«La gran mentira»por Juan de Dios Villanueva Roa

Alguien tiene sus almacenes llenos. Debe hacerlos dinero, más dinero –los ricos son insaciables–. Decide apoyar a quien le eche una mano en esa tarea. Trump, fanático de la riqueza, ve la oportunidad de hacer que los ricos sean más ricos.

Ese incremento de la fortuna hay que asentarlo en el miedo, un miedo ideológico e inducido que, junto al poder y sexo, es uno de los vértices del triángulo. La codicia rusa se ha unido a la de estos ricos americanos que han decidido zarandear al mundo para esquilmarlo, no han dudado en usar su poder.

Llegan y se quedan con los elementos que alimentarán ese poder en el futuro inmediato, bienes que potenciarán las tecnologías que ya dominan los cerebros mundiales. Todo el mundo lleva móvil en el bolsillo. Nos amenazan con que pronto todo el mundo llevará gafas. Control para aumentar el poder y dominio, como si fuesen seres infinitos, como si fuesen a existir por los siglos, dioses. Ellos no, pero las consecuencias de sus decisiones, de su ansia, marcarán negativamente al mundo de los otros. No solo a nosotros, principalmente a quienes llegan y llegarán.

Y mientras, suben, porque parece que no hay otra, las inversiones en guerra cuando la guerra se hace con chips, no solo con bombas; y los viejos se quedan sin residencias que los atiendan debidamente; y los niños se quedan sin escuelas que los enseñen como han de ser enseñados; y los hospitales se quedan sin sanitarios que puedan sanar a las gentes. Todo se encoge como los cuernos del caracol mientras nuestro dinero va a los bolsillos de los que tienen los almacenes llenos de armas por vender. La jugada les está saliendo perfecta, somos muy vulnerables.

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