósitos, pero bueno. Ojalá que bajen los niveles de tensión y angustia, que esto de vivir en un sinvivir constante no puede ser bueno.
FOTO: https://archidiocesisgranada.es
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