APROXIMACIÓN A LA ARQUEOLOGÍA DE ATARFE por José Enrique Granados
La Gacetilla de hoy, es un extracto de algunos párrafos del capítulo titulado “Aproximación a la arqueología” del estudio preliminar de Javier Moya Morales al libro de Manuel Gómez-Moreno González, Obra dispersa e inédita, relativos a los trabajos arqueológicos realizados por este autor en Sierra Elvira. Este trabajo se publicó en el especial de las fiestas de IDEAL del año 2005. Las fotos pertenecen a la colección de la Fundación Rodríguez Acosta.
Desde su reorganización en 1865 las comisiones de monumentos contaron con un reglamento que establecía entre sus cometidos los estudios y exploraciones arqueológicas. En el programa de trabajo de la comisión granadina, José de Castro señaló como objeto de investigación prioritaria la elucidación del emplazamiento de Illiberri, la ciudad iberorromana cuna del concilio del siglo IV. Su localización, que había sido objeto de una polémica secular en años anteriores, ningún estudioso que se ocupara Granada en la antigüedad eludió el tema, se reavivó en 1842 con ocasión del descubrimiento en Sierra Elvira de vestigios de población, lo que resultaba esencial para esclarecer la casi desconocida historia local en los siglos anteriores a la invasión musulmana.
Al informar en 1867 a la academia de la historia de las indagaciones hechas en averiguación de las zonas arqueológicas de la provincia, la comisión propuso efectuar excavaciones en la alcazaba del Albaicín y en los despoblados de Sierra Elvira y Asquerosa, los tres puntos que se suponía pudo situarse Iliberri. La zona alta del Albaicín era el único lugar donde desde el siglo XVI habían aparecido inscripciones y objetos que hablaban del Municipio Florentino Iliberitano. Por su parte en la falda de Sierra Elvira, cerca de Atarfe, habían sido halladas décadas atrás evidencias de población que podían corresponder a una cronología aproximada. Finalmente la hipótesis de que el pueblo de Asquerosa pudiera haber sido el lugar de asiento de la antigua Iliberri se fundaba en el hallazgo moderno en sus inmediaciones de algunos restos entre los que figuraba la lápida sepulcral de un obispo iliberitano del siglo VIII. Descartando pronto este último punto, la atención se concentró en los otros dos y la discusión se redujo a los pareceres opuestos de alcazabistas y elviristas.
[…] En los primeros meses de 1868, debido a la escasez de subsistencias y a la falta de trabajo de los jornaleros, las autoridades dispusieron la construcción de una carretera que partiendo de Granada hacia Pinos Puente, siguiese por Alcalá internándose en la provincia de Jaén. Pero al llegar los trabajos a la vertiente meridional de Sierra Elvira, se practicaron unos desmontes que sacaron a la luz objetos arqueológicos, cuyo hallazgo llego a conocimiento de la Comisión de Monumentos, que acudió a recogerlos y a estudiar su disposición en el terreno. Entre lo recogido no figuraba ningún dato decisivo, pero había indicios que dejaban esperanzas de encontrarlo más adelante, puesto que, sí por sí sólo ese descubrimiento no significaba mucho, puesto en relación con el cementerio descubierto en 1842 a una distancia de tres kilómetros, ratificaba la cercanía de una población emplazada en la planicie de la falda meridional de Sierra Elvira, sobre el lugar ocupado por el cortijo llamado de las Monjas, es decir, entre el cementerio y el lugar de los descubrimientos recientes. En mayo de 1868, a la vez que se remitía a la Academia de la Historia la memoria de estos descubrimientos, la Comisión de Monumentos solicitó permiso y subvenciones económicas para continuar las excavaciones en Sierra Elvira y dar comienzo otras en la alcazaba de Granada. La Academia tras estudiar los análisis emitidos dio el visto bueno al proyecto, siendo de altísimo interés fijar “el lugar donde se celebró el primer concilio de Occidente, uno de los mayores lauros de España”.