ATARFE Y SU MEDIO AMBIENTE EN EL AÑO 2001

Esta fue la editorial del periódico EL MIRADOR DE ATARFE , publicó en papel en Marzo de 2001 y que todo el equipo del mismo hizo suyo. Hoy no tenemos esa contaminación tan agobiante pero… no debemos de dejar de luchar por un medio ambiente cada vez más sano. Reproducimos a continuación dicha editorial
«No hay mejor remedio contra el aburrimiento que es capar a otras tierras, conocer otras vidas y sentir en la cara la caricia de otros vientos. Nada más sano que el regreso después para apreciar el placer de lo cotidiano, de las pequeñas cosas que hasta el momento de partir habían configurado nuestra existencia y que ahora pueblan de recuerdos las ruinas de una memoria que se ha hecho fuerte en la distancia.
El regreso después de varios meses me llena de alegría, nunca imaginé que pudiera parecerme tan emocionante cruzar los límites de la provincia y ver, conforme el autobús se acerca, el paisaje cambiando lentamente alrededor: Las montañas se elevan, la temperatura baja y las colinas de Sierra Nevada aparecen en el horizonte como una inmensa postal.
Me conmueve el recuerdo de tantos atardeceres contemplando el cielo púrpura devorando las cumbres de las montañas y la luz en el horizonte rindiéndose poco a poco ante los caprichos de la noche.
Cada tierra, y cada casa también, tienen un color, un sabor y un olor especiales, que a lejos aparecen en la nostalgia de las horas tristes. La tierra que hoy me acoge me ha enseñado, entre otras cosas, a reconocer entre todos los colores del mundo, el color de Granada reflejado en la Sierra, entre todos los sabores del mundo, el sabor de los guisos de mi padre y entre todos los olores del mundo, el olor de Sevilla en primavera.
Es cierto que la primavera sienta plaza en esta tierra de una manera especial y que el azahar se apodera de cada uno de sus rincones, pero también es cierto y no poco triste, que no puedo echar de menos un olor que se hace especialmente insoportable en mi pueblo cuando llegan los primeros síntomas primaverales.
Tengo la inmensa suerte de que mi familia viva en Atarfe, un pueblo tranquilo, bien organizado, en el que sus gentes se conocen y se saludan por la calle, un pueblo que invita a regresar, que sigue teniendo el encanto de la luz en sus plazas y la alegría en sus calles. Un pueblo que ha sabido hacer del descuido de unos desaprensivos un símbolo de fuerza y que con la ayuda de las Instituciones ha restaurado la falda de Sierra Elvira y levantado sobre ella uno de sus más preciados tesoros, la Ermita de los tres Juanes.
Este pueblo que sabe sacar fuerzas de flaquezas no puede y no debe permanecer impasible ante los desastres medioambientales que se le vienen encima. Por su puesto que las canteras de mármol son una fuente de riqueza de la que ha dependido y sigue dependiendo la economía de muchos atarfeños, pero no por ello debemos con sentir el destrozo que conlleva convertir la montaña en una gravera, sin que además se esté haciendo nada para paliar los efectos devastadores de su explotación.
La justicia ya ha dado la razón al Ayuntamiento en repetidas ocasiones, pero todos sabemos que los cauces legales son una vía lenta de cara a la solución final del problema. La movilización ciudadana debe encabezar las protestas de los vecinos que amamos nuestra tierra y la de todos aquellas personas capaces de conmovernos al contemplar cómo el entorno que nos ha visto crecer y que puebla de bellos recuerdos nuestra memoria se deteriora día a día ante nuestros ojos a una velocidad vertiginosa.
Tampoco podemos ni debemos callarnos ante la negativa de la empresa Colgra a trasladar sus instalaciones a terrenos secanos, lejos de cualquier núcleo urbano, contribuyendo así a hacer más respirable el aire de nuestra comarca y más sana la vida en un pueblo que no se merece ni el descuido ni la falta de cariño y que espera impaciente la reacción de todas las personas que lo amamos.