Divórciame otra vez
Hay quienes piensan que el casamiento es un matrimonio entre el cielo y el infierno, puesto que saca a relucir todas las luces y las sombras (que diría un cursi) de la condición humana en convivencia.
Groucho Marx, de profesión cómico y escéptico de las relaciones de pareja, pensaba que el matrimonio es la principal causa del divorcio, aunque reconocía que es una gran institución, siempre que te guste vivir en una institución. Algo hay de verdadero en esta sarcástica reflexión del humorista, ya que un hogar puede transformarse en una institución penitenciaria cuando la mutua incomprensión hace nido en ese matrimonio. Otras veces, también puede transformarse en una institución psiquiátrica o casa de locos. Y en los casos más graves, en las dos cosas a la vez.
El amor comienza con un flechazo, pero puede acabar en una estocada, o sea, en divorcio. A lo largo del año pasado, en nuestra provincia se tramitaron un total de 1.730. La cifra es demasiado alta según los expertos, y demasiado triste según mi opinión de experto en nada, dado que la mayoría de los motivos de separación encierran procesos emocionales muy dolorosos.
El escritor Erich Fromm decía que el amor es una cualidad del corazón y un arte, y que todo arte necesita de aprendizaje y perfeccionamiento a lo largo del tiempo. El problema es que hay mucha gente sin talento para el oficio de amar.
Granada tiene sus propias medidas de tiempo: el rato, el ratillo y el rataco. Aun así, no nos libramos de pertenecer a la sociedad de la prisa. No hay tiempo para reflexionar un momento acerca de las necesidades de esa persona con la que compartimos ronquidos por las noches. Tampoco es nada nuevo que la institución matrimonial se está desintegrando porque bastantes elementos de los que se casan actualmente llegan al casorio con una escasa tolerancia a la adversidad y creyendo que todo será luna de miel sobre hojuelas. Gila desmontó esta absurda teoría con el siguiente chiste:
De novios:
-¿Dónde está ese lunar tan precioso?
De casados:
-¡Echa pallá con esa verruga!
Lo difícil es amar en tiempos revueltos. Nuestros padres y abuelos vivieron sus matrimonios en condiciones parecidas a las de esas plantas que viven del aire. Eran «los años del hambre», donde lo único que sobraba era la miseria. Todo lo que les faltaba de proteínas, les sobraba de comprensión mutua aun estando todo el día juntos. No existía eso que ahora se llama ‘exceso de convivencia’, la majadería que se ha puesto de moda como excusa para divorciarse.
Según mi vecino Gregorio, el amor es ciego, pero el matrimonio hace que se recupere la vista. Él es soltero, pero se casa todas las semanas con una Bonoloto, esperando que esta vez sea la acertada y por fin suenen las campanas.
Antonio Mesamadero
FOTO: https://gonzalezsastre.com/divorcio-contencioso/
https://www.ideal.es/opinion/antonio-mesamadero-divorciame-vez-20250902232407-nt.html