30 enero 2025

Son muchas las señales que alertan de que las nuevas generaciones están cada vez más polarizadas sobre el feminismo y de que el mensaje de la igualdad no está calando entre los chicos como debería07 enero 2025

Educar a las chicas para que desafíen los estereotipos y sean independientes es fundamental, pero el objetivo de la igualdad pasa también por hacer entender a los chicos que los hombres lloran, se expresan y cuidan. Lo primero lo hacemos cada vez mejor, pero en lo segundo parece que algo está fallando.

Hace unos meses, el Centro de Investigaciones Sociológicas publicó los resultados de su primera encuesta sobre las percepciones de la igualdad entre hombres y mujeres. El informe dejó muchas lecturas y, sobre todo, un llamativo titular: el 44,1% de los hombres está “muy” o “bastante de acuerdo” con la idea de que “se ha llegado tan lejos en la promoción de la igualdad de las mujeres que ahora se está discriminando a los hombres”. Esa creencia parece estar todavía más extendida entre los jóvenes: el 51,8% de los chicos de entre 16 y 24 años dice sentirse así. Las cifras del CIS provocaron bastante revuelo mediático, aunque en realidad solo venían a confirmar lo que estudios anteriores y lo que un ratito de navegación por redes sociales o por algunos de los muchos foros que pueblan la llamada ‘manoesfera’ ya dejaba intuir, y es el que discurso antifeminista está consiguiendo calar entre los hombres y, de manera especial, entre los más jóvenes.

Impulsado por corrientes globales como el #MeToo, reformas legislativas y unas movilizaciones como hacía tiempo no se veían, el feminismo ha sido una de las grandes revoluciones de las sociedades industrializadas en la última década. Pero, como ha sucedido otras veces en la historia, esa ola ha sido seguida por una contraola, un repliegue hacia postulados misóginos que muchos varones jóvenes parecen dispuestos a aceptar de buena gana. Así, la brecha entre los miembros de la generación Z resulta cada vez más evidente: mientras las chicas siguen en la lucha por la igualdad, los chicos están asumiendo postulados más conservadores y tradicionalistas.

Pero ¿qué está pasando para que esos adolescentes que han crecido con los mensajes del feminismo miren ahora con añoranza los tiempos en los que el ‘hombre blandengue’ era motivo de burla? ¿Crisis de la masculinidad? ¿Rebeldía juvenil? ¿Incapacidad del feminismo para conectar con este público? Para Octavio Salazar, jurista experto en derecho constitucional conocido por sus trabajos sobre lucha de género y nuevas masculinidades, algo de todo eso hay, aunque, insiste, esa sensación de que el mundo ahora está en su contra no es ni mucho menos exclusiva de los varones de ese grupo de edad. “Buena parte de los hombres, no solo los jóvenes, están desubicados con respecto a los mandatos tradicionales de la masculinidad, ya que el avance en derechos de las mujeres y la revisión de buena parte de nuestros patrones de cultura y comportamientos afectan al estatus que siempre hemos disfrutado. Todo ello, en un contexto de crisis en muchos sentidos –económica, de expectativas, de falta de salidas ante el futuro– que provoca un caldo de cultivo idóneo para que calen los discursos reactivos y machistas que prometen mantener el orden tradicional y, en consecuencia, que no se vea afectada nuestra posición protagonista. En este sentido, no creo que haya grandes diferencias entre los jóvenes y los menos jóvenes, salvo que los primeros se enfrentan a dilemas que tienen que ver con su proyecto de vida. Vemos cómo se fomenta una cultura del miedo, de la inseguridad, y desde ahí es fácil que calen discursos populistas, emocionales y epidérmicos”.

Octavio Salazar: “Buena parte de los hombres, no solo los jóvenes, están desubicados con respecto a los mandatos tradicionales de la masculinidad”

Para Anna Sanmartin, directora del Centro Reina Sofía de Fad Juventud, lo que está pasando es, básicamente, que el patriarcado se defiende. “La idea de los hombres como víctimas tiene mucho que ver con los postulados postmachistas”, explica. “La estrategia del conflicto frontal que utilizaba el machismo tradicional para mantener a las mujeres en una posición de subordinación ya no es efectiva, así que lo que se ha producido es una adaptación del discurso que parte de la aceptación formal de la igualdad. No se niega que sea necesario luchar por la igualdad entre hombres y mujeres, pero a la vez se despliegan una serie de estrategias paralelas que persiguen proteger el orden patriarcal establecido, aunque en otros términos. En esencia, lo que dice el postmachismo es que la igualdad ya ha sido alcanzada, por lo que los movimientos feministas no son necesarios. Es más, mantienen que se han pasado de frenada y ahora están perjudicando a los hombres”.

La fundación Fad Juventud lleva años analizando cómo los y las adolescentes entienden la igualdad. ‘Culpables hasta que se demuestre lo contrario’ es el descriptivo título de su último informe sobre la percepción de los adolescentes españoles (entre 14 y 17 años) sobre masculinidades y violencia de género. Sus resultados confirman que buena parte de los chicos de esa edad se sienten ‘víctimas’ del feminismo y piensan que la actual legislación de violencia de género les ha dejado en una situación de desprotección jurídica. El informe también señala que otros mitos, como el de las denuncias falsas, el de la mujer casta y respetable o el del hombre conquistador siguen muy vivos y continúan modelando la percepción adolescente sobre esta problemática, al tiempo que dificultan la construcción de relaciones sanas en esta etapa de la vida.

A estas alturas, y pese a todas las campañas, el trabajo de los medios y el debate que ha habido en torno al consentimiento en los últimos años, los adolescentes (y, ojo, también las adolescentes) siguen teniendo problemas para identificar la violencia de género. Las cosas están algo más claras cuando se habla de las formas más extremas (como las agresiones sexuales), pero las violencias más cotidianas se siguen normalizando y no se consideran tan importantes. No niegan por completo la existencia de la violencia de género, pero en muchos casos banalizan o minimizan su importancia. En todo caso, advierte Salazar, conviene no perder la perspectiva, ya que, si entramos en el detalle de los estudios, también hay motivos para la esperanza. “Por ejemplo, un estudio reciente hablaba de que uno de cada cinco jóvenes cree que la violencia de género es un invento, lo que implica que cuatro de cada cinco piensan que eso no es así, lo cual nos sitúa en una escala distinta. Creo que con demasiada frecuencia los medios, las redes sociales y a veces incluso instancias políticas subrayan el dato negativo y obvian los demás. De esa manera se fomenta la lógica del ‘amigo-enemigo’ tan querida hoy en los espacios públicos”.

El feminismo, convertido en uno de los principales caballos de la batalla política en los últimos años, es, en este sentido, un área de fricción permanente. Partidos de todo signo han convertido las políticas de igualdad en uno de los principales ejes de su argumentario, bien sea para enarbolar su bandera, bien para señalarlas como origen de todo lo que va mal. La derecha y la ultraderecha están siendo especialmente hábiles a la hora de instrumentalizar el descontento de los jóvenes para ampliar su caladero de votos. El último ejemplo han sido las recientes elecciones presidenciales en Estados Unidos. Históricamente, los jóvenes habían favorecido a los candidatos demócratas, pero el pasado 5 de noviembre los varones de entre 18 y 29 años votaron mayoritariamente por Donald Trump, que consiguió catorce puntos de ventaja sobre su rival en este grupo. Apoyaron a Trump los jóvenes blancos, pero también lo hicieron, y esto es otro cambio de tendencia histórico, los negros y los latinos.

Anna Sanmartín: “La idea de los hombres como víctimas tiene mucho que ver con los postulados postmachistas”

La llamada ‘manosfera’, como se conoce a ese universo digital lleno de perfiles en redes sociales, foros, blogs y canales que defienden una masculinidad cargada de misoginia, ha sido, según los analistas, fundamental a la hora de ganarse a ese electorado. Y es que el discurso contrarreaccionario de los defensores de la hipermasculinidad ha encontrado un eficaz altavoz en el entorno digital. ‘¿Por qué molesta que Lalachus presente las Campanadas?’ ‘¿Raúl Asencio puede ir a la cárcel aun jugado en el Real Madrid?’ ‘¿Cuál es para ti el peor defecto físico en una mujer’ y ‘Creo que la profe de infantil de mi hijo me tira la caña’ son, en el momento de escribir estas líneas, algunos de los temas más comentados en un popular foro destinado a hombres. Allí conviven con otros hilos sobre la subida del precio de la vivienda, recomendaciones turísticas sobre Bupadest o el supuesto ‘bluf’ de los vehículos eléctricos. “Claramente, la ‘manosfera’ amplifica un discurso que está presente en la sociedad y que ha encontrado ahí un buen espacio para agrupar ese ideario, generando narrativas muy simples, incluso divertidas, para ‘pescar’ en el descontento de muchos hombres que no están entendiendo los avances feministas. Es muy sencillo que los chavales se topen con estos contenidos y que estos vayan calando y se conviertan en algo casi emocional, difícil de rebatir incluso con argumentos y datos”, apunta la responsable del Centro Reina Sofía de Fad Juventud. “Discursos que antes podían ser más minoritarios de ciertos foros muy concretos van polinizando y calando en el imaginario social y en la interpretación de la realidad. Muchos jóvenes han encontrado aquí un espejo en el que mirarse y unos modelos que les dan las respuestas que no encuentran en otros sitios”.

También Octavio Salazar coincide en que la ‘manosfera’ está jugando un papel clave en este proceso de radicalización, porque sus discursos e imaginarios están logrando conectar “con unos chicos, y con unos hombres en general, que carecen de alternativas, que andan con la brújula rota y que, entre el miedo y la inseguridad, encuentran espacios donde se sienten protegidos. Son comunidades que amparan la homosocialidad, pero a las que no creo que debamos enfrentarnos desde el grito o la amenaza punitiva”.

Convencer a esos jóvenes que se sienten víctimas del feminismo de que la igualdad no es un juego de suma cero en el que alguien (ellos) tiene que perder y que liberarse de los corsés de la masculinidad tradicional es algo que, de hecho, les beneficia, se antoja, en este contexto, todo un desafío. Para empezar, indican los expertos, porque nos faltan herramientas y pautas de comunicación y de conversación que conecten con los espacios, con el lenguaje y con las necesidades de los más jóvenes. “Estamos fallando en cómo transmitimos los mensajes, sobre todo porque no dejamos espacio para la esperanza. Lo reducimos todo a dos extremos, o machista o feminista, que me parece que no son realistas, porque se trata de plantear un proceso de revisión que siempre será imperfecto, inacabado, en transición”, apunta Salazar. “Tenemos que insistir en las alternativas, no tanto en la sanción o en la culpabilización.  Apelar a la responsabilidad y al sentido ético de las propuestas. Y en el caso de los jóvenes tenemos que escucharlos más, hacerlos partícipes del debate y no soltarles la lección como quien les obliga a seguir un catecismo”.  

El discurso contrarreaccionario de los defensores de la hipermasculinidad ha encontrado un eficaz altavoz en el entorno digital

Rocío Paños, coordinadora de información y orientación de Fad Juventud, indica que lo recomendable sería empezar con una autorrevisión por parte de los adultos que deberían ser el primer espejo de los jóvenes, es decir, padres y educadores, a los que les propone hacerse unas cuantas preguntas: ¿Qué ideas preconcebidas tengo? ¿Cómo me han educado a mí?  ¿Cómo estoy educando yo a mis hijos e hijas o a mi alumnado?  ¿Qué mensajes estoy transmitiendo sin darme cuenta? “Pueden ser cosas aparentemente insignificantes, como, por ejemplo, dar por supuesto que mi hija o mi alumna tiene que ser más tranquila, o que mi hijo o alumno tiene que ser valiente. Son cosas muy sutiles, pero es importante poner el foco en ellas”.  El siguiente paso sería tratar de dejar de lado esos estereotipos y ver a nuestros hijos tal y como son, fomentando sus fortalezas y trabajando sus debilidades para educar personas libres y responsables. El tercero sería establecer con ellos un debate sobre lo que significan los estereotipos. “Con los más pequeños podemos empezar por cuestionar que haya juguetes o colores para niños y niñas o que los chicos tengan más facilidad para ciertas asignaturas que las chicas”. El reparto de funciones y tareas que ven, tanto en casa como en el centro escolar, también transmite mensajes.  

Otro punto clave, apunta Paños, “es fomentar la empatía y la diversidad, porque van a ser antídotos contra la desigualdad. Si enseñamos que todos somos diferentes y valiosos por nosotros mismos será más difícil que calen los discursos de odio”. También debemos educar en el consentimiento y en el respeto mutuo, de manera que los jóvenes tengan claro que una relación afectiva no puede existir sin ellos. Y crear espacios de diálogo, comunicación y escucha activa que les permitan sentirse cómodos compartiendo lo que les pase, sea bueno o malo.  

En definitiva, se trata, como indica Octavio Salazar, de “bajar del cielo de los grandes conceptos a las realidades concretas y trabajar con ellos desde esa dimensión de lo cotidiano, de lo vivencial, incorporando también sus dudas, sus miedos, sus preguntas. A veces cometemos el error de usar las mismas estrategias del ‘enemigo’ que queremos silenciar. Y así nos va.  Hasta que, además, todas estas cuestiones no se incorporen en los currículos escolares, de manera integral y central, y no como mero apéndice con motivo del 25N o del 8M; mientras que no desarrollemos la dimensión preventiva y socializadora que contienen todas las leyes de igualdad; mientras que no logremos traducir el feminismo en prácticas y en vivencias relacionadas con esas edades, estaremos condenados al fracaso. Es fundamental pensar y trabajar con perspectiva de futuro. Plantearles a nuestros chicos hasta qué punto será insostenible un mundo en el que continúen el machismo, las violencias o las injusticias sociales.  Solo desde esa clave de ‘lo común’ conseguiremos salir del círculo vicioso en el que estamos”.  

Este reportaje se publicó primero en la edición número 20 de MAS en papel.