Hace ya bastantes años, alguien -no recuerdo quién- me dijo: “Aunque te pueda parecer aburrida, la sección económica de un periódico suele ser de las más instructivas. Refleja fielmente cómo podría ser el devenir en tu trabajo y en tu economía casera.

Las noticias de esas secciones suelen guardar información ‘escondida’ que a poco la sepas interpretar te puede ahorrar más de un disgusto en el futuro además de algún dinerillo». Y no iba muy desencaminado quién me aconsejó aquello. Ya se sabe que cualquier acontecimiento a nivel mundial o decisión política puede provocar terremotos económicos de grandes dimensiones que al final acaban por afectar a nuestros bolsillos de una manera u otra y a nuestra vida y entorno.

Fue precisamente en una de ellas donde hace poco leía una noticia, cuanto menos curiosa y relevante, y que nada tiene que ver, al menos en apariencia, con la economía.

¿Se imaginan que al ir a depositar su basura en un contenedor, este le pidiera su DNI? Igual se están destornillando de la risa pero les estoy hablando muy en serio. Eso está ya ocurriendo, los llaman ‘contenedores inteligentes’. A cualquier chisme, trasto o aparato que no hable pero esté programado por el ser humano para ‘hacer algo’, ya le llaman inteligente. En Gerona y en la región de Navarra ya han sido implantados y próximamente lo serán en Barcelona y Tarrasa.

Concretamente, en la web del Ayuntamiento de Gerona se puede leer que estos contenedores sólo se abren desde las 7 de la mañana hasta las 10 de la noche. Las zonas dónde están ubicados constan de 2 contenedores, uno de ellos solo para basura orgánica -la de toda la vida- y otro para el resto de materiales -vidrio, plástico, papel, etc.-, que se va alternando según un calendario preestablecido.

Resumiendo, hay un día para cada tipo de residuo que necesitemos tirar. Los lunes papel, los martes vidrio, los miércoles material sanitario, etc. Por si teníamos pocos calendarios y agendas, uno más. Terminaremos por ponernos recordatorios en el móvil avisándonos de cuando nos toca tirar esta basura o aquel tetrabrik o caja de cartón.

Todo esto, aunque pueda sonar a anteayer, se implementó en Navarra en otoño de 2021. Y no parece estar gustando demasiado al ciudadano, al menos en Gerona, donde muestran su descontento arrojando la basura al lado de dichos contenedores. Al parecer, también dan continuos fallos y muchas veces no se abren. Y con esto y un poquito de cabreo y malestar, pues ya tenemos la “tormenta perfecta”.

¿Recuerdan, los más metidos en años de mis lectores, cuando no existían en las calles contenedores, ni tontos ni inteligentes? En muchos barrios, especialmente en aquellos con edificios de cierta antigüedad, existía la figura del encargado de la basura. No era un servicio municipal mecanizado como el de ahora, sino una labor vecinal organizada con precisión casi ritual.

Cada tarde, a una hora establecida, un trabajador pasaba con su carro, sacaba los cubos de basura y los dejaba ordenadamente en la acera. A la mañana siguiente, antes de que la ciudad despertara por completo, regresaba a devolverlos a su sitio. Todo esto ocurría con una naturalidad que ahora, en la era de los contenedores y los camiones automatizados, nos resulta casi inconcebible. El hombre de la basura le llamábamos.

El que sacaba la basura en nuestro bloque se llamaba, si no recuerdo mal, Francisco. Generalmente hablaba poco. Llegaba, hacía su trabajo y se marchaba hasta el día siguiente. A veces se paraba con algún vecino pero nosotros, los más jóvenes apenas pasábamos de un ‘buenos días’ o ‘buenas tardes’ si encartaba.

Eran otros tiempos, donde el reciclaje apenas existía y si lo había no estaba tan mercantilizado como ahora. Terminabas una caja de quintos de cerveza, llevabas los envases vacíos al supermercado y por dicha entrega te hacían un descuento para los próximos que te llevaras. Ahora tienes que llevarlos al contenedor verde y encima dar las gracias porque a alguien se le haya ocurrido ponerlo ahí para que podamos reciclar. Y si no lo haces te origina tal cargo de conciencia que te impide dormir. Este es otro tema que da para mucho.

Lo que antes era un acto sencillo y natural —sacar la basura a la hora establecida— se ha convertido en un proceso burocrático, impersonal y muchas veces frustrante. Estos contenedores inteligentes, que supuestamente buscan un mejor control de los residuos y la reducción de vertidos inadecuados, han añadido una barrera más entre los ciudadanos y su entorno. Antes, el simple hecho de bajar la basura podía ser una excusa para cruzarse con un vecino y compartir unas palabras o conversación. Ahora nos encontramos ante máquinas que registran nuestros hábitos presentando nuestro DNI y nos recuerdan, con su frialdad mecánica, que la ciudad ya no es un espacio de convivencia, sino un entramado de normas y restricciones.

Entre esas pequeñas grandes pérdidas que nos ha causado el avance y la modernidad, hay dos que a menudo me invaden con un cierto sentimiento de nostalgia: la desaparición de los antiguos porteros de edificio y de estos hombres de la basura. Eran figuras discretas, pero fundamentales, que tejían con su presencia una red de seguridad y familiaridad en las calles que hoy parecen cada vez más anónimas.

Estos trabajadores eran personajes silenciosos pero indispensables, una especie de memoria viviente del barrio. Conocían sus rincones, sus cambios y sus habitantes. Formaban parte del engranaje invisible de la ciudad. Si les digo la verdad, yo los echo de menos y los prefiero a los contenedores actuales y, aún más si cabe, a los ‘inteligentes’. De lo de reciclar, ya hablamos otro día.

Juan Carlos Uribe

FOTO: Los residuos, protagonistas de nuevas iniciativas ‘inteligentes’
Foto: Remitida

https://www.granadadigital.es/opinion-hombre-basura