Estimados amigos y vecinos de Sierra Elvira:

Antes de nada  quiero agradecer al  equipo de gobierno  de nuestro ayuntamiento, la oportunidad que me brinda de pregonar las Fiestas de Sierra Elvira a las que con tanto empeño y entusiasmo le he dedicado    durante estos  años colaborando con Juan en su elaboración. Gracias.

Gracias Juan por ser tan trabajador, tan perseverante, tan solicito, tan incansable en tu devoción por el trabajo bien hecho.

También agradecer la presencia de mi familia y de amigos   que me  acompañan esta  noche, es muy grato, sentir vuestro  cariño, apoyo y aprecio. No encuentro palabras más grandes para agradecer  vuestro  afecto que estas: muchísimas gracias. Os quiero.

Estoy muy  orgulloso de estar  en esta plaza, por las razones que a lo largo de este pregón a modo de relato vais a descubrir.

Dicen, y yo siempre lo he pensado que la parte más difícil de un discurso es el  inicio, por qué? Porque  que contar que no se  haya dicho con todo lujo de detalles, en este ritual nocturno de recuerdos, de deseos, de cientos y cientos de anhelos y esperanzas a los que aspiramos día  tras  día, negociando con la prisa ese trozo de felicidad que necesitamos  para  vivir.

Sin duda alguna, las fiestas son una puerta a la ilusión, un despliegue de ánimos afectuosos. Un balcón de alegría. Durante unos días, el júbilo y la amistad se apoderan de la vida, se abre paso por las calles vestida  con luces de colores, y la fantasía sueña con el alma de los niños.

Para mí es un privilegio estar en este atril y haber recibido tanto cariño y afecto en las fiestas de Sierra Elvira hace muchos años.

Aquel episodio del pasado me llena de responsabilidad y me compromete a transmitir con sinceridad la ilusión, la cercanía, los afectos y las emociones que siento. Ojalá pueda hacerlo justicia a las emociones y el calor que experimenté en esas fiestas.

La vida tiene una forma de hablarle al futuro, se llama memoria, y es en ella donde quiero sumergirme para revivir los lugares que un vecino nuestro, nacido en Sierra Elvira, con el que viví parte de mi infancia. Su influencia dejó una huella imborrable en mi vida, y ahora quiero intentar dibujar impresiones sueltas de su existencia en este paraíso de piedra gris y vega verde. Quiero pintar lo que Sierra Elvira nos recuerda y que el tiempo cubre con el velo del olvido.

Este pregón o relato, es un homenaje a Jesús Alonso López, mi querido tío Jesús, un mentor inolvidable y fantástico de mi infancia, nacido en Sierra Elvira. Nacido en esta tierra a principios del siglo XX, creció entre estas calles y siempre llevó a Sierra Elvira en su corazón, como un símbolo de identidad.

Vivió en los tiempos de  descosidos y remiendos, de cercanía, de puertas abiertas. De buscar por las alturas la vía láctea a modo de cine. Tumbados boca arriba navegando  por los mares del cielo con millones de estrellas y planetas, de recorrer los barrancos, de bañarse en las  acequias, de coger  ranas y luciérnagas, de sorprender el vuelo rasante y atolondrado  de las golondrinas. De olivos, algarrobos, laurel, cipreses, de mimbres lloronas, tomillo, romero, piornal, de  alamedas con sus pies húmedos lamiendo el cielo. De  cuando las alamedas se alienaban formando interminables hileras creando  un tapiz verde que refrescaba los veranos.

 Un territorio arbolado que ha sucumbido en  nombre de la prosperidad.

Como en una acuarela se pintaba el otoño, con sus días que se acortaban y la noche que caían pronto, cubriendo de sangre el poniente y bañando de oro la sierra. Impregnado las calles  con olor a piedra y a hierba seca que bajaba a raudales por los barrancos.

Como las fumarolas levantan sus penachos blancos pintando figuras fantasmagóricas, también las bichas en los tejados, los alacranes, la mariposa de azul de la sierra, el tranvía con jardinera, las sirenas de las fábricas, el olor fuerte y acido a melaza, los sacos de    pulpa,  la fábrica de la porla y un  tapiz verde de alamedas que se fundía con el  cielo subrayado por las vías del tranvía y del tren.

Cada vecino de Sierra Elvira tiene su propia visión embrujada de la sierra,  de los  paisajes, de su olor misterioso, de su canción, de su oración, de su vida y de sus cuentos.

 Sé que alrededor de una vela mi tío escuchaba y después nos narró  un cuento que los niños de Sierra Elvira de su tiempo  le encantaba oír. El castillo de iras y no volverás!!!

Imposible no dejarse arrastrar por sus palabras bien hilvanadas, un experto en relatar los cuentos y volverlos a  narrar de forma diferente, para encontrar la queja infantil. Así no es!!!

 El castillo de iras y no volverás!!!

Un maravilloso cuento relatado para la fantasía del oyente y cuyo castillo  mi tío lo situaba en las cumbres de esta sierra.

 Este cuento ha viajado conmigo a través de tres generaciones y es un aporte cultural de Sierra Elvira, que nos recuerda lo que con el tiempo se olvida. Valiosa y entrañable cultura de un lugar alrededor de una pequeña lámpara de luz o en las reuniones en las puertas las noches de verano, entonces el castillo y otros cuentos dibujaban la amistad.

Echando mano a la memoria siempre flaca y a veces mentirosa, quiero acabar este pregón o relato  en recuerdo de este vecino  vuestro que lleno mi infancia de ilusión y fantasía, de cariño y de sueños.

 Me remontó a la década de los sesenta Se celebraban la fiesta de la Virgen del Carmen, como actividad, un atractivo partido de futbol entre un equipo que acaba de  formar Jesús Alonso  en Atarfe, ese  equipo se llamó el Santana, contra un equipo formado por jugadores de sierra Elvira y reforzado con futbolistas  de Pino Puente.

Llegamos en el tranvía, otros jugadores en bicicletas,  prestos para disputar el encuentro. El terreno de juego  preparado en un haza allanada después de la recogida del trigo. El rectángulo y las áreas pintadas con yeso blanco, dos mechinales de postes con una cuerda que hacía de larguero. Un terreno de  juego rodeado entero de espectadores. No recuerdo como acabo el resultado. Quizás eso es lo menos relevante  Pero cuando el árbitro vestido con pantalón de tergal, camisa de manga larga, pito el final, (como  dice mi nieta, acabo chorreandico).

Con el final del partido llego el  abrazo entre los jugadores, entre espectadores y jugadores, se vivió un hermoso momento, exaltando la amistad, la sencillez, la humildad, el cariño de la gente de Sierra Elvira se desbordado.  Se abrió la puerta de la alegría, de la sonrisa, de la generosidad, de las emociones compartidas. Dichosos momentos!!! Dichoso día!!!  Dichosas   y encantadoras fiestas de Sierra Elvira!!!

 Alrededor de un pequeño ambigú, vestido  de cañas verdes que desprendía olor a campo y fiestas, adornado  con algunos farolillos y gallardetes Unos tableros hacían de mesa, quintos de cervezas en bidones de lata, refrescos en botellas, para echar en unos vasos  de plásticos duro que descansaban alineados. El  hielo se partía a  martillazos de unas barras hielo enorme. Ese día, fue la primera vez que viví  refresco de cola, quizás por la explosión de cariño, por  ver el  orgullo  que reflejaba la cara de mi tío Jesús, que con una enorme sonrisa manifestaba la alegría  de la vida. Por el abrazo de sus vecinos,  de sus amigos, de tanta  exaltación del cariño.

 Estoy seguro que fue por todo lo acontecido que durante muchos años el refresco de cola y sierra Elvira se unieron  en mi alma sin importar el tiempo y la distancia.

 Durante años cada vez que bebía un  refresco de cola, volvía a Sierra Elvira, a sus fiestas y a un partido de futbol, el más entrañable de mi vida.

Escribió Proust: que el verdadero descubrimiento nos es buscar nuevos paisajes, sino mirar con nuevos ojos los paisajes de siempre.

Gracias por dejarme dibujar esta noche con nuevos ojos los paisajes que soñé.

Ahora cuando la fiestas reclaman su momento de luz, música y diversión, ha llegado  el momento de callar y a mí solo me queda dar las gracias  por vuestra atención y desearos.

                      Salud, amistad y alegría.

                            Y unas inolvidables y Felices fiestas

              Y, ojala en ellas encontréis vuestro vaso de cola